Dominio público

Al Qaeda y el hambre en Somalia

Amy Martin

Al Qaeda y el hambre en Somalia

Amy Martin

Escritora y analista política

Ilustración por Javier Olivares

Últimamente oímos acerca de Somalia que la población del país sufre desmesuradamente por culpa del hambre. La causa de la peor hambruna en 60 años es, según se repite, la sequía. Occidente lleva una semana contemplando imágenes impactantes de niños espectrales comidos por las moscas, con un postrero rastro de movimiento en sus cajas torácicas –imágenes televisivas ante las que la población de los países ricos se inmunizó en los años ochenta–, y se dice que diez millones de personas corren el riesgo de morir de hambre de forma inminente en el cuerno de África.
Aunque se habla del hambre en Somalia, casi nunca se explica que el "país" que agrupamos bajo ese nombre consiste, de facto, en cinco regiones y facciones independientes, separadas en una irreconciliable Guerra Civil desde hace 20 años. Decir Somalia equivale a decir violencia y terror. Hay un débil Gobierno reconocido por la comunidad internacional –el Gobierno Federal de Transición (TFG)– a la cabeza de unas regiones desgobernadas en la zona central del país (en la capital, el TFG apenas controla la zona que rodea el palacio presidencial; también controla de forma intermitente un puerto y el aeropuerto) separadas entre sí por regiones conquistadas por la Unión de Tribunales Islámicos. Hay otra zona autónoma, Puntland, al norte; y más al norte Somaliland, un "país autoproclamado independiente" y autogestionado sin ayuda al desarrollo con sorprendente éxito político y fiscal por sus gobernantes, quienes permanecen ignorados por la comunidad internacional.

Teniendo esto en cuenta, no es difícil comprender que la amarga emergencia humanitaria en la que muere la población somalí no puede ser la simple e inevitable consecuencia de un fenómeno meteorológico desafortunado, bastante frecuente en esa latitud del mundo, sino que la injerencia negativa del hombre debe tener una gran responsabilidad en ella.
A pesar de los esfuerzos que está haciendo la comunidad internacional por intentar paliar la hambruna, las actuales circunstancias políticas hacen poco probable que la ayuda pueda llegar a la mayoría de la población ya que, conforme Al Shabaab (de facto, Al Qaeda) ganó el control en el centro y el sur de Somalia en 2009, amenazó con la muerte a todo el que tuviese contacto con Occidente o fuese sospechoso de tenerlo, y dejó a gran parte del país sin infraestructuras agrícolas. Así pues, por mucho dinero que se centralice, por muchos alimentos que se envíen, será casi imposible asistir a la población de las zonas intervenidas por los terroristas.
Dadas las circunstancias, es evidente que la prevención a medio y largo plazo del hambre endémica en África no está sólo en la caridad occidental, sino en primera instancia en la contribución a la seguridad en las zonas donde Al Qaeda se está haciendo con el control aprovechando los enormes vacíos de poder de extensas regiones. En palabras del presidente del Gobierno Federal de Transición, Sheikh Sharif Sheikh Ahmed, es básico "establecer ley y orden".
La experiencia de la casi independiente y septentrional Somaliland (todavía parte legal de la Somalia diseñada por italianos y británicos en 1960) demuestra que, de haber estado el país equipado con un gobierno fuerte y comprometido con la prosperidad, y desde luego de haber contado con las infraestructuras agrícolas de las que estuvo dotado hasta 2009, la actual sequía, puntual y localizada en unas regiones concretas del cuerno de África, no habría causado la crisis humanitaria de características catastróficas que se está viviendo.
Las soluciones, preventivas, se vienen gestando desde hace algún tiempo, pero es difícil hallar su rastro en los medios de comunicación. La colaboración que vienen desarrollando el Reino Unido y EEUU con el TFG somalí está teniendo importantes avances en la lucha por las comunidades controladas por Al Shabaab, tanto es así que el pasado 8 de junio soldados del Gobierno de transición dieron muerte al sanguinario Fazul Abdullah Mohammed, líder de Al Qaeda en el continente africano, Yemen y Arabia Saudí. Asimismo, la Unión Africana, compuesta principalmente por soldados de Uganda y Burundi y apoyada por los países anglosajones, lleva meses forzando con éxito la salida de los yihadistas de Mogadishu.
La respuesta de Al Qaeda a estos sustanciales progresos en la pacificación de Somalia no se ha hecho esperar: en primer lugar, apenas dos días después de la muerte del terrorista Fazul mató al ministro del Interior de Somalia, Abdi Shakur Sheikh Hassan, utilizando a su nieta en un ataque suicida y demostrando su enorme capacidad de penetración incluso en las altas esferas gubernamentales. En segundo lugar, tal y como nos informan todos los medios de comunicación, está bloqueando la llegada de la ayuda humanitaria para mantener a la población indefensa y debilitar al Gobierno oficial.
A la vista de todos estos datos, se pone de relieve que Somalia es uno de los lugares en los que se están jugando algunas claves de la política internacional de los próximos años. La lucha contra el hambre únicamente se ganará si antes se tiene éxito en la lucha contra el terrorismo en esa parte de África. Aunque es imperioso que de forma urgente se abra un corredor humanitario para repartir alimentos a los más necesitados, es igualmente esencial conseguir la pacificación y la expulsión de Al Qaeda. La estabilidad del país es la mejor prevención contra la muerte evitable por hambre de millones de personas.

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