Dominio público

Votantes ante el PSOE

Belén Barreiro

Votantes ante el PSOE

 

Belén Barreiro

Directora del Laboratorio de la Fundación Alternativas y expresidenta del CIS

Ilustración de Enric Jardí

Imaginemos una reunión de seis amigos. Todos votaron al Partido Socialista en 2008 pero ahora únicamente tres de ellos están decididos a renovar su apoyo. Los otros tres vacilan: a ratos piensan que se abstendrán, en otros momentos creen que darán su papeleta a otro partido, e incluso hay instantes en los que se les pasa por la cabeza volver a votar a los socialistas.
A pocos días de las elecciones generales, los seis amigos contrastan impresiones. Los fieles al PSOE reconocen que el partido ha cometido errores, algunos importantes, pero también están convencidos de que las dos legislaturas de Zapatero han supuesto un avance para España y de que, de haber gobernado el PP, las cosas habrían ido peor. Entre sus argumentos esgrimen los avances en derechos civiles, la ampliación de las políticas sociales de los primeros años, la defensa férrea de los pilares del Estado del bienestar ante la recesión, especialmente la educación y la sanidad, y el talante del Gobierno, que identifican por encima de todo con una televisión pública de una calidad e imparcialidad sin precedentes. Por añadidura, y como guinda final, la derrota de ETA.

Los tres indecisos escuchan con atención. No niegan las razones de sus amigos, pero creen que se están dejando en el tintero consideraciones de más peso. El primero toma la palabra. Llamémosle el utilitarista. Cree que en estos momentos la prioridad es sacar a España de la crisis. Pese al estrecho margen de los gobiernos en la gestión de la economía, considera que el equipo socialista no ha mostrado suficiente capacidad: su reacción a la crisis fue tardía, sus decisiones a veces titubeantes y sus políticas, aunque correctas, retardadas. Quizás el Partido Popular resulte más eficaz, aunque no haya gestionado nunca una crisis, ni cuente con un líder resolutivo.
Interviene el segundo. Llamémosle el ideológico. Se desmarca de su amigo el utilitarista: no cree que las políticas aplicadas hayan sido las correctas. Reconoce, como los fieles, que, en muchos aspectos, España está mejor ahora que hace siete años. Pero cree que la segunda legislatura ha sido peor que la primera: se ha diluido la identidad de izquierdas. Los costes de la crisis se debían haber repartido con más justicia. Este es el mayor reproche al Gobierno. Además, aunque se haya aprobado alguna ley importante, como la del aborto, ha habido renuncias en ámbitos en los que dependía exclusivamente del Gobierno avanzar más, como en laicidad o transparencia. Por ello, el ideológico se inclina a castigar al Partido Socialista. Lo hace para que vuelva a sus esencias.
Habla entonces el tercero. Llamémosle el pendular. Es el único de los seis amigos que ha votado al PP en el pasado. Lo hizo en las elecciones de 2000. Ahora es crítico con el Gobierno, pero tampoco manifiesta un gran entusiasmo por el partido rival. Piensa que la salida de España de la crisis no depende de quién gobierne. Pero apuesta por la alternancia. Cree que es intrínsecamente bueno que los partidos roten y muestren, por turnos, hasta dónde es capaz de llegar cada uno. Ocho años son suficientes, ha llegado el momento de cambiar.
Esta reunión imaginaria refleja bien la realidad. Del total de votantes socialistas de 2008, únicamente la mitad tiene tomada la decisión de votar de nuevo al PSOE. La otra mitad se reparte sobre todo entre los que dicen que optarán por otros partidos (está por ver que lo hagan) y los que se escudan en el "no sabe, no contesta", ya sea porque de verdad están indecisos o porque aún se ven incapaces de revelar una decisión ya tomada. Si se tiene en cuenta a los ciudadanos que en 2008 no optaron por el PSOE y ahora sí lo harían (nuevos votantes, antiguos abstencionistas o votantes de otros partidos), los socialistas partirían de un suelo mínimo de alrededor de 6 millones de electores.
La capacidad de crecimiento del PSOE dependerá de cómo se resuelvan los dilemas de los utilitaristas, los ideológicos y los pendulares. Todos ellos afrontan una disyuntiva similar.
Por un lado, son ciudadanos que sienten el impulso de cambiar al partido en el Gobierno, ya sea porque perciben escasa competencia, como los utilitaristas, por su giro político, como los ideológicos, o porque simplemente toca cambio, como los pendulares.
Por otro lado, son personas que sitúan al Partido Popular en posiciones lejanas a las suyas. Entre los ideológicos, la derecha provoca auténtico rechazo. Pero incluso los utilitaristas y los pendulares sienten que el PP es un partido que no tiene mucho que ver con ellos, ni con lo que son ni con lo que piensan. Por ello, porque lo perciben como un partido distante, su posible victoria les provoca fuertes tensiones internas. Más aún si es por mayoría absoluta y en unas condiciones de concentración de poder autonómico y municipal sin precedentes.
La distancia con el PP no responde únicamente a las diferencias ideológicas con el partido. También se debe a la forma que tienen los populares de ejercer el poder. Cada vez que un político del PP insulta a un manifestante o a un huelguista, cada vez que un gobierno autonómico del PP vulnera la neutralidad de los medios de comunicación públicos, cada vez que un dirigente del PP ataca la educación pública, los antiguos votantes socialistas se revuelven. Incluso los pendulares se preguntan si será verdad que la alternancia refuerza siempre la democracia. Son ellos, utilitaristas, ideológicos y pendulares, los que contribuirán decisivamente al desenlace final.

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