Dominio público

Claves para resucitar el PSOE

Carlos Carnicero Urabayen

Claves para resucitar el PSOE

Carlos Carnicero Urabayen
Master en Relaciones Internacionales de la UE por la London School of Economics
Ilustración de Patrick Thomas

Consumada la debacle, el PSOE se enfrenta a una nueva etapa en la que debe redefinir sus ideas, sus proyectos y su discurso. Solamente un cambio radical de contenidos, de formas y de liderazgos puede prepararle para reencontrarse con los ciudadanos y presentarse como alternativa progresista y sólida al PP. Hay mucho que aprender de lo ocurrido con la socialdemocracia europea en los últimos años. He aquí cinco claves para la resurrección del socialismo en España.

Primera: la política doméstica es ahora europea. Los debates todavía son nacionales pero las decisiones son europeas. La crisis ha despejado cualquier duda de que nuestro destino depende de factores supranacionales, pero los políticos han optado por seguir jugando al national politics. Sirva de ejemplo que en el debate electoral ni Rajoy ni Rubal-
caba explicaron cómo conectar sus buenos deseos con las numerosas variables que operan en Bruselas.

La crisis ha dejado al descubierto la incapacidad para articular políticas progresistas para acompañar las medidas de austeridad exigidas por Europa. La mayoría de ellas (tasa Tobin, control de los mercados financieros, agencias públicas de calificación, etc.) exigen una decidida acción coordinada europea en donde los gobiernos progresistas deben actuar en bloque en el Consejo. Sin una estrategia paneuropea, las formaciones progresistas no podrán encontrar una narrativa propia y están abocadas al fracaso.

Segunda: la igualdad como prioridad. Casi todo por lo que la socialdemocracia debe luchar hoy lo dejó escrito en su libro póstumo Tony Judt. En Algo va mal, Judt hace una reflexión sobre los valores tradicionales de la izquierda que, aunque puedan parecer cada día más ajenos, la crisis ha reafirmado en su importancia. Desde los años ochenta, el individualismo ha ganado demasiado terreno. El retraimiento del Estado ha facilitado la emergencia de un lenguaje y costumbres que fomentan la autosatisfacción personal basada en el hiperconsumo y el abandono de cualquier sentimiento comunitario. La solidaridad ha caído en desuso.

Todos somos iguales pero todos nacemos en circunstancias diferentes que condicionan nuestro desarrollo vital. Los débiles lo son ahora más y el individualismo les empuja a la marginación. Y esa realidad exige impulsar políticas que faciliten a aquellos que se encuentren en circunstancias adversas "una vida que merezca la pena ser vivida y un gobierno que les sirva" –en palabras del primer ministro laborista Clement Attlee, recordadas por Judt en El refugio de la Memoria–. Además, una sociedad más igualitaria es una sociedad más justa y también mejor, donde hay menos criminalidad, más armonía y más bienestar.

Tercera: una política económica progresista. Sin ella, un partido socialdemócrata está desdibujado frente a sus potenciales electores. En el tablón de anuncios de la calle Ferraz se debería leer estos días algo así como "se buscan economistas de izquierdas". Y es que el discurso económico –anterior y durante la crisis– ha sido cuanto menos neutro y en ocasiones conservador.

Desde el Gobierno, el PSOE ha definido su progresismo sobre la base de la ampliación de derechos civiles (matrimonio homosexual, avance en los derechos de la mujer, etc.), pero no ha desarrollado una política económica progresista. Y su política fiscal, sintetizada en el mantra "bajar impuestos es de izquierdas", ha sido conservadora y, en ocasiones, equivocadamente progresista. La ortodoxia debe dar ahora paso a una política económica propia.

Cuarta: apertura del partido a la sociedad. La sociedad española está cada vez más informada y mejor capacitada para participar. Se deben facilitar los mecanismos de participación en el PSOE. Las redes sociales (aunque no sólo) son un valioso instrumento que debe ser explotado. Si los mecanismos de permeabilidad no funcionan, los ciudadanos descontentos con las políticas del nuevo Gobierno canalizarán sus energías de otra manera, en movimientos al margen de los partidos o en partidos alternativos.

El Partido Socialista Francés, con un genuino proceso de primarias, ha logrado obtener la atención de los franceses y la participación de los ciudadanos de izquierdas. La idea de que la discrepancia y la exposición de ideas en tensión transmite debilidad debe ser desterrada. Más bien, una pretendida unanimidad discursiva en tiempos convulsos es lo que chirría en una sociedad acostumbrada a las discrepancias más cotidianas.

Quinta: evitar una huida hacia delante. El PSOE corre el riesgo de hacer los pequeños cambios necesarios para que nada cambie y esperar a que el temporal escampe. La catarsis no exige sólo una sustitución de liderazgos, sino una forma distinta de compartir el poder interno en la que los militantes actúen y se sientan protagonistas. La intermediación y nuevas formas de control del aparato son esenciales para superar la desafección de los ciudadanos hacia los partidos y de los militantes hacia sus dirigentes. Por eso, culpar solamente a la crisis de lo ocurrido es una manera de ignorar el mensaje de los electores, bajo la ingenuidad de pensar que ya se ha tocado fondo. Similar pensamiento dañino al que asegura que el euro está a salvo sólo porque los líderes europeos no serían tan irresponsables como para dejarlo caer.

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