Dominio público

¿Liberalismo progresista o de la cosa nostra?

Fernando Scornik Gerstein

FERNANDO SCORNIK GERSTEIN

aguirreblog.jpgLa polémica desatada en el Partido Popular, entre Esperanza Aguirre que se proclama liberal y quiere un gran debate ideológico y Mariano Rajoy que se proclama exactamente no se sabe qué, pero al parecer ni liberal ni conservador, induce a repensar este tema del liberalismo.
Los primeros liberales fueron los fisiócratas que en el siglo XVIII proponían reemplazar el régimen fiscal francés de impuestos sobre el trabajo y la producción por un impuesto sobre la renta del suelo agrario (lo que, según Marx, equivalía a nacionalizar la tierra). No les fue muy bien, la Gran Revolución los barrió a todos.
Luego vino Adam Smith, el célebre escocés, defensor de la libertad comercial y enemigo acérrimo del mercantilismo esa escuela cuyo único afán era hacerse de oro para las arcas públicas, prohibiendo las importaciones. Smith decía que esto era la ruina. Según él el Estado debía combatir todo tipo de monopolio y dejar que el interés individual en libertad guiara la economía. Coincidía con los fisiócratas en que la tierra era una monopolio y que en consecuencia los ingresos provenientes de un impuesto sobre la renta del suelo –incluía también el suelo urbano – era la fuente ideal de recursos para el Estado.
Más tarde, en el siglo XIX, el británico John Stuart Mill sostiene que no podía haber verdadera libertad económica si se permitía que los particulares se adueñaran de las plusvalías del suelo y proponía recaudarlas para el Estado.En España, Álvaro Florez Estrada propone ya en 1839 soluciones similares para el problema social. Otros pensadores compartieron estas ideas en España.
Hacia 1879 surge en USA Henry George, un economista cuya obra "Progreso y Miseria", habría de convertirse en el libro de economía más leído de todos los tiempos. Defensor de la libertad económica, su libro "Protección o Librecambio", constituye quizás el más devastador ataque escrito contra el proteccionismo. George sostiene que no puede haber verdadero liberalismo si se permite el monopolio de la tierra, pero contrariamente a lo que proponían los radicales, no postula dividirla, sino simplemente tomar la renta para el Estado respetando a los propietarios y el uso privado. Surge así la teoría del "Impuesto Único" sobre el valor del suelo libre de mejoras, como método para recaudar la renta de la tierra, haciendo de ella la única fuente de recursos para el Estado y suprimiendo los demás impuestos. George ejerció notable influencia en el mundo anglosajón y hasta en China, donde sus ideas fueron tomadas al pie de la letra por Sun Yat Sen, el fundador de la República. Muchos economistas en USA lo rechazaron, otros lo trataron con respeto.
De esta corriente se nutre el Partido Liberal británico que aprueba en los Comunes en 1909 el llamado "Presupuesto del Pueblo", estableciendo un moderado impuesto a la tierra que fue rechazado por la Cámara de los Lores. Winston Churchill, que entonces militaba en el Partido Liberal sostenía que "aunque es verdad que el monopolio de la tierra no es el único monopolio que existe, es sin duda el más grande de todos los monopolios es un monopolio perpetuo y es la madre de todas las otras formas de monopolio".
En Francia, León Walras, considerado por muchos el más grande economista de todos los tiempos, sostenía que la libertad económica era la ley que aseguraba el progreso de las sociedades humanas, siempre y cuando se acabara con el monopolio de la tierra.

En Alemania, Franz Oppenheimer y su discípulo Ludwig Erhardt sientan las bases de la economía social de mercado, una de cuyas premisas es precisamente el acceso al suelo y la defensa de la libre competencia.Todo esto que hemos expuesto representa la cara progresista del liberalismo.
Pero hay otro al que podríamos definir como el liberalismo de la "cosa nostra". Este liberalismo muy extendido entre ciertos círculos conservadores, es el que considera que la libertad económica por sí sola, dejando subsistente no solo el monopolio del suelo, sino también otros monopolios, basta para solucionar los problemas sociales.
Profundo error. La libertad económica cuando se asienta sobre monopolios generará progreso, pero también miseria y exclusión. La libertad funciona, cuando puede haber competencia. Cuando no puede haberla, la intervención del Estado es imprescindible.
Basta con observar los niveles de pobreza y exclusión que existen en los Estados Unidos para caer en la cuenta de lo muy imperfectamente que funciona esta pretendida libertad.
Este liberalismo es el de los "neo-con" americanos, el que ha permitido a los oligarcas rusos adueñarse de los recursos naturales, el que amontona en los suburbios de las ciudades francesas a masas sin futuro, el que explota a África y Latinoamérica, el que crea el caldo de cultivo donde se nutre el terrorismo.
¿Cuál es el "liberalismo" del que presume Esperanza Aguirre? Quizás pronto lo sabremos, pero los indicios no son buenos. En la Comunidad de Madrid no se ha hecho nada serio por acabar con la especulación del suelo. Cierto es que no se ha lanzado a una carrera de privatizaciones, pero se ve que no le disgustan.
En cuanto a Rajoy, ha dicho poco. Su postura ha quedado en la penumbra. ¿Sabrá salir de ella? España necesita sin duda un pensamiento liberal y progresista, que puede ser conservador pero que no mire la realidad a hurtadillas, para no ver las injusticias que emanan del sistema vigente.

Fernando Scornik es abogado y presidente de la International Union for Land Taxation and Free Trade

Ilustración de Javier Olivares

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