Dominio público

El orden caníbal que gobierna el mundo

Felix Población

Félix Población,
Periodista y escritor

Hace tiempo leí una entrevista sumamente ilustrativa con John Le Carré (David Cornwell), algo que no es nada difícil si el entrevistador es inteligente, pues para el magnífico novelista británico la conversación es una forma de arte. El título de la interviú ya era llamativo de por sí: La barbarie es fruto de la mediocridad. Se refería Le Carré a la barbarie durante el régimen político de Stalin en la extinta Unión Soviética  y aseguraba que cada país tiene su barbarie, y que ésta no es un atributo sólo de los hombres poderosos. Es consecuencia de la mediocridad. Esto es, gente normal haciendo cosas anormalmente horribles.

Son palabras dignas de reflexión, porque nuestra época se caracteriza porque nunca y de forma tan globalmente extendida ha sido posible hacer de la mediocridad una norma fácilmente extendible, sabiamente gobernada y reconducida por la publicidad en general y los medios de comunicación de masas en especial, cuyo grado de eficacia e influencia propagandística -masivo e intensivo- jamás ha tenido tantas posibilidades de éxito en todos los ámbitos sociales.

El periodista le recordaba al escritor en la interviú que muchos pensaban que una vez acabada la guerra fría las posibilidades de argumentar sus obras iban a quedar muy reducidas, a lo cual Le Carré contestaba con una frase de George Smiley: "Ya hemos vencido al comunismo; ahora nos toca lidiar con el capitalismo". Y en esas estamos. No creo que la globalización sea buena en absoluto. Es la vieja colonización con otro traje -decía Le Carré-. Es la destrucción del tercer mundo, la creación de mega ciudades y la explotación del trabajo barato y sin regular. Es una catástrofe ecológica y sociológica. Creo que hay mucho sobre lo que escribir.

En relación con este nuevo horizonte literario de la globalización, leí también no hace mucho una entrevista no menos interesante con Jean Ziegler. Sociólogo y miembro del comité consultivo del Consejo de Derechos Humanos, autor de un interesante libro cuya lectura es más que recomendable: El odio a Occidente. Decía Ziegler: Pocas veces los occidentales han dado tales muestras de ceguera, indiferencia y cinismo como ahora. Su ignorancia de las realidades es impresionante. Y así es como se alimenta el odio.

Nuestra vigente ceguera ante la realidad tiene estos datos: 37.000 personas fallecen de hambre cada día, más de mil millones sufre desnutrición. Mientras, 500 multinacionales controlan el 53 por ciento del PIB mundial. La oligarquía del capital financiero domina como nunca sobre el planeta. Según el secretario general de la ONU, bastarían 40.000 millones de dólares para erradicar el hambre. En lugar de eso, según Ziegler, son las que él llama estructuras del orden criminal las que fabrican cada día la masacre cotidiana del hambre. La solución -afirma- no es dar más, sino robar menos.

Los pilares de ese orden criminal son tres, a saber: el primero, la exportación por parte de la UE de productos agrícolas a África a precios muy bajos, que contribuye a destruir la agricultura africana. El segundo, los agro-carburantes: se queman millones de toneladas de trigo y maíz para proteger el planeta, para reducir las emisiones, pero quemar alimentos en un planeta donde cada cinco segundos un niño muere de hambre es un crimen contra la humanidad. El tercer pilar es la especulación bursátil de los grandes hedge funds sobre el arroz, el trigo, el maíz, etcétera. La especulación sobre los alimentos de base que hace que exploten los precios de esos alimentos.

El libro de Ziegler aboga por la esperanza de quebrar ese orden caníbal que gobierna el mundo, para lo cual sería menester un frente de solidaridad planetaria entre una nueva sociedad civil, aquí en occidente, y los nuevos movimientos del Sur. Los países del Sur reclaman unas organizaciones internacionales y unos organismos de igualdad y justicia que ahora mismo no existen, porque la ONU ya no funciona.

Para que tal posibilidad fuera efectiva sería imprescindible un grado de concienciación social por parte de los ciudadanos occidentales que está muy lejos de darse. El capitalismo ha sabido fabricar en el entorno del bienestar y consumo en que nos movemos una conformidad egocéntrica de mediocridad donde quizá resulta más posible generar odio -hacia quienes puedan poner en peligro nuestro status- que solidaridad. Es lo que tiene el desbocado afán de codicia que explota hasta la desmesura nuestro planeta, que también ha terminado por arraigar en la conciencia del ciudadano occidental medio con un creciente afán de posesión, capaz de combatir a quien pueda estorbar esa meta.

La emergencia de partidos xenófobos en países tan alejados de esa orientación como Suecia. Finlandia, Holanda o Noruega prueba que la mediocridad puede volver a elegir el odio como alternativa y primer escalón hacia la barbarie. Eso ha traído como consecuencia que los partidos de la derecha, cada vez que hay elecciones en cualquier país europeo, tengan en cuenta el ascenso en las urnas de esos partidos ultra para atraer a sus votantes con programas que hagan ciertas y peligrosas concesiones a su ideario.

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