Dominio público

¿Otra España es posible?

Josep Lluís Carod Rovira

JOSEP-LLUÍS CAROD-ROVIRA

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"Estimado Sr. Carod-Rovira: Me gustaría poder dirigirme a usted en catalán pero lamentablemente desconozco tan bello idioma. Soy de Madrid y el motivo de esta carta es poder expresarle mi respeto y admiración por su persona y más aún después de haberle visto en el día de ayer en el programa de RTVE Tengo una pregunta para usted. Quisiera decirle que aunque no comparto algunas de sus opiniones, me ha agradado sobremanera poder escucharle personalmente y no a través de las habituales informaciones malintencionadas que pretenden situarle a usted como el causante de los males de este país. Tiene usted mucha razón cuando se queja del nacionalismo español, del que casi nunca se habla, y que no es capaz de ver más allá de su propia visión. (...) Quisiera decirle que gran parte de los ciudadanos en este país, entre los que me incluyo, no tenemos una visión tan encorsetada ni tan reaccionaria de España, como la que pudo quedar reflejada en la intervención de algunos de los participantes en el programa de ayer y respetamos las diferentes ideas políticas que, como las suyas, son defendidas con un escrupuloso sentido democrático".

Este fue uno de los muchos correos electrónicos que he recibido esta semana después de asistir al programa Tengo una pregunta para usted de TVE. Decenas y decenas de correos de ciudadanos de todo el Estado que lamentaban algunas de las intervenciones de los invitados, me expresaban su apoyo y me aseguraban que España no es como algunos políticos y medios de comunicación la quieren dibujar. Junto con esos mensajes de apoyo, también he recibido muchos de ciudadanos de Catalunya, cosa más lógica si no fuera porque la mayoría eran de personas que viven y trabajan en Catalunya, pero que no han nacido aquí o son descendientes de personas venidas de otros lugares del Estado. Gente con raíces culturales castellanas, andaluzas o gallegas, que se sintió ofendida por el menosprecio que destilaban algunas preguntas y que se sintió orgullosa de ver cómo un político catalán defendía la Catalunya convivencial, respetuosa e integradora en la cual vivimos y que la caverna mediática española intenta romper tergiversando y manipulando la realidad.

El martes por la noche todo el mundo pudo constatar que por desgracia hay una parte de la opinión pública española que ha asumido las tesis –las mentiras– de la caverna mediática, que las ha hecho suyas. Personas que están convencidas de que en Catalunya hay discriminación lingüística, que se impone el catalán o incluso, llegando al delirio, que quien firma este artículo no se llama Carod-Rovira sino Pérez. Con este clima mediático y político es muy difícil hacer pedagogía porque persisten en buena parte de los ciudadanos algunas actitudes intolerantes hacia Catalunya, como la de aquella señora de Valladolid que mostró su rechazo y su menosprecio a la lengua catalana. La hostilidad hacia Catalunya que se respira hoy en determinados sectores españoles es muy superior a la que había durante la Transición. Eso no es debido solamente a que desde Catalunya quizá no hemos hecho bien las cosas, o no nos hemos sabido explicar bien. En ello puede haber parte de la explicación, pero la causa principal del clima de enfrentamiento actual no se tiene que buscar en la política catalana: Catalunya sólo pide respeto. La causa se tiene que buscar en el desacomplejamiento del nacionalismo español de los últimos años, al cual han contribuido todas las formaciones políticas, la derecha por acción y la izquierda puede que por omisión, porque no ha sabido presentar un modelo alternativo de España donde las diferentes naciones, culturas y lenguas que la integran nos sintiéramos cómodos. Después de tres décadas de democracia, los catalanes no podemos usar nuestra lengua en instituciones comunes como el Congreso de los Diputados. La única España posible, hasta ahora, es la monolingüe, monocultura, uniformista, la que vive secuestrada por Madrid.

Afortunadamente, hay muchos ciudadanos de todo el Estado que no comparten esta visión de España excluyente, como he podido comprobar esta semana con los mensajes de apoyo que he recibido, como el que encabeza este artículo. También los he recibido de ciudadanos de Valladolid. Porque en todos los sitios hay gente que me explica que tienen otra manera de ver España, más plural, más abierta, más integradora, más respetuosa con su diversidad política, cultural y lingüística. Es cierto, esa gente existe, pero el problema está en que esa gente es invisible a nivel político y mediático. En España aún hay demasiados silencios cuando se trata de hablar de Catalunya, de defender su lengua, su cultura, su derecho a ser. Estos días tenemos un ejemplo con la polémica sobre el retorno de los llamados Papeles de Salamanca. ¿Dónde están las voces defendiendo desde España lo que es una reparación de justicia histórica pendiente desde la dictadura? ¿Dónde están los intelectuales, los artistas, los políticos reclamando que vuelva a Catalunya aquello que el ejército franquista arrancó a punta de bayoneta de los hogares de muchos catalanes y de sus instituciones? No se les oye. También fue clamoroso el silencio de los sectores intelectuales progresistas españoles durante la negociación del Estatut, que prefirieron callar o incluso algunos mostrarse abiertamente hostiles, sumándose así a los conservadores. Cada vez hay más gente en Catalunya que considera que la derecha mediática y política española ha conseguido convertir en hegemónico su discurso, y que los sectores progresistas, aquellos que tendrían que decir si otra España es posible, han dimitido o han optado por el seguidismo. Si existen tendrían que hacerse oír, porque en caso contrario, en la España uniformista actual, Catalunya se siente cada vez más incómoda.

Josep-Lluís Carod-Rovira es el presidente de Esquerra Republicana de Catalunya

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