Dominio público

Recordando a Paul Newman

Luis Mandoki

LUIS MANDOKI

10-26.jpgHace poco, en Los Ángeles, mientras promovía el próximo estreno en Estados Unidos de la película Fraude: México 2006, se me vino a la memoria un breve diálogo que sostuve con Paul Newman mientras filmábamos Mensaje en una botella. Newman se me acercó para preguntarme: "¿Qué es eso que comes todo el tiempo?". Le respondí: "Jícama con chile piquín y limón. Es para no engordar con todas las papas fritas que nos ponen". Desde entonces, el actor se enamoró de ese tubérculo mexicano, que nunca antes había probado.

Mi más reciente visita a Estados Unidos la dediqué casi exclusivamente a la promoción de Fraude... (me acompañaban el productor de este filme, Federico Arreola, y el líder de la izquierda mexicana Andrés Manuel López Obrador, a quien el fraude electoral impidió llegar a la presidencia de la República). Pero, estando tan cercana la muerte de mi amigo Paul Newman,  hace hoy un mes, inevitablemente se me vinieron a la cabeza todos los momentos que viví al lado de este personaje fundamental en la historia de Hollywood.

Newman era un tipo sencillo y humilde. En Mensaje en una botella, cinta que dirigí y que fue protagonizada por Kevin Costner, mantuve con Paul Newman un intenso debate intelectual, sobre todo por el desacuerdo creativo entre ambos a raíz de una de las escenas.

El personaje de Newman tenía que cortarle el cabello a Costner. Paul creía que no debía tocar en ningún momento a su hijo, porque era un papá recio, es decir, incapaz de hacer alguna caricia o de mostrar su cariño a su primogénito. Pero yo pensaba que, precisamente por eso, la escena era necesaria. Cortarle el pelo era el pretexto que haría posible el contacto con su hijo.
Lo discutimos varias veces. Yo mantuve mi posición en todo momento, y Newman la suya. Al final, me dijo: "Está bien, tú eres el director". Con eso mostró su profesionalismo, su respeto por la figura del director.

Aún conservo la carta que Newman me envió un par de semanas después de terminar el rodaje en 1999. En ella reiteraba su agradecimiento por esas batallas intelectuales que tanto lo habían inspirado.

En otra ocasión, mientras filmaba en Toronto la cinta Ojos de ángel, me llamó por teléfono para invitarme a una de sus carreras de automóviles de la fórmula K de Estados Unidos. Me dijo: "Hey, kid, ¿qué vas a hacer el domingo?". Le respondí que iba ver si me podía escapar para acompañarlo porque estaba filmando. En su réplica iba implícita una lección invaluable: "La vida no se trata de ‘poderse escapar’...". El domingo, así, pasó por mí al hotel para llevarme a las carreras.
Paul Newman tenía una disciplina increíble. Siempre llegaba 10 minutos antes. El primer día de la filmación de Mensaje en una botella, estuvimos esperando a Kevin, que llegó 20 minutos tarde. Newman me pidió que reuniera a los 80 técnicos para darles la bienvenida. Y así, con todos los técnicos reunidos, le preguntó a Kevin si había alguna razón por la cual todos debíamos esperarlo 20 minutos. Kevin se quedó sorprendido y tuvo que ofrecer disculpas.

Para Paul Newman lo principal era el gozo de la vida y el servicio hacia los demás. Por eso creó la marca de alimentos Newman’s Own, con gran éxito y cuyas utilidades se iban todas a sus campos para niños desahuciados. Recuerdo cuando estábamos ensayando semanas antes de que iniciara el rodaje. Llegó una mañana y me dijo: "Tengo una buena y una mala noticia, ¿cuál quieres primero?". Le dije que la buena. "La buena es que acabo de conseguir 70 mil dólares para mis campos de niños". "¿Y la mala?". "La mala es que subasté un papel en tu película". Y me miró con cara de niño travieso.

Tiempo después de terminar el rodaje, trabajando con un joven escritor de Hollywood, le pregunté cómo había llegado a ser guionista. Me contó que el era mensajero de Federal Express en Nueva York, y que un día, como tantos, llegó a un apartamento modesto y tocó el timbre. Cuando la puerta se abrió, casi tiró el paquete que iba a entregar. El que esperaba el paquete era Paul Newman. Lo entregó nervioso y Newman, en lugar de firmar de recibido, le dijo: "Te ves acalorado, ¿por qué no pasas a tomar una soda?". El joven, apenado, sólo alcanzó a exclamar: "Señor Newman, yo solamente soy el mensajero". "Perdón, ¿qué acabas de decir?". "Que sólo soy el mensajero". Newman lo cuestionó hasta que el joven aceptó la invitación y, ya sentado tomando su refresco, Newman le aconsejó: "Nunca vuelvas a decir que sólo eres el mensajero. Dime, ¿cuál es tu sueño?". "¿Mi sueño? Pues quizá un día llegar a escribir guiones". "¿Quizá un día?". Newman se levantó y regresó con un fajo de papel y una pluma. "Empieza. ¿Cuál es la primera escena?". "¿La primera escena?". "¿Interior, exterior, noche, día, dónde?". El mensajero empezó a escribir su primer guión ante la presencia del gran actor.

Un día ensayando una escena ya en el set, el asistente de dirección gritó para iniciar: "¡Silencio!". Paul se le acercó y le dijo: "Bruce, es cierto que el silencio es importante para el trabajo del actor, pero ¿por qué no intentas lograr el silencio sin gritos?".

El cine ha perdido un gran actor, una gran estrella, pero sobre todo ha perdido un gran ser humano. Él hablaba de su esposa como si se hubiera enamorado ayer, algo poco habitual en Hollywood. Le encantaba ensayar por lo menos dos semanas antes de iniciar un rodaje, algo digno de mención en una época en que la mayoría de los actores ya no valora ese proceso. No tenía ninguna clase de vedetismos, cada persona en el crew era tan importante como su co-estrella o el director. Newman dejó una gran impresión en todos los que trabajamos con él.

Luis Mandoki es director de cine

Ilustración de Gallardo 

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