Dominio público

«Sí, debemos»

Antoni Gutiérrez-Rubí

ANTONI GUTIÉRREZ-RUBÍ

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El discurso de Barack Obama no defraudó, aunque quizás no haya sido el mejor de los que le hemos escuchado. Fue el segundo más corto en duración de la historia en una ceremonia de toma de posesión, pero el que ha llegado más lejos en audiencia y ha calado más profundamente en los corazones y en las mentes, por su trascendencia histórica y su simbolismo.
Todo el discurso estuvo pensado, escrito, dicho y sentido en primera persona del plural (nosotros). Un repaso a los verbos del discurso no deja dudas de que Obama otorga a la política colectiva –en lugar de a la economía–, la capacidad transformadora de la realidad y la fuerza motriz del cambio: "Trabajaremos, actuaremos, lucharemos, afrontaremos, uniremos, sacrificaremos, enfrentaremos, derrotaremos, resolveremos, construiremos, volveremos, forjaremos...". La frase que resume esta voluntad y ambición, no exenta de humildad, es: "Porque el mundo ha cambiado y nosotros debemos cambiar con él".
El "Yes, we can" ("Sí, podemos") de la campaña ha sido sustituido por un "Sí, debemos" de la presidencia. Obama elabora, a pesar de la brevedad, una profunda reflexión sobre el concepto del deber. No son los principios morales (ni religiosos, ni ideológicos) o las obligaciones legales y constitucionales las que alimentan en exclusiva el deber del gobernante. Es la comprensión y consciencia de que su acción tiene transcendencia y provoca consecuencias en "los otros". Para un país que se siente amenazado y en crisis, pero que es la primera potencia del mundo, anclar la política en la responsabilidad de los actos y sus consecuencias –en lugar de ejercer el poder como instrumento de una convicción, por legítima que sea– supone un gran cambio.
Aunque Obama no habló, en ningún momento, de los "aliados". No citó a Europa, por ejemplo. Ni a sus vecinos. No habló como líder de las democracias occidentales, sino como candidato a ser líder del mundo. No pretende situarse frente a nadie, sino delante. Es un cambio conceptual de consecuencias geoestratégicas determinantes.
La ceremonia fue una gran "superproducción" cinematográfica. Un plató natural, en vivo y en directo, con dos millones de extras. Todo pensado para causar un efecto magnético y memorable a la altura de la dimensión histórica, simbolizada en la cronometrada entrada de todos los presidentes anteriores junto a sus esposas, que representaba la transición y la continuidad institucional. El acto estuvo concebido con un gran dominio de la composición y del cromatismo coral. Desde las blancas camisas a las corbatas a juego con las bufandas, rojas y azules, del presidente y del vicepresidente (los colores de la bandera), hasta los colores llamativos de los abrigos de Michelle (con acento latino, de la diseñadora norteamericana, nacida en Cuba, Isabel Toledo), Malia y Sasha.

Precisamente, las niñas nos ofrecieron dos de las escenas más personales, humanas y delicadas del acto. Dos momentos íntimos a la luz de todo el mundo. Sasha, de siete años, se dirigió a su padre con un gesto muy explícito: el pulgar de la mano derecha levantado, con el cual parecía darle su aprobación. Aunque, curiosamente, en otros países, como Nigeria, Australia o Irán, el mismo gesto podría ser considerado de mal gusto e, incluso, como un insulto.
Por su parte, Malia, de diez años, se dedicaba a hacer fotografías con una pequeña cámara digital para inmortalizar este histórico día. Como si las imágenes oficiales no fueran suficientes para esta preadolescente, que necesitaba captar la realidad con sus propios ojos, como ha hecho desde el inicio de la campaña electoral.
El arquetipo de la familia marcó, también, la estructura del discurso de Obama como metáfora de su compromiso. Las referencias a su padre conectaban con las referencias a los Padres Fundadores y a nuestros antepasados ("esos hombres y mujeres que lucharon, se sacrificaron y trabajaron hasta tener las manos en carne viva, para que nosotros pudiéramos tener una vida mejor"). Las citas a las generaciones anteriores sintonizaban con las alusiones directas a la actual generación de norteamericanos y a su responsabilidad con las generaciones futuras ("que los hijos de nuestros hijos puedan decir que, cuando se nos puso a prueba...").
Los valores de la familia son los valores de la nación, la gran familia americana: "Es el valor del bombero que sube corriendo por una escalera llena de humo, pero también la voluntad de un padre de cuidar de su hijo; eso es lo que, al final, decide nuestro destino". Y, de nuevo, la familia global, la humanidad, es el concepto de referencia básico. La nueva fraternidad: "Sabed que Estados Unidos es amigo de todas las naciones y de todos los hombres, mujeres y niños que buscan paz y dignidad, y que estamos dispuestos a asumir de nuevo el liderazgo".
Bush afirmó en su último titular: "Hoy es un buen día para América". No sabemos si lo dijo en un rapto de sinceridad, porque se iba él o porque llegaba Obama. El presidente correspondió agradeciéndole los servicios prestados. Hay una pequeña discusión sobre si Obama se quedó en blanco al pronunciar su juramento o si, por el contrario, el juez del Tribunal Supremo, John Paul Stevens, fue demasiado rápido. Pero de lo que no hay duda es de la firmeza, la seguridad, el aplomo y la convicción con que pronunció sus palabras, las haya escrito el director de sus speechwriters, o no. En cualquier caso, la historia no juzgará al joven Jon Favreau, sino al 44º presidente que las pronuncia. Esa es la diferencia histórica entre escribir lo que se piensa o hacer lo que se dice.

Antoni Gutiérrez-Rubí es Asesor de comunicación

Ilustración de  José Luis Merino

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