Dominio público

La unidad es la esperanza

Luis Nieto

PereiraConvocatoria por Madrid

Luis Nieto Pereira
Convocatoria por Madrid

No sé si siempre ha sido así, pero últimamente  encuentro  mucha crítica ácida o  mucho adulador. Creo que es una gran riqueza en todos los campos,  y por supuesto en el político, ejercer la crítica, entendiendo ésta como evaluación de los hechos, para así buscar soluciones siempre desde un compromiso común que no busca destruir sino construir.

Entre las fuerzas políticas españolas que trabajamos por el cambio real de la sociedad pareciera que siempre tenemos claridad sobre lo que no queremos, pero nos cuesta muchísimo encontrar objetivos comunes y procedimientos para  alcanzarlos. Es más, algunos no asocian ambos y en función de metas que son muy loables, se generan procesos e instrumentos que van en la dirección contraria. Ahí es donde aún compartiendo muchos de los objetivos finales no somos capaces de generar, desde la diversidad, una verdadera unidad de acción que se fije más en lo que nos une que en lo que nos diferencia y ello tiene mucho más que ver con el compromiso, la coherencia, la generosidad y la solidaridad que con el traje estrecho de unas siglas.

Mi experiencia vital me ha llevado a compartir la identificación de eso que Manuel  Monereo llama "el partido orgánico", es decir, el conjunto de hombres y mujeres que comparten propósitos similares y unidad de acción desde el respeto al lugar  donde cada quien quiera posicionarse. Dice el refrán que "el hábito no hace al monje" y la historia nos muestra diariamente que bajo siglas y programas de lo más "revolucionario" se agazapan personas de lo más deleznable. Por eso debemos recordar aquellas palabras del Ché Guevara "para transformar la sociedad es necesario el hombre nuevo".

Puede que estas elecciones municipales y autonómicas sean un buen campo colectivo de aprendizaje. Bajo los espacios de Ahora Madrid, Barcelona En Comú u otros nombres, nos cobijamos personas que venimos de diferentes culturas políticas y sociales y que estamos trabajando codo con codo por un proyecto colectivo que transforme nuestros pueblos y comunidades. Más allá de ganar las elecciones, que queremos hacerlo, el propio proceso de trabajo ya es positivo, pues nos obliga a mirarnos  por encima del corsé del signo político donde cada uno se encuadra. Sé que queda mucho por recorrer, pero como dice la canción "se hace camino al andar". Pues si en el cambiar un orden dado, todos parecemos estar de acuerdo, en el construir otro diferente es donde aparecen inevitablemente las discrepancias. En esa apuesta se ve que no todos buscábamos lo mismo que pregonábamos. Cuando la historia se repite es porque nos cuesta aprender de ella. Pues, de nuevo y como por una maldición, pareciera que hay siglas políticas y personas empeñadas en disgregarnos, en elevar murallas, en dinamitar los puentes de entendimiento, en definitiva, en trabajar - aunque algunos/as lo hagan con buenas intenciones- para aquellos a quien decimos oponernos.

Ahora bien, el momento coyuntural actual que marcan las elecciones no debe nublarnos la vista y pensar que el mundo se termina el 24 de mayo. Después hay mucha vida y lo que sembremos ahora lo recogeremos después, hayamos ganado o no las elecciones. El inmediatismo y el electoralismo no deben ocultar el horizonte hacia el que nos dirigimos, pues de lo contrario nos convertiremos en cómplices de una  instrumentalización de la política. Por eso ayuda tener presente la sabiduría zapatista de "mandar obedeciendo". Si tenemos certeza de que queremos transformar la sociedad y con ella nuestras vidas, los procedimientos que empleemos tienen que alumbrar ese nuevo horizonte. No tener claridad sobre esto es apostar por la continuidad del sistema, pero, eso sí,  con una mejor presentación comunicativa.

Esta tarea exige tener en cuenta que "los de abajo" son el sujeto activo del cambio y no desplazarlo a "sujeto obediente" del mismo. Para ello es vital construir desde la diversidad y el respeto mutuo, con  la capacidad de congregar a todos y todas en un horizonte común. Una política en el Municipio, Comunidad Autónoma o  Estado, a largo plazo, es sólo posible desde esa capacidad. Es cuando la comunidad política, en la circunscripción pertinente, se compromete con un proyecto político y en función del mismo se prepara a cambiar el sistema de creencias que le sostenía y apostar por uno nuevo.

Pareciera que los procesos de Unidad Popular que están llevándose a cabo pueden ser el germen de la construcción de una nueva  política y los procesos electorales pueden legitimarlos. De nuestro trabajo depende, en buena parte, revertir el artificio liberal de que en las elecciones el pueblo  no decide, sino que confirma, acata y obedece lo que ya ha dispuesto el poder.

Es necesario tener perspectiva, pues ésta nos muestra el horizonte,  mirando a lo lejos aprendemos a mirar de mejor modo lo que está cerca. Para saber por dónde vamos tenemos que tener muy claro a dónde nos dirigimos. Sin perspectiva no hay siquiera conciencia del lugar que ocupamos ahora.

En esta concepción de la política es fundamental huir de la definición weberiana del poder que  concibe a éste como el "dominio legítimo ante obedientes", donde  no se  ve al pueblo como  sujeto, sino como objeto. Bajo esta fundamentación no se quieren actores, sólo obedientes. Se considera el dominio como algo legítimo, por eso no se duda en imponer sus pareceres desde "arriba". Una vez que el pueblo  ha delegado su poder, se piensa que puede ejercerse de modo impune, sin tomar en cuenta a los demás y sin tener que rendir cuentas a nadie. Es pertinente no confundir el partido o el gobierno con el sujeto de cambio que es la "gente de abajo". Y ahí se inscribe la acción crítica que necesita todo partido, todo gobierno y todo liderazgo. No ejercerla permite la impunidad y crea el culto a la personalidad.

Encauzar el proceso de cambio que las mayorías sociales demandamos tiene hoy más sentido que nunca, en nosotros y nosotras está el no defraudar las expectativas creadas.

 

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