Dominio público

La Presidenta Susana Díaz de vuelta (y media)

María Pazos Morán

@MariaPazosMoran Investigadora del Instituto de Estudios Fiscales y activista de la PPIINA (Plataforma por Permisos Iguales e Intransferibles de Nacimiento y Adopción).Autora del libro Desiguales Por Ley

María Pazos Morán
@MariaPazosMoran Investigadora del Instituto de Estudios Fiscales y activista de la PPIINA (Plataforma por Permisos Iguales e Intransferibles de Nacimiento y Adopción).
Autora del libro Desiguales Por Ley

Hace una semana, la Presidencia de Andalucía concedió su primera entrevista televisiva después de ser madre. Lo primero que le preguntaron, como si no se lo hubieran preguntado ya millones de veces, fue si no habría puesto en peligro el logro de todas las mujeres por tomarse solamente 6 semanas en lugar de las 16 de permiso de maternidad. ¿No debería haber dado ejemplo a todas las mujeres quedándose en casa más de las 6 semanas que teóricamente se ha quedado? Teóricamente porque, resaltó el periodista, se comenta que trabajaba durante el permiso. En definitiva, ¡qué mala madre, qué insolidaria, qué mal ejemplo!

Susana Díaz respondió entrando al trapo de todas estas acusaciones, justificándose y asegurando que ella era tan buena madre como la que más, tan defensora del permiso de maternidad como la que más y... si trabajó durante el permiso fue a base de levantarse muy temprano. O sea, tan defensora de la doble jornada como la que más.

Al igual que la Vicepresidenta de Canarias, Susana Díaz ha tenido suerte (y quizás se lo ha programado bien): su parto ha coincidido con el comienzo de las vacaciones estivales. Dar a luz a finales de julio, he aquí la alternativa que se les ofrece a las mujeres políticas para tocar las campanas y estar en la procesión.

Susana Díaz ha perdido la oportunidad de explicar a toda la ciudadanía algo que nadie le hubiera podido negar: es tremendamente injusto que a ella se le ponga en el punto de mira mientras que, en este mismísimo momento, otros presidentes y altos cargos públicos están siendo padres sin que ni siquiera nos enteremos. ¿No es ese abandono de sus criaturas el verdadero escándalo? ¿No deberían esos padres políticos dar ejemplo a toda la ciudadanía de la corresponsabilidad tan a los cuatro vientos proclamada?

Para hacer esta reflexión, aparentemente elemental, Susana Díaz tendría que haberse comparado con sus homólogos masculinos, lo que no es tan fácil. Si eres mujer, como nos explica Celia Amorós, ya puedes llegar a premio Nóbel, que seguirás formando parte del "mujerío" y no entrarás en el mundo de "los pares", hombres considerados como personas individuales por encima de toda categoría. El feminismo consiste en desafiar ese sistema y, como enuncia Amelia Valcárcel, trabajar para que las mujeres seamos consideradas simplemente como seres humanos, ni más ni menos.

Desafiar al sistema que nos conmina a la diferencia sexual es difícil porque nosotras mismas tenemos interiorizado el mandato de género ("la violencia simbólica escrita en el cuerpo", según Bordieu). Históricamente hemos sido lanzadas a primera línea de fuego para reprimir a las mujeres que sacaban los pies del tiesto, aunque los hombres son especialistas en dirigir las operaciones (desde Aristóteles, Rouseau, Freud o Sopenhauer hasta Alberto Ruiz Gallardón o los actuales hombres periodistas que critican a Susana Díaz). En estas operaciones, el método más efectivo por su potencial manipulador de muchas mentes femeninas es calificar de egoístas  e insolidarias a las díscolas.

Si conseguimos liberarnos de estas presiones, veremos que quienes precisan nuestra solidaridad son todas esas mujeres que se ven solas cuidando sin la participación de los padres de sus criaturas; todas las que, como Susana Díaz, se ven insultadas por querer ser políticas y madres al mismo tiempo; todas las mujeres que tienen que hacer malabarismos para mantener sus empleos y encima los pierden; todas las criaturas que se ven privadas del cuidado de sus papás; todos los padres que se ven extrañados de las tareas de cuidados aunque quisieran participar tanto como la madre.

La solución para superar tanto sufrimiento no depende de si Susana Díaz se toma más o menos tiempo de su permiso de maternidad. ¿Qué razonamiento puede conducir a alguien a pensar que una prestación pudiera perderse porque una persona no la disfrute, por muy importante que sea esa persona? En este caso, es particularmente extraña la afirmación de que el permiso de maternidad está en peligro ahora, cuando absolutamente nadie en España propone reducirlo. Al contrario: el Parlamento Europeo tiene sobre la mesa una directiva que, de aprobarse, aumentaría el permiso de maternidad a 20 semanas y dejaría el de paternidad a lo sumo en 2 o en 4 semanas, es decir la décima o como máximo la quinta parte. En muchos países, entre ellos España, esta reforma aumentaría el desequilibrio entre los permisos de madres y padres.

La solución, si queremos que las políticas sean iguales a los políticos, los padres iguales a las madres, las trabajadoras iguales a los trabajadores, es empezar por igualarnos ante la Ley: una reforma legislativa que conceda sus 16 semanas a los padres en pie de igualdad con las madres (intransferibles y pagadas al 100% del salario), tal como propone la PPIINA. A partir de ahí, que la Presidenta de Andalucía, igual que todas las demás personas, tomen sus decisiones libremente. ¡Qué oportunidad ha perdido Susana Díaz para contribuir a la reflexión colectiva por la igualdad y la justicia!

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