Dominio público

Rector, sé consecuente

Víctor Sampedro

BlancoCatedrático de Comunicación Política de la URJC

Víctor Sampedro Blanco
Catedrático de Comunicación Política de la URJC

A pesar del respeto y amistad que me unen a ti no te he escrito antes en privado. No fuera a ser que, una vez publicado el Whatssapp, se interpretase como un "Fernando, sé fuerte". Ni tú eres Luis Bárcenas, ni yo Mariano Rajoy. Te considero el mejor gestor y el más honesto de todos los rectores de las universidades en las que he trabajado.

Por eso, desde hace semanas he asistido estupefacto a la revelación de pruebas, al parecer incontestables, de los plagios que salpican tu producción académica. He mantenido silencio hasta ahora, por respeto a tu derecho a contestar dichas acusaciones y a que reaccionase algún órgano de la Universidad Rey Juan Carlos, única instancia que —según parece— puede obligarte a dimitir.

Tu respuesta ha resultado, por el momento, insuficiente: no has aclarado ni reconocido tu responsabilidad en los hechos que se te imputan. Ser el firmante te obligaba y obliga a rendir cuentas de haberte arrogado la autoría de trechos sustanciales de obras ajenas.

La reacción de los órganos y compañeros de la URJC ni siquiera se ha producido. Era esperable, dadas las connivencias en las que se sustenta la estructura de poder de la universidad española. Cuando llegué a la URJC, hace ahora casi quince años —y como había ocurrido antes en la de Salamanca— constaté una trama de intereses y favores mutuos tan tupida que me alejó de estar presente en los órganos de representación y gobierno. Su silencio y no formar parte de ellas no me eximen, en cambio, de la obligación que siento de pedirte que seas consecuente.

Lo hago ahora, tras firmar una petición online en este sentido y sin compartir la descalificación global que hace de tu gestión. Entiéndeme: doy clases de Comunicación Política y Opinión Pública. Si no hubiese firmado tendría que abandonar la docencia de estas asignaturas. Llevo demasiado tiempo hablando de nociones como transparencia, participación cívica, rendición de cuentas... Y siempre he creído (y constatado) que la mejor enseñanza es la que se pone en práctica. Así como que ciertas prácticas convierten la pedagogía en un fraude.

Sentiría que lo cometo si, a pesar de la amistad que nos une, me callase o me pronunciase en privado, de forma anónima o escamoteando dar la cara. Aclaro también que esta es una iniciativa  personal, tomada sin consultar a ningún otro compañero; sin buscar adhesiones y rechazando de plano cualquier pretensión de encabezar tácticas o estrategias en tu contra ni a tu favor. Añado que no haré más declaraciones.

El conjunto de los y las estudiantes que promueven la petición online pide que dimitas es el único órgano de la URJC que ha reprobado tu conducta. Les debo el salario que cobro y he tenido que evaluar este trimestre en medio de una situación tan anómala y paradójica. Mi defensa de la democracia deliberativa desde que empecé a dar clases me impide permanecer callado y no argumentar públicamente mi firma online por tu dimisión. A estas alturas, no voy a caer presa de la espiral del silencio que llevo décadas criticando o de la mentira prudente: un modelo alternativo que explica mucho mejor el silencio que nos rodea.

Estupefacto me ha dejado la cobertura de un medio que, más allá de pedir tu cabeza, no parece interesado en explicar como se construye un CV académico en este país, cómo y quién lo avala en las instancias administrativas y académicas, las prácticas de cooptación y vasallaje que fundamentan la promoción y contratación de plazas... El periodismo de acoso y derribo tiene tan poco recorrido como las críticas que contra ti se han vertido sin la más mínima autocrítica.

He tenido que leer columnas de excompañeros, con los que he trabajado en la misma universidad e incluso convivido, que pedían que prendiéramos la hoguera en la URJC mientras apenas encienden una cerilla en las suyas. Una vez más, ni la escasa competencia periodística ni el antagonismo oportunista de mis excompañeros me eximen de responsabilidad.

Tu dimisión, Rector, pudiera y debiera ser una ocasión para revisar en profundidad la opacidad, la endogamia, la sinrazón y la inconsistencia de los mecanismos que, en gran medida, rigen la universidad pública. En esta línea, te cuento cómo hemos hecho el examen de Opinión Pública este curso.

He pedido a 'mis' alumnos y alumnas que explicasen "el debate que hasta el momento se ha producido a raíz de los supuestos casos de plagio de nuestro Rector". Dije "supuestos" porque yo no he comprobado fehacientemente todas las imputaciones que se te hacen con los textos originales. Y porque, a mi entender, no se trata de cortar cabezas  (y menos en clase), sino de amueblar mejor las nuestras. Propuse que aplicasen la teoría de la espiral del silencio, de Elisabeth Noelle-Neumann, y la de la mentira prudente, de Timur Kuran. La primera es dogma en las facultades de Comunicación, la segunda llevo más de veinte años incluyéndola en el temario, ante la indiferencia del resto de mis compañeros de área.

Así que aprovecho esta vía para darles a mis alumnos una respuesta válida al examen. Y de paso intento con modestia hacer algo de pedagogía entre quien no paga matrícula. Noelle-Neumann habría pronosticado que no habría ningún debate público, tan solo silencio sobre tu caso. Su modelo de la espiral del silencio sostiene que, por miedo al ser aislados y marginados, callamos ante la opinión mayoritaria. Y punto, porque esta señora era nazi y así explicaba (y defendió siempre) la imposición de consensos censores en una sociedad.

Resulta que la espiral del silencio, tan avalada en las facultades de Comunicación (por algo será), no es inevitable ni inapelable. Eso dice T. Kuran que, frente a Noelle-Neumann, mantiene que —en lugar de callarnos— mentimos. Eso sí, con prudencia. Falseamos nuestras opiniones sopesando tres intereses que la espiral del silencio reduce a uno solo y con una sola consecuencia: el miedo a disentir conduce al silencio de los disidentes. Niega así el cambio social y que los consensos más establecidos puedan ser cuestionados.

Sin enrollarme más y para ir acabando con esta clase que estoy dando de matute, les aclaro que la mentira prudente que somos capaces de expresar en público, se acercará más o menos a lo que realmente pensamos en privado según tres factores o intereses. Primero cuenta lo mucho que nos importa el asunto en cuestión. Y esto es el interés intrínseco u objetivo que tenemos en él. Segundo: importa cómo de lejos percibimos que estamos de la opinión mayoritaria, y esto marca el interés social. Y, por último, hay que considerar el interés expresivo: cuánto nos pesa y duele, cómo nos sentimos cuando nos miramos al espejo después de sostener en público algo que es contrario a nuestros valores y/o conocimiento.

El alumnado habla en la Red porque creo (y anhelo) que le importa la calidad de la educación pública que reciben y que, con iniciativas como esta, nos imparten al resto. Saben que no pueden permitirse la degradación de las titulaciones que cursan y que, objetivamente, no tienen nada que perder. Máxime si entre ellos —como me consta y resulta lógico— la reprobación del supuesto plagio del Rector. En tiempos de exámenes, y en este caso es unánime, la opinión personal coincide con la colectiva. Por último, el coste de expresarse digitalmente es muy reducido y, como criticamos en clase, el clickativismo calma la mala conciencia y satisface superficialmente las necesidades expresivas.

Queda como tarea pendiente y de quien quiera asumirla aplicar el modelo de Timur Kuran a otros actores que se hayan pronunciado (o no) sobre este caso. Incluido, por supuesto, el que firma.

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