Dominio público

La invisibilidad de las mujeres con discapacidad

Patricia Sanz Cameo

Vicepresidenta del Consejo General de la ONCE y presidenta del Observatorio de Igualdad de Oportunidades del Grupo Social ONCE

Estamos aquí. Las mujeres no somos un colectivo, pues sumamos más del 50% de la sociedad española y, sin embargo, hacemos esfuerzos titánicos todos los días para demostrar que estamos y podemos hacer cosas. Lo que nos siguen faltando son oportunidades.

Y también estamos aquí las mujeres que tenemos discapacidad, siendo igualmente más de la mitad de nuestro colectivo, que en su conjunto alcanza los cuatro millones de personas (es decir, el 10% de la ciudadanía de este país). Luego... si las mujeres con discapacidad superamos los dos millones y medio de personas, ¿por qué no se nos ve?

Trabajadora ciega en su puesto de trabajo.
Trabajadora ciega en su puesto de trabajo.

Un ejemplo de ello es la brecha salarial. Según datos del INE del año 2006 (pues no los hay más recientes), los hombres cobraron de media 25.924,43 €, y las mujeres 20.131,41 €, mientras que los hombres con discapacidad ingresaron de media 20.614,20 € y las mujeres con alguna discapacidad 17.365 € ¿Por qué? ¿Por qué estas últimas cobran 8.000 euros brutos menos al año que los hombres sin discapacidad? ¿Por ser mujeres? ¿Por tener discapacidad? ¿Por la suma de ambas variables?

No sólo no hay respuesta a estas preguntas, sino que nadie se las hace en voz alta, ni siquiera durante esta semana en la que el tema está tan presente y ocupa un espacio importante, y merecido, en los medios de comunicación.

Mujer ejecutiva afiliada a la ONCE, con su bastón, en la zona financiera de Madrid.
Mujer ejecutiva afiliada a la ONCE, con su bastón, en la zona financiera de Madrid.

Algunas de las razones de esta doble discriminación pueden ser: las personas con discapacidad contamos cada vez con un mayor nivel de estudios, si bien es cierto que los acabamos más tarde que los estudiantes que carecen de esta "dificultad", lo que nos sitúa en las puertas de entrada al mercado laboral en torno a los 30 años de edad. A ello hay que añadirle el periplo que realizamos a partir de ese momento para encontrar empleo, pues no todas las empresas creen en nuestra formación (aunque esté acreditada), en nuestra capacidad y nuestras habilidades, siendo la discapacidad lo primero que ven, y pasando a un segundo lugar todo lo demás. Es más, hay empresas cuya plantilla excede los 250 trabajadores/as que no cumplen la Ley, que obliga a contratar a un mínimo del 2% de personas con discapacidad. No obstante, también quiero resaltar la valentía de las que sí lo han hecho, contratando a más de 10.400 personas en 2018, gracias a la intermediación de Fundación ONCE e INSERTA  Empleo. Todos ellos son casos en los que, con nuestro asesoramiento y acompañamiento expertos, la contratación la han hecho empresas ordinarias de este país, que han dado el paso y han proporcionado otras tantas oportunidades de vida. Porque eso es lo que significa para nosotros poder trabajar; proporcionándonos la autonomía económica que precisamos para desarrollarnos como personas independientes y haciendo posible que formemos parte activa de la sociedad para contribuir a su crecimiento.

Pero volviendo al meollo de la cuestión, ¿por qué a nosotras se nos valora menos económicamente por el trabajo que realizamos? ¿Menos aún que a las mujeres que carecen de discapacidad? Porque si terminamos de estudiar más tarde, la búsqueda de empleo es mucho más prolongada en el tiempo, los trabajos que finalmente conseguimos suelen ser de menor cualificación de lo que nuestra formación nos permitiría, y lo que en no pocas ocasiones nos ofrecen son jornadas parciales. Todo ello hace que el salario que percibimos sea proporcionalmente inferior, y eso se traduce después en menores pensiones por jubilación (resultantes de la menor cotización y el inferior tiempo trabajado).

Mujer con discapacidad visual trabajando en un restaurante de Ilunion Hotels.
Mujer con discapacidad visual trabajando en un restaurante de Ilunion Hotels.

¿Cuántas mujeres con discapacidad conocemos que formen parte del Consejo de Administración de las empresas del IBEX? Pero, es más, ¿alguna consultora ha expresado la necesidad de obtener este dato? Lo que más nos invisibiliza es precisamente eso, la ausencia de datos.

Sin menoscabo de lo anterior, y al objeto de concluir de forma constructiva, deseo destacar el espíritu de superación que tenemos las mujeres con discapacidad, pues estamos acostumbradas a caernos muchas veces, y tardemos más o menos, siempre nos volvemos a levantar. Por ello, seguro que nos cuesta más llegar que a nuestras homólogas sin discapacidad, pero estoy segura de que quienes nos sucedan en futuras generaciones lo harán con mayor facilidad.

Y otro aspecto positivo es que solemos ser solidarias entre nosotras, por lo que cuando la primera llegue a ocupar un puesto de responsabilidad en el mercado ordinario, tirará de otras compañeras. Eso ya sucede en el Grupo Social ONCE, donde algunas mujeres con discapacidad desempeñamos puestos de responsabilidad, cobrando lo mismo que nuestros compañeros, y confío en que en un futuro no muy lejano podamos ser más.

Por eso es tan importante que los medios de comunicación nos den voz también a nosotras, porque si bien es cierto que la discapacidad lo pone más difícil todos los días, igual de cierto es que nuestra perseverancia y afán de superación son igualmente diarios y constantes.

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