Dominio público

'Juego de Tronos': porno en ‘prime time’

Rocío Ovalle

Periodista y comunicadora

¿Cómo sorprender cuando nadie se espanta al ver a personas morir en un mar de vergüenza a través de la pantalla de la televisión mientras come una pizza? El mundo necesita épica. El mundo necesita emociones fuertes. La mezcla de ambas en Juego de Tronos, combinadas con una fotografía, un trabajo de arte y unas localizaciones que dejan con la boca abierta, con los efectos especiales y la banda sonora de una de las producciones más caras de la historia, crean una serie adictiva cuya imprevisibilidad no deja escapatoria alguna: si ves dos capítulos, estás enganchado. Pero no es sólo por eso: en una sociedad que ya no se escandaliza por nada, la serie recurre a la violencia por la violencia como método para impactarnos. Lo hace de manera gratuita y continua, con cabezas cortadas, tripas esparcidas sobre el fango, gargantas diseccionadas de las que la sangre sale a borbotones y mujeres violadas y esclavizadas. Y como cualquier mundo imaginado puede ser peor, en Juego de Tronos, la distopía para las mujeres se hace, si cabe, aún más real que la propia realidad machista y discriminatoria que vivimos hoy en día.

La serie está hecha para hombres. El gran drama no es más que una telenovela a la estadounidense. El objetivo, en lugar del amor, es el poder. Y en el camino para lograrlo, qué puede haber que seduzca más a gran parte del género masculino que el sexo y la violencia, por separado o combinados. La fuerza bruta. Los instintos primarios. Es decir, eso que el derecho y las sociedades democráticas obligan a reprimir.

Samsa Stark.
Samsa Stark.

Son ellos los protagonistas indiscutibles de la trama, aunque haya algunas mujeres que también figuren entre los personajes más influyentes de la serie; son ellos quienes toman las decisiones que afectarán a sus familias, como Ned Stark, que decide aceptar un puesto de Mano del Rey, sin tener en cuenta la opinión de la mujer y los hijos e hijas a quienes abandona; son los hombres quienes heredan los puestos de poder en cada familia. Incluso los que, a priori, no quieren el poder, como Jon Snow, están llamados a pasar por encima de la lucha y los logros de las mujeres que sí lo desean. Ellas sólo ostentan las posiciones de salida cuando sus hijos o hermanos mueren. Y si tienen poder, o son unas brujas, como La Mujer de Rojo, o mujeres crueles y perversas, como Cersey Lannister, o necesitan del consejo de los hombres para aprender a gobernar y no actuar guiadas por sus impulsos, como pintan a Danaerys. Eso sí, condición sine qua non para ellas: estar buenas.

Ellos no sólo son los poderosos; también son la mayoría, como ocurre en gran parte del audiovisual que se produce. Si por un casual hubiera extraterrestres viendo nuestras películas y aterrizasen en la Tierra, se quedarían boquiabiertos al comprobar que, en realidad, nosotras no somos una minoría sino todo lo contrario: más de la mitad de la población.

Cersei Lannister.
Cersei Lannister.

No hay capítulo donde no muera alguien de la manera más burda, visceral e insospechada, como tampoco hay mujer que no aparezca desnuda en algún momento de la serie, incluso sin venir a cuento; algo que, por supuesto, no sucede con ellos. Se salvan las hermanas Stark y su madre, quizá para ayudar al espectador a diferenciar entre las buenas y las malas, entre las santas y las putas. El voyerismo al que esta producción somete al espectador llega hasta los límites del porno. El sexo violento y la dominación son un continuo; está presente, por ejemplo, cuando dos mujeres son obligadas a tener una relación entre ellas, simulando que una es un hombre, y prácticamente no dejan nada a la imaginación, por citar sólo una escena de las que se repiten con frecuencia en los omnipresentes prostíbulos a los que los hombres acuden a lo largo de los, hasta ahora, 67 capítulos con los que cuenta la serie.

Pero no bastaba con eso, no. La cultura de la violación y su consiguiente normalización también tienen cabida en esta serie. Los hombres tratan a las mujeres como objetos a los que agarran sin miramiento alguno cuando quieren sexo. En la vida real, quienes así actúan, en su limitado imaginario de neandertales, dicen creer que, en el fondo, las mujeres queremos ser violadas. Algo que parece que comparten los creadores de esta serie: después de mostrar en cámara la violación de Khal Drogo a Danaeris, la mujer, a la mañana siguiente, indaga sobre cómo podría enamorarlo... ¡Señores guionistas! ¡Enamorar a su violador! ¿De veras creen que una mujer en su sano juicio se plantearía esto? Y eso por no hablar de las desafortunadas declaraciones de Jason Momoa (el actor que interpreta precisamente a Khal Drogo) hace unos años, por las que ya ha pedido perdón, cuando aseguró que una de las cosas buenas de trabajar como actor es que le permite violar a mujeres bonitas..

Daenerys Targaryen.
Daenerys Targaryen.

La continua cosificación, sexualización y prostitución de las mujeres son también formas de violencia. El porno entra, a través de Juego de Tronos, a miles y miles de hogares de todo el mundo, muchos de ellos con jóvenes, en el prime time que es hoy en día Internet o en distintos canales de televisión en horario de máxima audiencia, con la consiguiente normalización.

Algunas de las mujeres de la serie se salvan de todo esto, al menos por el momento, aunque sólo sea por demostrar a través de la fuerza física que podemos ser algo más que agujeros u objetos pasivos necesitados de ayuda, como Meera Reed, cuya misión era ejercer de guardaespaldas de su hermano; Ygritte, la mujer salvaje que es la primera en dar la batalla, y, especialmente, Arya Stark, una joven que no ceja en su empeño de convertirse en una guerrera, algo reservado en exclusividad para los chicos. Pero para que esto sea verosímil, los guionistas han tenido que recurrir a masculinizar a este personaje hasta presentarla como una persona de género fluido, de manera similar a como procedieron con Brienne de Tarth.

Ayra Stark.
Ayra Stark.

Con todo, la serie también ha tenido algún momentito de fulgor feminista. Como cuando Lyanna Mormont reivindicó el papel de las mujeres como luchadoras activas en la batalla; un guiño de los guionistas y productores, David Benioff y Daniel Brett Weiss, quizá para acallarnos a las feminazis. Queda por ver si, en los 8 capítulos que quedan para el final, los creadores de la serie enmendarán de algún modo el machismo y la imagen estereotipada que han dado de las mujeres a lo largo de las primeras siete temporadas.

En un presente como el actual, lo realmente original y transgresor sería crear un mundo imaginario en el que las mujeres sean más poderosas que los hombres, un mundo en el que no se conciba la esclavitud de nadie, tampoco la sexual, o en el que las violencias no rijan la acción de la historia. Supongo que resulta demasiado arriesgado para algunos hombres acomplejados dar forma, aunque sea en la ficción, a eso que tanto temen.

Pero bueno, no seamos radicales, que eso del patriarcado no es para tanto, ¿verdad? Ni la desigualdad. Ni los asesinatos machistas. Ni la esclavitud sexual. Queda mucho por hacer para conseguir el fin de los caminantes blancos de nuestro mundo real; es decir, para su transformación en personas normales que usan la cabeza en lugar de tratar de oprimir y así sentirse un poco más importantes. Aunque por sus actos merecieran que construyamos un enorme muro de hielo y desterrar tras él a tanto machirulo que anda suelto.

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