Dominio público

Mauthausen, la historia no empieza hoy

Junta de la Amical de Mauthausen y otros campos

Rosa Toran, en nombre de Juan M. Calvo, Concha Díaz, Josep Escoda, Valerie Esparoner, Fina Ferrando, Enric Garriga, José Hinojosa, Marc Medir, Juanfran Murillo, Alex Rigol, Ángel del Rio, Josep San Martín, Adrián Blas Mínguez, Isidoro Teruel y Llibert Villar

Recuerdo y responsabilidad deberían ser los ejes sobre los que giran los actos conmemorativos anuales de la liberación del campo de Mauthausen, antepuestos a cualquier intento de politizarlos, con la mirada puesta en coyunturas actuales, efímeras y alejadas del espíritu y vocación internacionalista de las más de 70 nacionalidades, cuyas mujeres y hombres penaron con la deportación y la muerte su lucha política o la diversidad de sus condiciones, culturales o religiosas.

No sólo son inoportunos los discursos que priman intereses o consignas, sino que significan transitar por caminos alejados de la memoria y dignidad de los deportados. Únicamente el conocimiento de la historia debería abrir paso al reconocimiento y sobre ella la explicación de retazos sobre las ceremonias conmemorativas puede aportar luz. El día 16 de mayo de 1945, cuando los supervivientes rusos abandonaron el campo, tuvo lugar la primera ceremonia de despedida y unión, cuando al unísono los compañeros de infortunio pronunciaron el conocido juramento de Mauthausen, repetido también en otros campos. Su lectura aporta principios, atemporales e internacionalistas, reiterados año tras año hasta nuestros días, como se manifestó este 5 de mayo en la appellplatz ante más de 9.000 personas, cuando sus frases resonaron en distintas lenguas, en boca de supervivientes y representantes del Comité Internacional del campo, que agrupa miembros de 22 países de todo el planeta, entre ellos España, con dos integrantes de la Amical de Mauthausen.

En efecto, dicho comité es el organismo que organiza los actos internacionales en Mauthausen, así como el Comité de Gusen es el encargado de su realización, el día anterior, en este campo, conocido como "el cementerio de los españoles", ya que fue la tumba de la mayoría de nuestros compatriotas asesinados; en ambos la representación española adquiere el protagonismo que merecen los familiares y amigos desplazados de todos los lugares de España, para de esta forma desagraviarles de la infame actitud de la larga dictadura franquista.

A los actos internacionales se suman los que se llevan a cabo en los distintos monumentos nacionales, erigidos en el extenso memorial donde antes los SS emplazaron sus barracones residenciales. Desde 1962, ocupa una parte de este espacio el monumento a los deportados republicanos, erigido gracias a la solidaridad de los compañeros franceses, que cedieron una parte de su terreno, y a la suscripción de los supervivientes y familiares, desde Francia y España; anomalía que se transforma en orgullo por una iniciativa en memoria de los primeros luchadores antifascistas en Europa que se impuso a la negación, persecución y olvido de Franco y sus gobiernos, alineados en las filas de los vencidos en la guerra contra el nazismo. No faltan tampoco, placas conmemorativas en Mauthausen, Gusen, Hartheim y Ebensee, en recuerdo y homenaje a nuestros deportados, a las que se añaden, para asombro de los visitantes, centenares de ellas colocadas por familiares, ayuntamientos o instituciones en todos los crematorios, lugares de infame recuerdo.

Unas breves pinceladas para enfatizar la larga trayectoria de nuestra participación y de la de miles de españoles que recuerdan, homenajean y trascienden, hasta hoy, el juramento de los deportados: desde 1962 hasta 2019, nunca han faltado a la cita del 5 de mayo los supervivientes, sus familiares y sus amigos, con la aportación de nutridos grupos de estudiantes desde el año 2005, como signo de la voluntad de relevo y ampliación del compromiso adquirido en 1945. Es ineludible recordar algunos hitos sobre la participación institucional en los actos, que se remonta al año 1978, cuando el recién coronado Juan Carlos I mandó colocar una placa en el Muro de las Lamentaciones en memoria de las víctimas españolas, preludio de la que sería la participación anual del gobierno de España en los actos conmemorativos, a través de su embajador. En 2005, al cumplirse 60 años de la liberación, por primera vez, un presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, asistió a los actos, acompañado por antiguos internados y por numerosos representantes de gobiernos, parlamentos y ayuntamientos de Cataluña, Aragón, Andalucía, Comunidad Valenciana... Desde nuestra asociación valoramos sus presencias como un signo de inflexión al largo olvido y con este fin hemos seguido trabajando para no interrumpir su reconocimiento, tal como se ha producido hasta el presente, sin exclusiones partidistas y sin renunciar al mantenimiento de la larga tradición de defensa de los valores republicanos, encarnados en la bandera tricolor que ondea en nuestros monumentos.

Dilatada tradición en el tiempo, que puede verse enturbiada o enmascarada por posiciones alejadas del internacionalismo, insignia del campo, donde la solidaridad no conocía ni sectarismos ni fronteras, ni incluso lenguas -como es bien conocido, en los campos se creó una jerga específica con términos de diversa procedencia lingüística-, y donde los deportados, a su pesar, no pudieron mantener los lazos amistosos que quizás les habían unido desde los tiempos de la guerra de España y desde los campos y compañías francesas, a causa de la obligada dispersión en barracones y comandos. Y aún más: ¿Cómo hubieran podido salvarse algunos de la muerte segura en la enfermería sin las acciones del médico checo Josef Podhala? ¿Cómo hubieran podido camuflarse como españoles algunos judíos sefarditas sin la complicidad de algunos españoles? ¿Cómo se hubieran vivido las inciertas horas entre el 5 y 6 de mayo sin la existencia del Comité Internacional clandestino?, ¿Cómo hubieran podido acogerse como refugiados políticos en Francia sin la intervención de compañeros franceses de deportación?, etc...

Cada colectivo o nacionalidad tiene derecho a dejar su huella de recuerdo en los espacios del campo a ello destinados, pero la historia de la deportación ofrece lecciones que deberían ser el núcleo de las conmemoraciones, no sólo por nostalgia de un pasado, sino como un renovado lazo de unión que evite aportaciones discursivas proclives a la disgregación y que impidan la comunión entre los centenares y miles de asistentes. La Generalitat de Catalunya, institución que representa al conjunto de mujeres y hombres de Cataluña, en el año 2017, inauguró una lápida en un lugar singular del campo, desde entonces centro de homenaje anual; iniciativa elogiable pero que, a causa de la singularidad de los acontecimientos políticos, se ha convertido en marco de denuncia y reivindicación más allá del sentido profundo de la conmemoración, a la par que empezó la práctica de una comitiva separada de la que representa a todos los pueblos de España, al Comité Internacional y a la Amical en el desfile de la appellplatz. Han sido y son hechos producidos ante un público atónito llegado de todos los puntos de España y ante autoridades colaborativas en el homenaje.

Desde la Amical de Mauthausen y otros campos lamentamos que el arduo trabajo de meses, la compenetración afectiva y las experiencias compartidas entre distintas generaciones se hayan puesto en riesgo, desde hace unos pocos años, por discursos  políticos y actuaciones unilaterales fuera de los marcos de debate y que deberían alejarse de Mauthausen y su significado de patrimonio universal. Justamente en un contexto singular de combate contra las actuaciones políticas que pretenden desdibujar algunos de sus espacios, como la emblemática escalera de los 186 peldaños, a la cual se ha prohibido el acceso; combate internacional que ha adquirido este año un alto significado simbólico y reivindicativo, con el ascenso por ella, sorteando las vallas que lo impiden, de centenares de personas encabezadas por los presidentes y secretarios generales de los Comités Internacionales de Mauthausen, Buchenwald-Dora, Dachau, Sachsenhausen y Ravensbrück, junto a delegaciones de todos los países, entre las cuales la ministra de Justicia, Dolores Delgado, en medio de estudiantes que acompañaban a la Amical. Y Gusen, Ebensee, Hartheim, la estación de Mauthausen y el monumento a la resistente austríaca Anna Pointer -salvadora de los negativos robados por los republicanos-, fueron hitos del viaje colectivo y conmemorativo de 300 personas (entre ellas, 30 institutos de Cataluña, Aragón, Castilla-León, Comunidad Valenciana...), cuya labor y compromiso parecen haber sido destinados a la papelera del olvido frente a polémicas y afirmaciones de corto recorrido en el trabajo de memoria  ejemplar y reflexiva.

Echamos en falta la palabra de los supervivientes, a los que el tiempo nos ha privado de su voz, quienes en el ya lejano 2005 mostraron emoción y reconocimiento ante todos los representantes políticos que les acompañaron en el monumento erigido en su memoria y en el desfile unitario a lo largo de la appellplatz. El legítimo posicionamiento ante problemas políticos concretos puede adquirir formas y reclamaciones diversas, pero no es legítimo ni ético hacerlo en los momentos en que el mundo representado en Mauthausen habla por todos y para toda la Humanidad.

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