Dominio público

Transición y cuidados: desterrando la pobreza energética

Paca Blanco

Activista ecologista y del movimiento por la vivienda

Joana Bregolat

Activista del movimiento climático juvenil y militante de Anticapitalistas

Vivimos en un sistema económico que comprende la energía como una forma de poder y lucro. Es un recurso a extraer de la tierra sin fin, de forma descontrolada y ecocida; es un recurso con un alto valor de consumo del cual se limita el acceso con precios de clase. Esta mirada sobre la energía ha hecho posible la integración de la pobreza energética en nuestra vida diaria, siendo una forma más de comprender la precarización sobre nuestros cuerpos y realidades materiales que normalizan la pérdida de condiciones de vida. Mientras grandes compañías de extracción, producción y distribución de energía consolidan grandes beneficios, nosotras vemos como las complicidades que tejen Estado y capital nos quieren desconocedoras de nuestros derechos energéticos, nos quieren desposeer de ellos, y nos quieren hacer creer que no somos ecodependientes.

Frente a este modelo energético que no responde a la realidad, nosotras reivindicamos la energía como elemento fundamental para la sostenibilidad de la vida. Desde hace años, uno de los efectos visibles de este conflicto es la lucha por la pobreza energética, y en esa lucha nos unimos desde el la vivienda, el ecologismo y los nuevos movimientos juveniles.

En los últimos años el precio de la energía ha ido en aumento y nuestros ingresos no han seguido este ritmo, generándonos la contradicción de tener que escoger si poder pagar una factura o llegar a fin de mes. El capitalismo nos responsabiliza e individualiza de un modelo de consumo que es ajeno a la vida, donde precios del agua, gas y electricidad se transforman en deudas, ponen en juego nuestra salud e impactan sobre el estado de nuestras viviendas. Se nos hace imposible no ver la tensión entre el capital y la vida, que nos hace sentirnos y vivirnos aisladas, sin capacidad de construirnos ni cuidarnos, de poder ser en comunidad sin miedo a ser vulnerables. La energía se constituye como una forma más de reproducción y perpetuación de un sistema capitalista salvaje que sitúa cualquier beneficio económico por encima de las personas, el planeta y la vida.

Prefieren deforestar y crear grandes infraestructuras térmicas, contaminar océanos, mares y ríos con sus residuos, perforar suelos, extraer recursos fósiles, generar guerras y abastecerse de nucleares antes que plantear un modelo energético diferente. Quieren mantener su poder, quieren seguir sin ser cuestionadas ni fiscalizadas. Pero frente a su negativa, nosotras construimos alternativas desde lo común y colectivo, desde la democracia y defensa de nuestros derechos, desde la justicia climática.

Construimos desde el ayer, desde el trabajo de ecologistas históricas que han adelantado el conflicto climático desde hace veinte años y que ahora enlazan con la movilización juvenil: entre todas, venimos a poner el cuerpo para defender la vida.
Nuestras alternativas nos llevan a querer transitar hacia un nuevo modelo energético que rompa con las actuales relaciones desiguales de producción, distribución y consumo de energía, donde las personas seamos más que consumidoras y formemos parte de sus procesos de toma de decisiones. Que se comprenda dentro de procesos de descarbonización, de cierre de las nucleares y de nacionalización energética, y que entienda los efectos de estos sobre las personas, sus vidas y sus ecosistemas. Que sea accesible y nadie quede sea excluido de las decisiones energéticas, rompiendo la hegemonía tecnócrata mediante procesos abiertos, transparentes y democráticos, donde el conocimiento y comprensión de estas esté al alcance de todas. En sí, hablamos de un transitar hacia un nuevo modelo energético que comprenda la interdependencia y la ecodependencia de nuestras vidas, que sea descentralizado y sostenible, y que nos permita ejercer nuestro derecho a la soberanía energética, que ponga en valor nuestras vidas.

Planteamos una transición que pone en el centro la justicia climática en un contexto de emergencia sobre la vida, que pretende transformar desde raíces feministas, ecologistas e internacionalistas un sistema que nos precariza y nos destruye la vida. Planteamos un modelo que destierre la pobreza energética de nuestro vocabulario y de nuestras formas de vida, que se adapte a las necesidades y realidades de cada zona, y se construya desde lo público, desde la comunidad y desde el cuidado. Porque tenemos derecho a una energía justa y porque tenemos derecho a una vida digna.

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