Dominio público

Isabel Díaz Ayuso y la España ‘paleta’

Xavier Domènech

Historiador

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso durante la reunión del Consejo de Gobierno autonómico celebrado en la localidad de Pozuelo de Alarcón. E.P./Ricardo Rubio
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso durante la reunión del Consejo de Gobierno autonómico celebrado en la localidad de Pozuelo de Alarcón. E.P./Ricardo Rubio

Por primera vez desde 1978, en 2011 se reunieron en el Congreso de los Diputados 38 diputados y diputadas que no representaban a los llamados partidos "nacionales" (es decir que pretenden representar al conjunto de España), sino que pertenecían a varios territorios definidos nacionalmente o por problemáticas regionales. Era la primera vez que sumaban tantos representantes. Esta cifra cayó en las elecciones generales de 2015 y en 2016, en buena medida porque la irrupción de Podem y las diversas confluencias (En Comú Podem, En Marea o A la Valenciana) integraron esta realidad en un nuevo horizonte de esperanza plurinacional. Aun así, en las elecciones de 2018 y 2019 esta realidad ha vuelto con toda su fuerza, y ahora, con un nuevo record, ya son 43 los diputados y diputadas que representan realidades territoriales. La muestra más clara de este proceso ha sido la irrupción de Teruel Existe, que siendo un espacio político de base directamente provincial ha ganado las elecciones en Teruel. En esta provincia de Aragón no existe ninguna problemática de tipo nacional, pero sí una crisis total y absoluta de los partidos que dicen representar a la nación española. Crisis vivida de una forma completamente traumática entre ciertas élites de Madrid que, acostumbrados a pensar que Madrid es España, descubren que en realidad España no les gusta.

Las declaraciones de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, son uno de los ejemplos más claros de este nerviosismo. Estas se referían a la aspiración leonesa de convertirse en una autonomía y separarse de la de Castilla y León, rompiendo así la voluntad del antiguo ministro franquista Rodolfo Martín Villa, que fue uno de los grandes ideólogos de la creación de esta comunidad autónoma.

Según Díaz Ayuso, esta aspiración de León solo se puede entender porque "durante años, muchos políticos de este país se han dedicado a hacer el paleto, y se han dedicado a crear identidades donde no las había, se han dedicado a hablar de ser más leoneses, de ser más navarros, de ser más baleares, más catalanes... Han permitido que sus empresas se vayan arruinando, han ido subiendo indiscriminadamente los impuestos a sus empresarios, no han propuesto ninguna política creativa y han permitido que sus jóvenes y la iniciativa privada se fueran a otras comunidades como Madrid". Unas declaraciones en las que se sintetiza toda una visión.

Para ella, en la medida en que existan identidades que no sean directa y únicamente españolas, también existe una política que no favorece los intereses empresariales, que provoca que estas empresas se vayan a Madrid, en donde la identidad es indiscutiblemente española. Pero el problema es que, a pesar de lo que pretenda la presidenta de la Comunidad de Madrid, Madrid no es España, no es tampoco su síntesis y, de hecho, cada vez Madrid es menos España.

Representar la España real

Lo que sí que es cierto es que ciertas élites de Madrid, haciendo pasar sus intereses como si fueran los de España, construyendo un sistema mediático profundamente madrileño que pretende marcar la agenda política del Estado y marcando las líneas políticas de gran parte del sistema político español, han hecho pasar Madrid por España y, precisamente por eso, en España cada vez aparecen y aparecerán, mientras esta situación dure, más partidos que reivindican naciones alternativas, regiones olvidadas o incluso provincias marginadas históricamente. Pero, por paradójico que pueda parecer, y en contra de toda la verborrea insultante de Díaz Ayuso, estos partidos representan mucho más a una parte de la España real que no la presidenta de la Comunidad de Madrid.

Por mucho que se explique que el Estado de las autonomías es lo más descentralizado del mundo, lo cierto es que la mayor parte de la inversión pública sigue en manos del Estado central, que además es la que no tiene ninguna carga en políticas sociales o educativas. Por mucho que se explique que vivimos en un modelo territorial repartido, tenemos, por poner tan solo un ejemplo, un sistema de tren de alta velocidad articulado a partir de una idea radial, que pretende vertebrar España (como quería Ortega y Gasset) en torno a Madrid, haciendo que todos los flujos humanos y económicos tengan que pasar por allá. Por mucho que se explique que todas las comunidades autónomas son iguales, hay una, Madrid, que puede hacer dumping fiscal al resto, sabiendo que contaba con la cobertura del Estado central.

La España vaciada tiene muchas causas, pero entre ellas no son menores las decisiones políticas y la voluntad de ciertas élites de drenar de recursos al conjunto de territorios. Unas élites que, cuanto más particulares son sus intereses, más se presentan hacia afuera como las únicas que defienden España contra todos los regionalismos y nacionalismos posibles, cuando en realidad no hay nada más nacionalista y particularista que ellas mismas. Y en todo esto hay una cosa clara, a pesar de toda su pretensión de sofisticación, de españolismo constitucional y de cosmopolitismo de estar por casa, no hay nada más paleto que estas mismas élites y, sin duda, Díaz Ayuso es su más digna representante.

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