Dominio público

De Weinstein a Domingo: destronemos a los semidioses

Carla Vall i Duran

Abogada penalista

Chapas con el lema #MeToo, puestas a la venta en un puesto callejero durante una marcha de protesta contra el acoso sexual en Hollywood, en noviembre de 2017. REUTERS / Lucy Nicholson
Chapas con el lema #MeToo, puestas a la venta en un puesto callejero durante una marcha de protesta contra el acoso sexual en Hollywood, en noviembre de 2017. REUTERS / Lucy Nicholson

Hace unas semanas se resolvía judicialmente uno de los procesos judiciales contra el productor cinematográfico Harvey Weinstein, que ya en 2015 fue denunciado por primera vez por abusar sexualmente de la modelo Ambra Battilana. Battilana consiguió grabar Weinstein pidiendo perdón por estos abusos; a pesar de esto, la fiscalía consideró que el caso no podía prosperar.

Dos años después, una investigación de The New York Times demostraba que Weinstein había estado agrediendo sexualmente mujeres desde los años noventa del siglo pasado. Sus víctimas eran decenas, algunas sufrían por sus casos, que ya habían prescrito, pero, aun así, prestaban su testigo de manera generosa para alentar las que estaban. Así se consolidó en poco tiempo el lema #MeToo [yo también], que tendría un impacto global.

La unión hace la fuerza

La red de sororidad entre las actrices se hizo fuerte a través de la creación del Time’s Up [el tiempo se ha agotado]. Y es que el tiempo del silencio se agotó en aquel momento para entonar todas aquellas violaciones que habían sufrido en manos de Weinstein.

Para hacer frente a los gastos legales, se constituyó un fondo común para sufragarlas de manera conjunta y posibilitar que aquellas que no tenían suficientes recursos pudieran acceder. Durante el proceso, a pesar de que fuera de forma minoritaria, se levantaron voces apuntalando mitos y estereotipos populares: ellas lo hacían por dinero, las mujeres poderosas se pueden enfrentar a la violencia sexual y, por lo tanto, no pueden ser víctimas. A su vez, fueron diversos los hombres que sostuvieron que se trataba de un hombre maravilloso que había ayudado múltiples mujeres a tener una carrera brillante y que era una buena persona.

Los buenos hombres también violan. La última semana de febrero, en el primero de estos juicios, Harvey Weinstein fue considerado culpable por el jurado de los delitos de asalto sexual y violación, y se enfrenta a una pena de hasta 29 años de prisión.

Cuando la impunidad era la norma

Justo al día siguiente, el tenor Plácido Domingo pide perdón públicamente y asume las consecuencias "de sus actos". La realidad es que Domingo lo hace una vez la investigación del caso –asumida por un despacho de abogados– concluye que estas conductas se produjeron durante años, bajo el mismo patrón. Los investigadores entrevistaron a 55 personas en relación con varios capítulos de violencias sexuales perpetradas por el tenor, también desde los años noventa.

En un primer momento, Domingo se escudó bajo el lema popular "eran otros tiempos". Y, está claro, en otros tiempos la impunidad era no solo la norma, sino la garantía que aquello no saldría nunca a la luz porque el estigma recaía sobre la víctima.

En ambos casos, las mujeres que los habían sufrido, más allá de ser víctimas de un delito y de recibir el estigma social, se jugaban sus carreras profesionales. En segundo término, el entorno próximo al tenor lo protegió bajo las premisas de gran profesional y persona generosa. No faltaron manos al fuego que, por ahora, se encuentran completamente chamuscadas.

Lo que tenemos que aprender de casos como este es que en nuestro entorno próximo también hay hombres que disfrutan de prestigio social que pueden ser generosos y bondadosos en otros ámbitos sin que esto sea un elemento que los exculpe de la violencia sexual. Más bien al contrario, la apariencia social puede ser también el espejismo donde se escondan. Tendremos que desmontar todos y cada uno de los mitos para dejar un espacio para que las víctimas puedan romper con el silencio y que la sociedad entera esté preparada para acoger un dolor que afecta a más mujeres y menores de lo que estamos dispuestos a creer.

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