Dominio público

Coronabonos, de entrada, no

Sergi Cutillas, Albert Medina, Pablo Cotarelo y M. Lascorz

Operador de la Bolsa de Nueva York, en Wall Street. REUTERS
Operador de la Bolsa de Nueva York, en Wall Street. REUTERS

Nuevamente, la crisis del covid-19 ha hecho emerger las debilidades de la Eurozona. Ante el gasto extraordinario que los diferentes países tendrán que hacer para afrontar la crisis, la pregunta vuelve a ser, como en 2010: ¿esto cómo se paga? O más concretamente, ¿esto quién lo paga?

Ante esta pregunta ya empiezan a salir diferentes propuestas con diversos mecanismos para compartir los costes en mayor o menor medida. Pese a que Peter Altmaier (ministro de economía alemán) ya los ha descartado, alrededor de estas propuestas vuelve a emerger el concepto de eurobonos, un significante vacío que para unos quiere decir una cosa y para otros, una muy diferente.

Tradicionalmente, desde la izquierda europeísta, el concepto se considera progresista y ya se ha producido una recogida de firmas (aquí) para pedirlos, con un texto tan poco concreto que no se pueden saber las implicaciones de lo que se firma, abriendo la puerta a propuestas que no harían más que profundizar en la crisis. A fecha de hoy, tres propuestas parecen imponerse en el debate, el resultado del cual marcará el futuro de la vida de decenas de millones de personas en Europa.

La primera propuesta es que el Mecanismo de Estabilidad Europeo (MEDE, informalmente, el "fondo de rescate europeo") financie el esfuerzo de la crisis con el dinero que tiene disponible (410.000 millones de euros) a través de una línea de crédito para aquellos países que lo soliciten (ver propuesta aquí) y emita nuevos bonos en caso de necesitar más recursos, cosa probable. Esto implicaría que los países que lo necesiten deberán de solicitar un préstamo al MEDE, asociado a un MoU, documento de compromisos macroeconómicos, como los que han servido para imponer la austeridad hasta ahora. El Eurogrupo del marte llegó al acuerdo que esta sería la forma de financiar a los países que lo necesiten e Italia y España ya se preparan para pedir préstamos.

Pese a que, desde el actual estado de ánimo solidario, se afirma que estos créditos se ofrecerían sin condiciones, el artículo 7 del reglamento 472/2013, que regula la supervisión económica de los estados miembros permite al Consejo Europeo cambiar las condiciones del préstamos sólo con una mayoría cualificada (55% de los países, 65% de la población) si considerara que el Estado que ha pedido el préstamo se está desviando de los objetivos macroeconómicos de reducción de deuda. No resulta difícil pensar que esto podría suceder cuando las cosas volvieran a una relativa normalidad, dado que los niveles de endeudamientos de Italia, España, Portugal o Grecia son muy elevados y cualquier pequeño desvío podría servir de excusa a los países más ortodoxos de la eurozona para imponer recetas drásticas de reducción de deuda. Hay que recordar que estos estados gozan de mayoría y podrían tomar la decisión de intervenir los países que hubieran firmado estos MoU.

En definitiva, esta propuesta equivale a un rescate como los practicados durante la crisis financiera de la cual aún nos estamos recuperando, con la única diferencia de la buena voluntad inicial de ofrecer buenas condiciones. Por esto, esta propuesta es un peligro enorme para países como el nuestro y absolutamente inaceptable.

La segunda propuesta (ver aquí) sería que los Estados miembros emitan bonos soberanos con vencimientos de 50 o 100 años o, incluso, perpetuos (sin vencimiento) a tipos de interés próximos a 0%, por ejemplo, del 0,5%. Estos bonos, pese a ser emitidos por los estados, estarían garantizados por la autoridad fiscal europea, o sea, por el presupuesto de la Eurozona, que tendría que ampliarse en un futuro próximo para dar credibilidad a estos bonos.

Nueve Estados miembros de la Eurozona acaban de realizar una llamada para lanzar una iniciativa de este tipo (ver aquí). Tal propuesta es más interesante que la anterior, pero nos mantiene sin embargo dentro del marco monetarista neoliberal. La teoría monetarista, ya demostrada como falsa, es la teoría que hay detrás de la idea que los estados no deben de gastar demasiado, ni intervenir en la economía y mucho menos si lo hacen con sus propias monedas y sus propios bancos centrales, porque provocan aumentos de la inflación. Es la teoría que promovió los tratados que han impuesto la austeridad en Europa, como el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, han justificado el férreo control de los déficits y han forzado un retroceso del estado del bienestar en las últimas décadas.

También es esta teoría la que ha fundamentado la doctrina anti-inflación de bancos centrales como el Bundesbank o el BCE que tienen prohibido financiar déficits públicos y ha servido para imponer la independencia de la mayoría de bancos centrales occidentales que han sido expropiados a los ministerios de Hacienda y Economía, poniéndolos al servicio del sector bancario privado.

Así pues, esta propuesta, pese a ir asociada a menos ataduras de austeridad, admite que son los mercados los que deben de dar permiso a los estados para financiar el esfuerzo para salir de la crisis, dado que serían estos mercados los que comprarían la deuda emitida y permitirían al BCE no hacerse cargo de forma discrecional e indefinida del esfuerzo de la crisis. Equivaldría, en definitiva, a aumentar la deuda a través de mecanismos de mercado.

Es cierto que estos "activos seguros" que serían los eurobonos podrían servir para romper la dependencia entre los bancos y el sector público de un mismo estado, permitiendo una mayor internacionalización bancaria y así una mayor integración de los mercados europeos. Sin embargo, es muy discutibles que necesitemos mayor globalización financiera y más mecanismos de mercado para poder financiar este esfuerzo de crisis. Y también es muy peligroso utilizar las presiones de la  crisis para asociar la suerte del proyecto de integración de la UE a la resolución exitosa de la crisis.

Resumiendo, en nuestra opinión, la emisión de eurobonos en el mercado legitimaría este marco teórico neoliberal que deberíamos de enterrar para siempre. Esta propuesta, además, continúa alejando las herramientas económicas con las que cuentan los estados de su ciudadanía, cosa que ahondaría el déficit democrático que ya sufrimos en Europa.

Finalmente, la tercera y última propuesta sería que los estados emitan bonos para combatir la crisis, en la medida en que sea necesario y centrándose en las "cantidades humanas" y que los bancos centrales los compren a perpetuidad y a tipo de interés 0%.  Tal como afirma el ex-director de investigación del Banco Mundial, Branko Milanovic aquí, en una situación de guerra (equiparable a la actual) no son los parámetros financieros los que deben de contar, sino la cantidad de vidas de enfermos salvadas y la cantidad de trabajadores en las diferentes ocupaciones que nos permitan salvar estas vidas y mantener el suministro de la economía mientras estas no vuelva a la normalidad. Esto significa no ahorrar a la hora de mantener la sociedad de pie por miedo a que luego habrá que pagar la factura. Es por esto que el marco conceptual que nos hace falta es el de un "jubileo moderno", un rescate para la mayoría.

Este tipo de propuesta en estos días ha tenido soporte con diferentes matices de voces muy transversales en el mundo, desde Zapatero que solicita cancelaciones de deuda para los países latinoamericanos (ver aquí) hasta el catedrático de la UPF Jordi Galí, que, de forma similar a nosotros, pide la financiación directa de los déficits de la crisis del covid-19, sin que estos computen como deuda (ver aquí).

Este gasto que todos los estados deben de hacer para afrontar la misma amenaza debe de ser cancelada o, si se prefiere, no debe de computar como deuda. Esto es bien fácil de hacer. Actualmente, el BCE ya ha puesto en marcha un programa extraordinario de compra de bonos, llamado Programa de Compra de Emergencia per la Pandemia (PEPP). Este programa comprará la deuda de los Estados miembros en el mercado secundario (es decir, a los bancos) y será flexible respecto a las proporciones que puede comprar de cada Estado, obviando temporalmente el mandato de comprar solo en la misma proporción en que los Estados son socios del BCE. Esto irá acompañado del levantamiento de las restricciones de déficit establecidas en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. En nuestra opinión, estas ya son medidas adecuadas de solidaridad europeas y hay que pelear para que el BCE las mantenga de forma perpetua para la deuda emitida durante el período de crisis, no permitiendo que se pueda descargar la responsabilidad en mecanismos de mercado cuando pase la crisis, cosa que podría provocar nuevas presiones en nuestros países con altos niveles de endeudamiento que podrían llevar a nuevos programas de ajuste o quiebras estatales.

Como conclusión, consideramos que esta última versión de eurobonos o coronabonos, que serían comprados directamente por el BCE a perpetuidad con interés 0% y limitados a este período de lucha contra la crisis del covid-19, son los únicos eurobonos que van más allá del marco conceptual neoliberal y, por tanto, de las lógicas de poder y negociación neoliberal que han hipotecado las vidas de muchas personas, principalmente en el sur de Europa.

Tras años de tensiones institucionales dentro de la UE se ha conseguido que una institución comunitaria, el BCE, haya trascendido el marco neoliberal y haya despolitizado a nivel europeo los déficits públicos. Los esfuerzos de los movimientos europeístas no deben de ir en la dirección de quitar presión al BCE para ponerla en las instituciones intergubernamentales, donde las diferencias ideológicas en política económica son evidentes y la repolitización europea del gasto público sería cuestión de tiempo. Alertamos que este ha sido un movimiento poco prudente para preservar el terreno ganado al Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Esperemos que estemos a la altura  en este debate complejo y lleno de sutilezas que se nos presenta.

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