Dominio público

La muerte, la pandemia  y la decadencia de lo humano  

Marcos Roitman Rosenmann

Sociólogo y analista político

Es tan obvio que no lo vemos. Lo humano hace tiempo que zozobra, agoniza. La pandemia no ha sacado lo mejor de nosotros, más bien deja al descubierto las miserias de un individualismo  que carcome los cimientos de cualquier especie social: la cooperación para el bien común y en el caso del homo sapiens, sapiens, para una vida digna. Cuando la muerte se convierte en razón política para mantener cohesionada a la población,  no es el covid-19 el objetivo, son  sus   portadores. La realidad no da motivo para el optimismo.  Los mensajes enviados por el poder político son claros, si alguien tiene que sobrevivir, no son las personas, es el sistema.  Al virus  no le afectan las distinciones sociales, aunque es la estructura de clases la que impone su lógica. Los más vulnerables, los desprotegidos, los condenados de tierra, son los primeros en caer. Hoy,  los médicos, a su pesar,  se ven obligados a decidir ante la falta  de respiradores artificiales, en España e Italia, quienes tienen derecho a ser entubados y por ende más opciones de salir adelante. Nuestras sociedades, preocupadas por impedir la eutanasia,  ahora, practica la eugenesia.  Frits Rosendaal, jefe de epidemiologia del Centro Médico de la Universidad de Leiden, en Holanda, país de los tulipanes declaró: "En Italia, la capacidad de la UCI se gestiona de manera distinta a Holanda. Ellos admiten a personas que nosotros no incluiríamos porque son demasiado viejas. Los ancianos tienen una posición muy diferente en la cultura italiana"  Débiles y viejos pueden ser víctimas  del Coronavirus con la certeza de morir en sus casa.

La Comunidad de Madrid obliga a los trabajadores de la salud, a pesar de estar infectados, a seguir en sus puestos, contaminando a todo tipo de pacientes, mientras la empresa privada  de la salud,  HM,  con 17 hospitales y 21 clínicas, solicita a su personal tomen vacaciones, pidan bajas incentivadas, permisos, excedencias o reducir jornada. Mientras, arrecian las críticas a China, devaluando el éxito en detener la pandemia. Mejor muertos que bajo el yugo del comunismo. Occidente, alaba el sistema de libertades individuales,  de mercado, la propiedad privada y la libre circulación de personas (sic). El hambre, la desigualdad social, la explotación o la compraventa de seres humanos son considerados  logros irrenunciables. Nuestros muertos por el COVID 19 lo harán  por falta de material ¡es la libertad de elegir!  El discurso anti-comunista  apuntilla: China es una sociedad sometida  a un severo control digital mediante un Big data que impide la privacidad.

¿Acaso en nuestras sociedades, el control digital del Big data no funciona? Los militares han tomados las grandes ciudades y ejercen el control de la población. Incluso España solicita el apoyo de la OTAN. Aconsejo leer a  Eric Sadin: La sicolonización del mundo. La irresistible expansión del liberalismo digital  y La Humanidad Aumentada. La administración digital del mundo. En nuestras sociedades, dice: "poco a poco emerge una gubernamentalidad algorítmica y no solamente aquella que permite a la acción política determinarse en función de una infinidad de estadísticas y de inferencias proyectivas, sino incluso aquella que ‘a escondidas’ gobierna numerosas situaciones colectivas e individuales. Es la forma indefinidamente ajustada de una ‘administración electrónica’ de la vida, cuyas intenciones de protección, de optimización y fluidificación dependen en los hechos de un proyecto político no declarado, impersonal, aunque expansivo y estructurante. Es el surgimiento de una política de la técnica ubicuamente distribuida y que se caracteriza solo por la inteligencia del tiempo presente y del futuro inmediato, ya que está programada para analizar, en el aquí y ahora, una infinidad de situaciones, y para sugerir o decidir de la mejor manera posible soluciones pertinentes".

Tras la pandemia, emergerá un capitalismo mejor dotado para la dominación digital. Hacer diferencias entre China y Occidente, bajo el binomio totalitarismo versus libertades individuales es poco serio. Todo régimen político es un orden de dominación ¿hay que recordarlo?  Asimismo, viviremos un período de luto social que unirá a tres generaciones: milenial, posmilenial y los mayores de 65 años.  Compartirán una experiencia inimaginable por su dimensión global en lo  social, económico, político, y cultural.  Los sobrevivientes mirarán con recelo al resto de humanos, se aislaran y la comunicación verbal perderá fuerza.

En cuarentena, nos sentimos solidarios.  Somos presas del  mito del eterno retorno. Cada  31 de diciembre juramos ser mejor persona, y a los pocos días ya hemos abandonado los objetivos trazados. Ahora nos emborrachamos de buenas intenciones. Mejorar la sanidad, disminuir la desigualdad, desprivatización de servicios esenciales, mayor inversión social. etc. Pero sin voluntad política nada ello será posible. Y las directrices van en esa dirección. Somos presas del dilema del prisionero, colaboramos por egoísmo, no por el bien común.  Las grandes fortunas, las trasnacionales, el capital financiero, seguirán campando a sus anchas. Las empresas están despidiendo a sus trabajadores, mediante ERTE, y ERES. Curiosamente las que más beneficios obtienen: automotrices,  tecnológicas,  aeronáuticas y el sector bancario. Sólo en España y desde que se aprobaron las medidas extraordinarias, un millón y medio de trabajadores se han ido al paro. El Corte Ingles, Zara, se frotan las manos. Las ayudas serán capitalizadas por las grandes fortunas. Que decir de los equipos de futbol. Mientras un entrenador gana 25 millones de euros al año, su club, plantea realizar un ERTE a sus trabajadores.

Aun así,  hay ingenuos que creen en un cambio de actitud de empresarios,  elites gobernantes, organismos e instituciones internacionales. Basta recordarles la historia  del siglo XX y las dos décadas del siglo XXI, para contradecirles. Dos Guerras mundiales,  Hiroshima y Nagasaki,  Vietnam, los aislamientos de Gaza, Cisjordania, las guerras en Centroeuropa, África y Asia, etnocidios y genocidios, golpes de Estado en América latina  o  cincuenta años de bloqueo a Cuba. Seguimos una estela de muerte. Kant erró, no es posible la paz del imperativo categórico. La existencia de una especie social que aboga por el individualismo está condenada al fracaso y su  extinción. Aun así, hay que pensar para ganar, no solo resistir. El capitalismo digital no es opción.

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