Dominio público

'Riders', trabajadores esenciales durante la pandemia

Jaime Cedrún

Secretario general CCOO Madrid

José María Martínez

Secretario general Federación de Servicios de CCOO

Un 'rider' de Uber Eats circula por la Puerta del Sol, en Madrid. E.P./Ricardo Rubio
Un 'rider' de Uber Eats circula por la Puerta del Sol, en Madrid. E.P./Ricardo Rubio

La pandemia desatada por la covid-19 ha asestado un golpe durísimo a nuestra sociedad. Para salir de esta situación ha sido imprescindible el esfuerzo de los miles de trabajadores y trabajadoras que se han dejado la piel para que pudiéramos quedarnos en casa. Entre estos trabajadores considerados por el Gobierno como ‘esenciales’ se encuentran los llamados riders -repartidores en bicicleta a través de plataformas digitales-, que han recorrido las ciudades día y noche, hiciera frío o calor, para poder traernos comida, productos farmacéuticos y otros bienes necesarios, sometidos a altos niveles de precariedad, inseguridades y desprotección.

Las grandes empresas del sector abandonaron a los riders a su suerte frente al virus sin haberles garantizado el material de protección necesario: mascarillas, guantes o gel hidroalcohólico, y dejando así a estas personas en una situación de indefensión tanto para su salud como para la de sus familias. Sólo cuando la acción sindical organizada intervenimos en la elaboración de las Guías de Prevención ante el contagio SARS-COVID19 promovidas por el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, se puso remedio y medidas de protección para este colectivo laboral también.

Por si esto fuera poco, lejos de garantizar la seguridad y el bienestar de los riders, han llevado a cabo enormes recortes en el precio de las tarifas de las entregas, menguando sus ingresos y abocándoles a una catastrófica situación económica. El recorte no ha sido una nimiedad: se ha rebajado más del 50% el ingreso que cobran por cada entrega, pasando de 2,5€ por recogida a 1,2€. Como colofón, el seguro médico que ofrecen las empresas a sus riders sólo les asegura un ingreso de 100 euros a la semana si estos se contagiaran del Covid-19 durante el desarrollo de su jornada laboral.

Uno de estos trabajadores de reparto lo definía a la perfección en prensa hace escasas semanas: su situación parece inspirada en la serie distópica Black Mirror. Trabajadores considerados como esenciales, y en medio de una pandemia mundial, con sus encargos pendiendo de un hilo marcado por las ‘valoraciones de los clientes’ a través de las apps, el tiempo estipulado de entrega o el rechazo de los pedidos. Si realmente queremos superar esta pandemia avanzando hacia el horizonte de una sociedad mejor, más unida, más solidaria, no podemos abandonar ni dejar atrás a quienes, como los riders, se han jugado todo por nosotros.

A pesar de la situación provocada durante el confinamiento por la pandemia, la deplorable condición de los derechos laborales de los riders no es ninguna novedad. Las plataformas digitales, eje vertebrador del negocio del delivery que cada vez expande su modelo a más sectores laborales, han sido la herramienta perfecta para la constitución de nuevas formas de explotación del trabajo. Bajo el eslogan de la flexibilidad y la autonomía están destruyendo el marco de las relaciones laborales tradicionales, los derechos laborales y la garantía de seguridad conque las personas trabajadoras aún podían contar. Esta operación aporta ingentes beneficios económicos a unas empresas cuyas responsabilidades con sus empleados y empleadas son prácticamente nulas. Y, por contra, causa enormes estragos a estos últimos que se ven arrojados a una precariedad absoluta donde el trabajo y los ingresos están determinados por un algoritmo.

Los gigantes del sector han tratado de ampararse en la farsa de un supuesto modelo de ‘economía colaborativa. Sin embargo,se evidencia que no hay economía colaborativa donde existe un trabajo realizado, un producto recibido y un beneficio económico, y mucho menos donde la capacidad de negociación de una las partes es completamente nula. Desde Comisiones Obreras defendemos, como numerosas sentencias dictadas por los tribunales de justicia, que la relación que se mantiene entre riders y empresas es estrictamente laboral. Y es que todas las características de su condición apuntan en esta dirección: hay un contrato de trabajo, hay una dependencia jerárquica y existe ajeneidad, al no participar el rider en la relación entre plataforma y cliente.

Las consecuencias de que los riders sean falsamente considerados como autónomos por parte de las empresas son nefastas y graves. Se cristalizan en torno a cinco ejes básicos: con la actual consideración como falsos autónomos no queda garantizada jurídicamente su relación laboral; no quedan garantizadas para los trabajadores las coberturas sanitarias en casos de enfermedad o accidente laboral; no queda garantizada la cobertura por desempleo; no quedan establecidos los costes que debe asumir cada parte contractual (riders-empresa); y, por último, no hay una regulación acerca de la disponibilidad y la jornada laboral de los riders. Acerca de la última cuestión, incluso el propio Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha reconocido como jornada de trabajo el tiempo de disponibilidad localizada.

Los mismos riders describen sus experiencias en las plataformas como un infierno: cuentan que para lograr un ingreso mínimo que les permita la subsistencia deben dedicarle, de media y como mínimo, unas 50 horas semanales a la bici. Es decir, seis jornadas laborales de ocho horas más dos horas extra, todo en siete días. Un modelo insostenible que esclaviza en nombre de la libertad de horario.

El funcionamiento de la plataforma incorpora niveles superiores de maltrato hacia los derechos laborales camuflados en nuevos modelos digitales. A través de los algoritmos de las app de las plataformas te castigan durante horas de tardes o madrugadas sin encargarte pedidos por no haber estado disponible en horas de alta demanda. Las vivencias de estas condiciones las narra, por ejemplo, Luis, un ciudadano venezolano de 23 años que cuenta que "hay veces que me dejan como castigo hasta las 3 de la mañana pasando frío, por no haber estado disponible en horas de alta demanda". En definitiva, las condiciones laborales son de sometimiento durante veinticuatro horas al día y siete días a la semana a las demandas de la empresa, un modelo de precariedad absoluta que vulnera flagrantemente los derechos de los trabajadores.

Como es bien sabido estas starts up requieren de importantes flujos de financiación, ya que son proyectos que se expanden con notable anterioridad a la demostración de rentabilidad y al comienzo de la declaración de beneficios netos. Se mueven por las expectativas de la marca y del sector. Por ello, en muchos casos este tipo de empresas crecen y se hunden tan súbitamente sin que el espectador lego entienda muy bien porqué. Mientras van expandiendo su marca por nuevos mercados se dedican a la búsqueda incesante de fondos de capital-riesgo que estén interesados en financiar su empresa a corto plazo. Estos fondos, que a menudo acreditan su denominación más peyorativa, buitres, son conocidos por unas actividades económicas que, lejos de generar prosperidad y desarrollo económico, están basadas en las oportunidades de negocio que ofrecen las estrategias de especulación, precarización, desregulación laboral, combinadas con la utilización de toda su capacidad para generar estructuras de ingeniería fiscal que les permiten esquivar sus obligaciones fiscales para con el Estado y en consecuencia con la sociedad.

La descripción ofrecida sobre las plataformas de delivery refleja una nítida imagen de un modelo de negocio construido sobre los cimientos de la explotación y la precarización de trabajadores considerados falsos autónomos. Un modelo sostenido y promovido por aquellos que son expertos en hacer fortuna esquilmando al conjunto social y que con frecuencia, se asocian a la inversión de patrimonios especializados en los negocios "concesionales", auténticos representantes del "capitalismo sin riesgo"

Los riders han demostrado durante la pandemia ser una pieza clave e imprescindible para el engranaje de nuestra sociedad, siendo especialmente fundamentales para colectivos de riesgo o que padecen movilidad reducida, y sobre todo para nuestros mayores. Sabemos que es una actividad que va a seguir creciendo a medida que se desarrolle más y más el e-Commerce y todo lo que comporte la distribución en "la última milla".

Asimismo, podemos descontar que estas empresas, como pasó con Amazon que inició su actividad vendiendo libros electrónicos, tienen vocación de diversificarse a todo tipo de servicios y actividades. Es por ello, que antes de que muten hacia el mundo "multiservicios digital" sin ningún tipo garantías sociales, debemos exigir como sociedad que se haga política para proteger a las personas. Se ha de legislar sí, que se reconozca que los riders trabajan por cuenta ajena y se dignifique su labor. Pero si no se hace con premura, habrá que iniciar la vía de la negociación colectiva con aquellas empresas que apuesten por un nuevo marco, sostenible y justo. Han arriesgado su vida para que nosotros estuviéramos a salvo en la comodidad del hogar, y lo han hecho además con unas condiciones degradantes. Se lo debemos, nos lo debemos.

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