Dominio público

Transición hídrica y cambio global: del diagnóstico a la acción

Julia Martínez Fernández

Directora técnica de la Fundación Nueva Cultura del Agua

Pixabay.
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Vivimos tiempos de cambios y de incertidumbres. De la pandemia por la covid 19 al incremento de las inundaciones, de la creciente presencia de plagas o enfermedades propias de otras latitudes a sequías en territorios que hasta ahora se habían visto libres de ellas o a temporales costeros inusitadamente intensos; todo parece estar cambiando a la vez y a peor. Estos fenómenos, aparentemente tan dispares, comparten factores comunes en sus causas, como el deterioro de los sistemas naturales y el cambio climático. Pero comparten algo más: la evidencia de que las viejas formas de pensar y de hacer, las que nos han traído hasta aquí, ya no son válidas. No es casualidad que de un tiempo a esta parte cada vez se hable más de transiciones, como la transición ecológica o la energética. Pero hay una transición especialmente urgente y frente a la que las resistencias son muy fuertes: la transición hídrica. ¿Por qué ya no valen las formas de gestionar el agua que hemos venido aplicando hasta ahora?

La respuesta corta a dicha pregunta es porque lo que hace unas décadas podía ser una solución, ahora, en muchos casos, agrava el problema. Veamos. La Directiva Marco del Agua, de la Unión Europea, ha impulsado la elaboración de análisis y planes hidrológicos con un enfoque novedoso respecto a lo que venía siendo la práctica habitual en España (y en otros países) antes de dicha Directiva. Este nuevo enfoque, entre otros muchos aspectos, sitúa el buen estado ecológico de las masas de agua como el objetivo prioritario a alcanzar y obliga a una gestión integrada de todo el ciclo del agua, a la recuperación de costes y a la participación de todas las partes interesadas, concepto mucho más amplio que el de usuario del agua y que potencialmente incluye a toda la ciudadanía. Sin embargo, tras 20 años desde la aprobación de dicha Directiva, los problemas del agua no han hecho sino agravarse. Un vistazo a los medios de comunicación, pero también a la realidad más cercana, basta para comprobar la magnitud de los retos a los que nos enfrentamos.

En efecto, en España tenemos ya grandes problemas para atender las crecientes demandas, problemas que se están agravando por la reducción de recursos debido al cambio climático y que estallan con intensidad durante los cada vez más frecuentes periodos de sequía. La contaminación difusa agraria continúa expandiéndose por buena parte de los acuíferos y tramos fluviales, lo que a su vez está afectando a las fuentes de suministro de agua, obligando a nuevas infraestructuras y tratamientos y aumentando los costes del abastecimiento urbano, un derecho humano que no siempre está plenamente garantizado. En España estamos perdiendo biodiversidad acuática a marchas forzadas, justamente la más amenazada y en la que contamos con mayor proporción de endemismos, es decir, de especies únicas y por tanto más relevantes en el contexto europeo. El cambio climático no sólo está reduciendo el agua disponible, también está aumentando la frecuencia de lluvias torrenciales, que se suma a la ocupación de zonas inundables y dispara los daños por inundaciones. Muchos ríos, lagos, humedales y aguas de transición y costeras muestran una degradación intensa por reducción de caudales, contaminación, infraestructuras hidráulicas y otros factores, todo lo cual debilita la capacidad de estos ecosistemas acuáticos para proporcionar agua limpia, depurar de forma natural las aguas o regular los ciclos de nutrientes, por mencionar algunos de los muchos servicios que nos proporcionan. Podríamos seguir.

Una de las razones que inciden en este panorama es que, pese a la aplicación formal de la Directiva Marco del Agua, en muchos casos se ha mantenido la primacía de los viejos objetivos de satisfacción de las demandas, en las que destaca el regadío, principal consumidor del agua disponible en España y se han seguido aplicando las viejas soluciones, centradas sobre todo en infraestructuras hidráulicas como método estándar para casi cualquier problema relacionado con el agua.

Sin embargo, desde múltiples ámbitos, del científico-técnico a los colectivos ciudadanos, de las administraciones públicas a las entidades privadas, también se están explorando nuevas visiones, nuevos objetivos y nuevas soluciones. De todo ello vamos a hablar en el XI Congreso Ibérico de Gestión y Planificación del Agua, que, organizado por la Fundación Nueva Cultura del Agua, se celebrará en formato online los días 3,4,5,7,8 y 9 de septiembre. El lema de esta edición del congreso, ‘Transición hídrica y cambio global: del diagnóstico a la acción’, deja claro su objetivo.

Las cuatro áreas temáticas en las que se organiza el Congreso, definen las prioridades sobre las que necesitamos avanzar: 1) Transición Hídrica, 2) Soluciones Basadas en la Naturaleza y otros enfoques innovadores, 3) Gobernanza, educación y comunicación y 4) De los ETI a los programas de medidas. El Congreso, de carácter ibérico, reunirá a cientos de expertos en aguas de España y Portugal procedentes del mundo académico, de las administraciones públicas, de las organizaciones ambientales y colectivos sociales y de entidades privadas, para compartir visiones y debatir en torno a la hoja de ruta que necesitamos, integrando todas las perspectivas, incluyendo la económica, la social, la ecológica, la jurídica y la cultural.

El XI Congreso Ibérico de Gestión y Planificación del Agua constituye una oportunidad única para conocer de primera mano los debates actuales y los enfoques más innovadores, para participar y aportar a tales debates y para conocer a expertos e interesados en estas cuestiones y compartir con ellos ideas y soluciones. El formato online de esta edición facilita además la participación, al no requerir desplazamientos. Están todos invitados.

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