Dominio público

Permisos de paternidad/maternidad en 2021: lo que sí se pudo pero no se hizo

María Pazos Morán

Investigadora sobre economía feminista. Su último libro publicado es 'Contra el Patriarcado. Economía Feminista para una Sociedad Justa y Sostenible'. Blog: www.mariapazos.com Twitter: @MariaPazosMoran

Pixabay.
Pixabay.

Estos días es noticia que el 1 de enero se completará la ampliación a 16 semanas del permiso por nacimiento de los padres (y de las madres no biológicas) para llegar a ser de igual duración que el de la madre biológica, intransferible y pagado al 100%.

La sociedad española ha comprendido que los padres necesitan estar al cargo de sus bebés el mismo tiempo durante los primeros meses de vida, porque de lo contrario no podremos aspirar a la igualdad en el cuidado y en el empleo. ¿Quién nos lo iba a decir hace tan solo 13 años, cuando la PPIINA (Plataforma por Permisos Iguales e Intransferibles) se lanzó abiertamente al ruedo con esta que ahora nos parece una obviedad?  Las personas que hemos trabajado en esta plataforma podemos estar orgullosas de haber contribuido al difícil proceso social de ruptura con la ideología patriarcal dominante.

Fue un camino fascinante que íbamos haciendo a través de la reflexión y acción colectiva. Teniendo en cuenta las experiencias nacionales e internacionales, y sobre todo con el objetivo de la igualdad entre hombres y mujeres siempre presente, fuimos contradiciendo uno tras otro los argumentos engañosos, como que las madres prefieren que se alargue el permiso de maternidad, o que no había dinero, o que los padres se iban a ir al futbol en lugar de cuidar, o que mejor serían los permisos transferibles para que las parejas pudieran ejercer el supuesto "derecho a la elección familiar", etc.

Pero nos han vuelto a engañar. Porque lo que tendremos en 2021 no serán permisos igualitarios; los hombres en general no podrán quedarse al cargo de sus bebés el mismo tiempo que las mujeres. Las madres con empleo fijo (y marido del que depender económicamente) tendrán que seguir tomándose excedencias y reducciones de jornada cuando se les acabe su permiso, excepto una minoría de profesionales que podrá externalizar el cuidado a otras mujeres. Las mujeres seguiremos siendo las principales cuidadoras y llevaremos en la frente el cartel de "menos disponible para el empleo". Y todo esto seguiremos pagándolo muy caro.

En efecto, la regulación tiene trampas en la letra pequeña, como viene explicando la PPIINA. Pongamos un caso que es bastante general: si un padre quiere tomarse dos semanas mientras la madre se recupera del parto, y dejar otras 14 para tomárselas a tiempo completo desde el momento en que ella se reintegre a su puesto de trabajo, no podrá hacerlo: las primeras 6 semanas tendrá que tomárselas seguidas a partir del nacimiento (por ley). Y las otras diez tampoco tendrá la potestad de tomárselas a tiempo completo en las fechas deseadas sino que, según reza el RDL 6/2019, "podrán disfrutarse en régimen de jornada completa o de jornada parcial, previo acuerdo entre la empresa y la persona trabajadora". De hecho, la empresa es quien comunica a la Seguridad Social las fechas (puede ser hasta por semanas sueltas) y el régimen de jornada. Así que probablemente la empresa le dirá al trabajador que se lo tome todo simultaneo con la madre, o bien a tiempo parcial, o por semanas sueltas cuando haya menos carga de trabajo. Que no se descuelgue completamente.

Conclusión: el permiso del padre queda invalidado para esa transformación social monumental que supondría el que la mayoría de los hombres se quedaran solos al cargo de su bebé a tiempo completo durante 14 semanas.

¿Cómo es posible que se hayan colado estas trampas sin gran escándalo? Por un lado, muchas empresas prefieren seguir aprovechándose de una mano de obra femenina barata y de una masculina totalmente disponible. Por su parte, muchos hombres no estarán demasiado disgustados; al fin y al cabo todos intuyen que cuidar a un bebé exige mucha dedicación y, además, hace perder oportunidades laborales. En resumen: la consabida alianza del patriarcado y el capitalismo funciona, y el Gobierno ejecuta.

Al igual que la mística de la feminidad nos decía antaño que la mayor aspiración de las mujeres era complacer a sus maridos y sacar brillo al suelo del salón, hoy la mística de la maternidad nos dice que la mayor aspiración de las mujeres es ser madres y quedarse en casa con sus bebés todo el tiempo posible. Todo esto estaba saliendo a la luz en la ola feminista que ha quedado congelada con los confinamientos, y la inmensa mayoría de las organizaciones feministas están por el reparto equitativo del cuidado. Porque en la realidad las mujeres quieren tener un empleo digno y un entorno personal y familiar agradable, pacífico y seguro. También muchas quieren tener hijos/as, pero no a cualquier precio, como demuestra el derrumbe de las tasas de fecundidad en todos los países, y sobre todo en los más tradicionales.

Los gobiernos europeos, obligados a reconocer estas evidencias, declaran el objetivo de la corresponsabilidad en los cuidados. Pero ningún país ha llegado a una regulación de los permisos que se traduzca en un uso igualitario. En todos los países, y en las directivas europeas, tras la retórica igualitaria se introducen trampas en las reformas de los permisos que desactivan su avance hacia la igualdad.

Por ejemplo en Suecia, en 1974, a las puertas de una reforma que debía equiparar totalmente los permisos, se coló calladamente la trampa de poder transferirlos entre progenitores (sabiendo de antemano que los padres se los transferirían abrumadoramente a las madres). Las sucesivas reversiones de esta transferibilidad han ido acompañadas del aumento en la duración total del permiso y de flexibilizaciones en su uso, de tal manera que ahora las madres acumulan más de un año en la práctica, mientras los padres tienen 3 meses intransferibles a disfrutar ¡a lo largo de 12 años!

Hay que reconocer que las trampas a la española son una novedad muy imaginativa que podría habérsenos escapado. Pero como hemos estado observando con lupa la actuación de cada parte interesada a lo largo de cada una de las redacciones de las proposiciones de ley, y finalmente del RD 6/2019, podemos afirmar que estas también son trampas muy conscientemente orquestadas, e incluso bien escondidas en medio de una legislación innecesariamente farragosa.

El discurso oficial seguirá repitiendo que, si los hombres siguen sin cuidar igual que las mujeres, es porque son machistas, o porque las mujeres desean acaparar el cuidado; volviendo así a los argumentos de siempre. Los gobiernos sucesivos seguirán anunciando leyes y planes de igualdad, de corresponsabilidad, de paridad; seguirán clamando que hacen todo lo posible por la igualdad de género pero que "la cultura" se resiste.

Estos argumentos se les están acabando; cada vez es más visible la disparidad entre las declaraciones y los hechos efectivos. En concreto, tener permisos igualitarios hubiera sido muy fácil. Hacerlo bien no hubiera costado más y hubiera permitido la utilización de ese dinero público para mejorar la vida de la gente. España hubiera sido el primer país que apostara efectivamente por la paridad en el cuidado, y el Gobierno podría haber podido vanagloriarse de ello.

Pero el Gobierno ni siquiera ha contestado a las 86 organizaciones que pedían la eliminación de las trampas antes del 1 de enero. Lo que podría haber sido una celebración se ha convertido en una decepción. Eso sí, el Gobierno no podrá decir que está por la igualdad mientras no cambie la regulación de los permisos. Esta noticia habrá pasado, pero resurgirá con cada declaración a favor de la igualdad, con cada medida. Porque la sociedad también ha comprendido que si se quiere la igualdad se dan pasos, y si no se dan pasos tan fáciles es que no se quiere la igualdad, por mucho que se diga.

Más Noticias