Dominio público

Con Argentina estamos todas

Beatriz Gimeno

Directora del Instituto de las Mujeres

Manifestantes celebran el resultado de la votación en el Senado de Argentina, a favor de la legalización del aborto, en Buenos Aires. EFE/ Juan Ignacio Roncoroni
Manifestantes celebran el resultado de la votación en el Senado de Argentina, a favor de la legalización del aborto, en Buenos Aires. EFE/ Juan Ignacio Roncoroni

No es posible minimizar lo que significa la conquista del derecho al aborto en Argentina. El derecho al aborto es la clave de bóveda de todos los derechos de las mujeres. No es el final, pero sin eso no hay nada. Todas las feministas sabemos lo que significa y por eso todas hemos vibrado y llorado en esta noche.

Pasé la noche pendiente de la votación (aunque a la mitad ya se veía que saldría) y he tenido ocasión de comprobar que a mi alrededor había muchas personas, hombres sobre todo que, aun apoyándolo, no le dan tanta importancia; y eso es porque muchas personas se han acostumbrado a una sociedad en la que dicho derecho forma parte de nuestra vida cotidiana. Pero no es así. Y no lo es de muchas maneras. El aborto clandestino sigue condenando a muerte o a cárcel a millones de mujeres en todo el mundo. Las cifras son terroríficas. Pero más allá de esas vidas de mujeres truncadas, cifras insoportables, esas vidas somos, por definición,  todas nosotras. Porque la razón de que ellas sufran la muerte o la cárcel (a veces de por vida) no es otra que un sistema patriarcal que se resiste a abandonar el control sobre nuestros cuerpos; la razón es un sistema de opresión que sigue pugnando, allí donde puede hacerlo, por someter a las mujeres, por controlarnos, por impedir que seamos nosotras las que tomemos las decisiones importantes sobre nuestras vidas que pasan, de manera inexorable, por el poder de decisión sobre nuestros cuerpos. Escuchar a algunos senadores argentinos en esta larga noche (noche para España) ponía los pelos de punta.

La segunda razón por la que esta votación es fundamental es que vivimos tiempos de  mucho y valiente feminismo, pero también de terrible reacción patriarcal en todo el mundo que amenaza muchas de las conquistas de las mujeres. Y la reacción está en parte sostenida y alentada por organizaciones que se hacen presentes como iglesias en América Latina. El fundamentalismo religioso está poniendo y quitando gobiernos que arrasan con los derechos de las mujeres y para estas organizaciones no hay fronteras. Son una transnacional del odio y la misógina. En América Latina hay muy pocos países que reconozcan el derecho al aborto (Argentina es el primero de los grandes) y hay, en cambio, varios países que encarcelan de por vida a las mujeres por someterse a abortos clandestinos (incluso por padecer abortos espontáneos). Lo que se pierde en cualquier lugar nos amenaza a todas porque el patriarcado es universal, como lo es la resistencia de las mujeres al mismo. Por eso las victorias son siempre de todas aunque el mérito sea en este caso del movimiento feminista de Argentina, de su lucha sostenida en el tiempo, de su potencia transformadora.  Y esta enorme victoria allí es un estímulo para la lucha de las compañeras en otros países de la región. La libertad y los derechos que conquisten unas son un faro para las otras y demuestra que unidas somos imparables.

Y en tercer lugar porque el derecho al aborto no está conseguido en ningún sitio de manera definitiva. En tanto el patriarcado exista nuestro derecho a decidir sobre nuestros cuerpos estará en riesgo. Lo hemos vivido en España hace poco tiempo, que no se nos olvide. No hace ni diez años del intento del PP por limitarlo. Y aun lo vemos cada semana cuando todavía las mujeres que acuden a abortar son acosadas a la puerta por fanáticos intolerantes contrarios a nuestras libertades básicas que se creen con el derecho de convertir en acoso público lo que es una opinión política particular. Acabar con ese acoso es una cuestión pendiente. Conseguir que se aborte en la sanidad pública con naturalidad, que ninguna mujer tenga que viajar fuera de su comunidad, que ninguna soporte ningún tipo de presión, que ninguna pase miedo, que ninguna tenga que soportar la opinión de nadie sobre su decisión, que todas las mujeres se sientan completamente libres...Aquí y en todo el mundo.  Solo me queda por decir (y lo hago con emoción)  ¡Viva la lucha de las mujeres! y ¡Gracias, hermanas argentinas!

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