Dominio público

Golpe No, Miedo Sí (en España también)

Tomás Alberich

Sociólogo, http://tomasalberich.blogspot.com/

Hoy plantear un debate sobre la elección de la jefatura del Estado no tiene que ver con visiones nostálgicas de repúblicas pasadas. Se trata de una cuestión de decencia democrática, de fortalecer el prestigio de nuestras instituciones con prácticas mínimas de transparencia y ejemplaridad.
Ada Colau (publico.es)

Estaba yo terminando este artículo, en torno a las posibilidades de un golpe de Estado en España, cuando resulta que lo estaban intentando, de verdad, en Estados Unidos, de forma chapucera desde luego, como todo lo relacionado con el trumpismo. Pero ahí están y es que las ultraderechas no paran de trabajar. Caminan hacia la republica bananera más potente y armada del mundo.

Aquí, con el nuevo año, en sociopolítica deberíamos de estar celebrándolo: aprobación definitiva y entrada en vigor de los primeros presupuestos de un Gobierno de coalición en ochenta años y otras muchas cosas más. Pero parece que no, que las cosas no van tan bien para el Gobierno como quisieran sus socios de coalición. La realidad es que los sondeos no les son muy favorables y los ataques, insultos, presiones llueven desde todos los lados.

Los éxitos recientes son evidentes. Al positivo acuerdo en la Unión Europea sobre los fondos extraordinarios anticrisis-covid, que benefician claramente a España, ha seguido el acuerdo sobre Gibraltar, dentro del espinoso y endiablado Brexit. Si tuviéramos una derecha razonable o un españolismo de centro deberían de estar aplaudiendo el acuerdo gubernamental y alabando, por ejemplo, que ahora las fronteras básicamente las controla España. Eso sí: si no se hubiera conseguido un acuerdo como el alcanzado, PP-Vox estarían acusando al Gobierno de haber regalado Gibraltar a los británicos (como si no fuera suyo de hecho) y, ya de paso, también de romper de nuevo España, esta vez por el sur.

La aprobación del proyecto de ley sobre la eutanasia, con una aplastante mayoría en el Congreso, aún más que la ya de por sí amplísima de los presupuestos, es también de por sí solo un acuerdo histórico. Que se une a otros de carácter social: antidesahucios, contra el corte de suministros por pobreza energética, el Ingreso Mínimo Vital (a pesar de su lento arranque y tramitación), los acuerdos sobre los ERTE, la no congelación de las pensiones y salarios públicos, la ley de Educación, etc. En conjunto, en las Cortes y en los pactos políticos, la rancia derecha está más sola y aislada que nunca. El bipartidismo puro y la alternancia perfecta (ahora gobierno yo, luego tú, luego ya otra vez yo...) no van a volver como antes, por mucho que unos y otros lo añoren.

Sin visos de adelantos electorales en el horizonte ni de ganar elecciones, en esta estable situación, la derecha golpista sigue ahí, muy viva y quiere hacerse un camino a recorrer.

Avanzan en los pasos clásicos para dar un golpe de Estado. Primero fue la judicatura. Movimientos desde el poder judicial, que nada cambie para que una parte siga en manos de la derecha ultra, trufada de franquistas. El PP se niega y negará a la renovación. Es un poder que no quiere soltar. Recordemos que varios golpes políticos contra gobiernos progresistas latinoamericanos han sido protagonizados o avalados por el poder judicial.

2º Después fue la movilización de la Iglesia católica y el conjunto de los movimientos fundamentalistas cristianos, manipulando a las escuelas privadas concertadas, el negocio y gran poder de la empresa privada que vive a cuenta del Estado, que se mantiene con el dinero de todos para el adoctrinamiento ultracatólico. Han salido a la calle a protestar en cuanto han visto que, con la nueva Ley de Educación, se cumplirá tímidamente el mandato constitucional de defensa de la escuela pública.

Tercero, los militares. Cartas, correos, wasaps, actos con apoyo a la insurrección del 36 y más cartas de franquistas. La presión militar irá a más, seguirá creciendo, si no se corta de raíz. Los contundentes discursos de la ministra de Defensa han contrastado con el nada decir del Rey. Pero seguramente los discursos gubernamentales son insuficientes.

Falta el cuarto paso, imprescindible: la inseguridad. Los disturbios en la calle, las acciones violentas, da igual del tipo que sean. Una táctica típica de la ultraderecha es sacar a su gente a protestar, a provocar, a crear algaradas... y luego decir que la situación es insostenible, que debe intervenir el ejército por la inseguridad que ella misma ha creado o potenciado. Todo multiplicado por sus altavoces comunicativos (En EEUU ya están diciendo que los que han provocado destrozos en el Capitolio han sido izquierdistas). Asegurar que la calle está incontrolada y que, dada la falta de seguridad para la ciudadanía y que las fuerzas policiales no son capaces de controlar, ya que están desbordadas o encorsetadas-atadas por un gobierno débil/incapaz... es por tanto necesario el siguiente paso, natural, que sean las fuerzas armadas las que intervengan y pacifiquen.

Pero los éxitos políticos del Gobierno y la actual estabilidad en España y la Unión Europea han ralentizado los procesos de protesta. Los disturbios en la calle han sido mínimos. Hay tres factores que podrían cambiar esta situación y romper la paz social: el primero y principal, un mayor hundimiento de la ya maltrecha economía, con una crisis de millones de nuevos parados y/o un nuevo y radical confinamiento domiciliario, haría aumentar la presión a unos niveles que para una parte de la población resultarían insoportables. El 2º sería el España se rompe, otra vez: un pacto con los independentistas catalanes para un nuevo Estatut, reforma de la Constitución, indultos... y otra vez las manifestaciones con las masas del trifachito en la calle, que tendrían que salir a la desesperada, a lo franctrump si quieren conseguir algo. El 3º podría ser un extenso ataque a la actual jefatura del Estado, desde abajo y desde arriba (del Gobierno), que fuera tomado como una provocación y "obligara" a una reacción institucional y militar en contra. Estos procesos son muy difíciles que se den, pero no imposibles.

Recordemos que los tres primeros pasos, en buena medida, ya se han dado: cúspide del poder judicial en contra del Gobierno, siguen haciendo nombramientos dos años después de estar en funciones; Iglesia y fundamentalismo religioso católico dispuesto a organizar protestas en la calle y a todos los niveles. Medios de comunicación afines y redes sociales echando leña al fuego a diario. Exmilitares y algunos en activo amenazando, indignados por la situación, protestando desde sus cómodas atalayas.

Si no se va a conseguir un golpe de estado, al menos a corto plazo ¿cuál es el objetivo? No es conseguir un golpe militar o un levantamiento militar, ni siquiera a lo 23F (1981). El objetivo inmediato es meter miedo, mucho miedo y conseguir romper el Gobierno, especialmente que salga Unidas Podemos de él. Para ello es imprescindible romper la unidad en el PSOE en torno a Pedro Sánchez. Y ahí el miedo puede hacer mella. El objetivo a medio plazo es ir creando las condiciones para, si lo anterior no se consigue, proceder a un levantamiento insurreccional que propicie un golpe de Estado.

Para el primer paso, romper la unidad interna en el PSOE de Pedro Sánchez y/u obligarle a romper el Gobierno de Coalición, las derechas cuentan con bastantes aliados y también colaboradores internos. Tenemos por un lado a los tres tenores, Lambán, Vera y García-Page, con el poder de sus baronías territoriales, dando golpes bajos y altos a cada poco y, por otro lado, permítaseme la licencia literaria, tenemos al interno trifachito de los socialistos Felipe González – Guerra- Rodríguez Ibarra, insultando al Gobierno siempre que pueden y los medios les ponen una alcachofa delante. Tanto unos como otros siguen sin perdonar a Sánchez su aplastante victoria sobre Susana y su status quo del sistema, ni se lo perdonarán nunca. Seguirán maquinando y conspirando siempre, mientras les queden fuerzas y medios de comunicación que les hagan caso.

Es este el contexto en el que estamos. Y en esta situación hay que medir fuerzas y afinar bien los objetivos. El Gobierno de Coalición ha conseguido claros avances y una estabilidad envidiable hasta hace pocos meses. Pero no puede confiarse, porque sus enemigos son múltiples y están en todo el arco parlamentario. No puede distraerse en polémicas internas absurdas, ni confiar que tiene tres años por delante.

La agenda social es y debe seguir siendo la mayor prioridad para el Gobierno. Conseguir la República o, al menos, que se celebre un referéndum sobre la forma de la jefatura del Estado es muy importante, pero sigue siendo no prioritario para la inmensa mayoría de la población. Para lanzarse a una ofensiva para cambiar la forma de la jefatura del Estado hay que medir bien las fuerzas y desde luego ahora son insuficientes. Y, sobre todo, hay que distinguir las funciones de unos y otros, de los de abajo, los movimientos sociales, y los de arriba, las de los partidos que forman parte del Gobierno. Los movimientos sociales, políticos y medios de comunicación republicanos pueden y deben seguir presionando a favor de la República como forma más democrática del Estado, y algunos lo están haciendo realmente bien, denunciando las tradicionales corruptelas de los Borbones, presionando en las calles y en las instituciones, etc.

Pero los ministros del Gobierno no pueden considerar que su prioridad es atacar a la monarquía. Sería un inmenso error. El video de Podemos del mes pasado sobre la monarquía con la música de la serie "narcos", incitando a la asociación de "monárquicos igual a narcos", es insultar a la población que se considera monárquica, Es una provocación innecesaria a una parte de la población española y al sistema institucional actual (poder judicial, fuerzas armadas, etc.). Y esto no es lo mismo que lo haga un colectivo social que un partido del Gobierno.

Los republicanos tenemos que asumir que los países europeos con monarquías parlamentarias están dotados de una estructura estatal democrática. Si es más o menos democrática dependerá de otros factores, no de la jefatura del Estado, aunque es innegable que lo más democrático es que todas las jefaturas sean elegibles y no dependan de ser hijo de...

La monarquía en España caerá poco a poco, antes o después. No por si sola, desde luego habrá que presionar para ayudarla a caer. Sus errores, corrupciones, privilegios, etc. son incomprensibles en una sociedad más democrática. Pero solo caerá aquí, como en el resto de monarquías, si se da ese proceso: el que se avance a más y mejor democracia. Si se retrocede en la justicia social, en la equidad, en la libertad, en los derechos humanos... para la inmensa mayoría de la población la monarquía será el último de sus problemas.

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