Dominio público

La insostenible concurrencia en la Fiscalía General

Ana Pardo de Vera

Directora corporativa y de relaciones institucionales de 'Público'

La comida de Florentino Pérez con la fiscal general, Dolores Delgado; el exmagistrado y abogado Baltasar Garzón, y el periodista Antonio García Ferreras, exdirector de Comunicación del Real Madrid y directivo de La Sexta, en el madrileño restaurante El Telégrafo ha despertado la indignación de las redes sociales y algunos altos cargos políticos... y no solo de los de la oposición al Gobierno. Que el encuentro, desvelado por Vozpópuli, se celebrara pocos días antes de que el presidente de ACS y del Real Madrid diera positivo en coronavirus, como se conoció este martes, solo ha echado más gasolina a un fuego que ha ardido durante horas en Internet y en muchas salas. Tampoco ha ayudado a frenar la indignación tuitera que el excomisario Villarejo, encarcelado desde hace más de tres años por la causa Tándem/causa Villarejo, haya tenido que ser ingresado en las últimas horas por "problemas neuronales". Villarejo es un viejo conocido de los cuatro comensales de El Telégrafo e, incluso, mantiene amistad con Garzón, cuyo despacho de abogados defiende en Tándem a quien fuera uno de sus hombres de confianza, Enrique García Castaño, el Gordo. Entre otros.

Sumen a todo este embrollo de presuntos intereses y amistades que el excomisario más famoso de España -con permiso de Gerardo Castilla (Tito Valverde)- fue ingresado apenas un día después de que su lúcido abogado, Antonio José García Cabrera, diera una extensa entrevista en TV3 el sábado por la noche, en el programa Preguntes Freqüentes - FAQs, con gran éxito de audiencia. El letrado granadino, muy consciente de la situación de su defendido, confirmó que, pese a que Villarejo podría acogerse a su derecho al silencio, tenía previsto hablar sin tapujos y contestar a todo lo que se le planteara en la comisión Kitchen del Congreso, donde se pretenden obtener respuestas sobre el espionaje a Luis Bárcenas, diseñado desde el Ministerio del Interior de Jorge Fernández Díaz para obtener pruebas que pudieran incriminar al PP en su causa sobre financiación ilegal y que tendría el extesorero del partido. No fue éste el único titular de García Cabrera, que advirtió asimismo, aunque no con estas palabras, que su cliente tenía información sobre todos los personajes del pasado y del presente de los mundos políticos y mediáticos -vino a decir que Eduardo Inda y otros periodistas ejecutores de las indicaciones del excomisario, tal y como recoge el sumario de Tándem, eran peccata minuta en comparación con los jefazos de los medios de comunicación con los que Villarejo se reunía a menudo- y que estaba dispuesto a largar de todo en plena sede de la soberanía nacional.

La entrevista al letrado de Villarejo en la televisión pública de Catalunya, sin duda, no tiene desperdicio y se produjo también 48 horas antes de que el PSOE, al que tanto costó convencer para que aceptara la comparecencia del excomisario, advirtiera de que la fecha de ésta no se conocerá hasta después de las elecciones catalanas, el 14 de febrero. Tampoco será de los primeros que hable, informaron tanto los socialistas como Unidas Podemos, porque este señor miente mucho, argumentaron, y aunque es delito mentir en una comisión parlamentaria, es mejor que hablen primero quienes digan la verdad (¿Bárcenas? ¿Rajoy? ¿Fernández Díaz, quizás?...) Seguiremos esperando, también a que el señor Villarejo se recupere y el señor Pérez siga sin síntomas de Covid.

Con todas estas novedades, empezando por la comida de El Telégrafo el viernes, resulta más sencillo contextualizar la indefendible situación de la fiscal general, tocada ya desde que el presidente del Gobierno decidió elegirla para este puesto inmediatamente después de ser ministra de Justicia, un puente de difícil justificación. En el Gobierno, en general, y en Moncloa, en particular, saben que la situación de Delgado compromete a Pedro Sánchez, salvo que éste tenga alguna razón oculta que compense tal compromiso. Sus reuniones con Villarejo, cuyo relato no se corresponde con las anotaciones del excomisario, tal y como desveló Público, y la destitución de uno de los dos fiscales anticorrupción de la Tándem Ignacio Stampa, porque habría mantenido una relación sentimental con una abogada de Unidas Podemos que ambos han negado y que nunca se pudo probar, han puesto de relieve la incompatibilidad de Delgado con un puesto decisivo para el ejercicio público de la justicia de todos/as.

Es del todo incoherente, como mínimo, destituir a Stampa a estas alturas de la investigación -fue uno de lo impulsores de la causa Tándem- y por un motivo nunca confirmado (es más, fuentes judiciales aseguran que tanto el fiscal jefe inspector como la Fiscalía Superior de Madrid han dado por probado que "tal relación no existió"), cuando la propia Delgado mantiene una relación con el dueño del bufete ILOCAD Baltasar Garzón Abogados, que ejerce la defensa letrada de varios investigados muy relevantes en la causa: el citado comisario exjefe de la Unidad Central de Apoyo Operativo (UCAO) Enrique García Castaño, íntimo amigo del exjuez; del exjefe del puesto fronterizo y exaltocargo de la Comisaría General de Extranjería Carlos Salamanca, así como del exmando de ambos, el exDirector Adjunto Operativo (DAO) Eugenio Pino.  ¿Es que buscan cargarse la causa Tándem? ¿Dejarla solo en la condena de Villarejo y cuatro actores secundarios más? ¿Que no se conozca todo lo que el Estado y sus distintos gobiernos dejaron hacer y deshacer al excomisario bajo su tutela y hasta recompensa durante 40 años? ¿Qué juego es éste y qué quieren ocultarnos?

Ahora, la comida de la fiscal general del Estado con Florentino Pérez, implicado y desimplicado en varias causas judiciales de corrupción (Gürtel, la del 3% de la exGeneralitat o como "perjudicado" en la propia Tándem), viene a ahondar en la llaga. ¿Qué hacía Delgado comiendo en plena pandemia y con la gestión de tantas residencias de mayores bajo sospecha y en vías de judicialización con el todopoderoso empresario que ocupa el segundo lugar del sector en número de centros (61), tal y como desveló Infolibre? ¿Es ése el comportamiento que se exige a la máxima representante de una institución crucial en la defensa de los intereses y la dignidad de tantas familias, enfermos/as y muertos en geriátricos infradotados o ultilizados como instrumentos de lucro? Desconocemos si éste fue el motivo de la comida; tampoco si el asunto era Villarejo, el nexo de los cuatro comensales. Pero ambas realidades delicadísimas están ahí, deben ser contadas al detalle y exigen prudencia, transparencia, claridad, explicaciones y asunción de responsabilidades por parte de quien comete un error indiscutible. En un momento de tantísimo sufrimiento humano, cuando la gente espera de sus dirigentes políticos el máximo compromiso y toda la dedicación, comportamientos tan parecidos al desprecio de un cargo público determinante como el que ocupa Delgado merecen una respuesta proporcional al malestar generado en los tres ámbitos del poder más la opinión pública, asqueada de tanto abuso de poder también en estos momentos. Ante tantas preguntas sin respuesta, es lo mínimo que podemos exigirle.

 

 

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