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La vuelta del 'correísmo' a la presidencia de Ecuador puede estar en manos del movimiento indigenista

Daniel Vicente Guisado

Politólogo y analista (@DanielYya)

La vuelta del 'correísmo' a la presidencia de Ecuador puede estar en manos del movimiento indigenista
Andrés Arauz, este jueves en el cierre de campaña en Quito. EFE/José Jácome

Un banquero de corte conservador, un economista seguidor de las ideas del socialismo del siglo XXI y un candidato indigenista. Estas son las tres figuras principales que se disputan la victoria en la primera vuelta de las presidenciales de Ecuador este domingo. Así, el país latinoamericano decidirá si vuelve al bloque de países de izquierda en el continente u opta por continuar la senda de libre mercado que abrió el actual presidente Lenín Moreno.

Las elecciones tendrán lugar este domingo, pero la carrera electoral comenzó mucho antes. Desde que Moreno, antiguo vicepresidente y candidato auspiciado por Rafael Correa, decidiera dar un giro de 180 grados pocos meses después de ganar los comicios, se desató una pugna por recuperar la herencia correísta. Moreno abandonó la vía socialista de Correa y optó por la del libre mercado, entablando relaciones amigables con distintas instituciones internacionales, pidiendo préstamos al Fondo Monetario Internacional y eliminando los subsidios a los combustibles, provocando con esta última medida unas protestas masivas en noviembre del 2019 cuya magnitud no se veía desde hacía muchos años en Ecuador.

Terminado el mandato, los datos son bastante claros. En noviembre del 2020 solo un 7% de ecuatorianos aprobaba la gestión de Moreno al frente del Gobierno. Una cifra que no ha parado de bajar desde su toma de posesión en mayo del 2017. Y desde hace un año, cerca del 90% de la ciudadanía cree que el país va por el mal camino. Moreno llegó al poder apoyado por una base electoral que rápidamente le abandonó, y sus giros económicos no le han servido para, más de tres años después, consolidar una nueva plataforma política y electoral a partir de la cual impulsar un segundo mandato. Por ello su reelección quedó condenada tiempo atrás. De hecho, las dos candidaturas asociadas a Moreno (Ximena Peña, la única candidata, y Juan Fernando Velasco, antiguo ministro de cultura) han hecho todo lo posible por desvincularse de su nombre y administración durante la campaña electoral.

Consecuentemente, el desprestigio de la presidencia de Moreno ha dejado espacio para que vuelva una competición encabezada por las dos corrientes protagonistas de la política ecuatoriana en la última década. Andrés Arauz, antiguo ministro en la última etapa de Rafael Correa, es el nuevo candidato patrocinado por el que fue presidente de Ecuador entre 2007 y 2017. Los vínculos entre Correa y Arauz son patentes, tanto en escenografía como en contenido. Muestra de ello fue la tentativa de Correa por presentarse en el ticket electoral con Arauz como vicepresidente. Un acto que fue desestimado por el Consejo Nacional Electoral por no hacerlo de forma presencial, ya que se encuentra en Bélgica condenado a 25 años de inhabilitación y ocho de prisión. A pesar de este contratiempo, la participación de Correa está siendo esencial. Su figura sigue representando más una ventaja que un hándicap. Una de las últimas encuestas de Celag mostraba que un 47,5% de la ciudadanía de Ecuador creía que el balance de la década de Correa había sido bueno. Uno de cada tres regular y solo el 13,9% pensaba que había sido mala. No solo su historial de gobierno, también sigue siendo una persona que despierta simpatías en la actualidad. Es el político, solo por detrás del propio Arauz, que mejor valoración tiene (50% de imagen positiva y 45% negativa). El presidente saliente, Lenín Moreno, cuenta con solo un 12% de imagen positiva. 

Además, la campaña de Arauz gira en torno a la necesidad de volver a las políticas económicas de la década correísta, en clara oposición a Moreno y su reemplazo, personificado en la figura de Guillermo Lasso, el otro polo de la competición ecuatoriana. Lasso no es ningún candidato nuevo. Con este domingo serán tres las ocasiones en las que ha intentado hacerse con la presidencia. En 2017 estuvo a 200.000 votos (poco más del 2%) de serlo. Lasso es un hombre que ha combinado siempre su faceta empresarial con la política. Ha sido gobernador, presidente del Banco Guayaquil, embajador, presidente de hasta cuatro fundaciones privadas, ministro de Economía y en 2017 salieron a la luz vínculos con hasta 49 empresas en paraísos fiscales. A pesar de este historial, Lasso entró por la puerta grande de la política ecuatoriana de la mano de numerosos movimientos de centro y de corte liberal. A partir del 2017, sin embargo, su oposición ha ido radicalizándose. Hoy presenta un programa que pretende impulsarse a través de la unión de la élite económica y del centro-derecha político.

Los bloques y las coaliciones electorales siguen estando altamente cristalizadas. El 88% de votantes que optó por Moreno en 2017 hoy votarían a Arauz, mientras que el 84% que apoyó a Lasso volverá a repetir papeleta este domingo. Una pista sobre cómo Moreno simplemente ha representado una anomalía en la política más reciente de Ecuador, y tras él los polos políticos vuelven a la disyuntiva entre continuar la senda de libre mercado o volver a la política económica que Rafael Correa implantó en 2007.

El contexto en el que se desarrollarán los comicios, al contrario de lo que podríamos pensar, no estará tan marcado por la crisis sanitaria como por las cuestiones económicas. Un tercio de los ecuatorianos considera los problemas de índole económica como los principales del país, y el 39,1% cree que la economía es el principal problema que el próximo presidente debería atender. Las cuestiones sanitarias, como el manejo del coronavirus, se sitúan en posiciones muy bajas, detrás del desempleo y la corrupción. Unos datos que se comprenden tras la mayor contracción de la economía ecuatoriana desde la década de los setenta (una caída del PIB del 11% en 2020). Así, el coronavirus, aparentemente, no será la razón principal que deprima significativamente la participación en el país. 

Una pista de esto último es que en Ecuador, excepto para menores de 18 años y mayores de 65, el voto es obligatorio. Un hecho que se traduce en altos porcentajes de participación en cada elección. No obstante, es esperable que no alcance los números del 2017 (81,6%, la más alta desde 2006). A pesar de ello, existe un porcentaje significativamente alto de indecisos. En función de la encuestadora, entre un 30 y un 60% (debido a los radicalmente distintos métodos que cada una utiliza). Por ello, el país parece estar sumido en una apatía importante. Cerca de la mitad (45,8%) de la ciudadanía cree que la situación económica de Ecuador empeorará, el 66,4% está poco o nada interesado en el proceso electoral del domingo, y si el voto fuera facultativo solo el 42% acudiría a las urnas. A pesar de volver al choque de bloques anterior, la situación parece ser radicalmente distinta.

Una coyuntura política que desde hace un tiempo está aprovechando Yaku Pérez, tercero en discordia. Dirigente indígena, es el candidato de Pachakutik, un movimiento indigenista que desde 1996 se presenta a las elecciones presidenciales. Durante su mandato, Correa consiguió fagocitar el movimiento, pero las protestas de noviembre del 2019 contra el Gobierno de Moreno dieron alas a Pérez, que desde hace meses está en un estable 10% de media. Su postura es de tercera vía, contra el correísmo y contra el establishment de derechas. Propugna una economía verde, protección del medio ambiente y la creación de un Estado plurinacional, así como una crítica frontal el extractivismo. 

Pérez será determinante a partir del domingo. Ninguna encuesta arroja una victoria holgada para ningún candidato. Aunque Arauz empiece a despuntar en los últimos meses, con una media de estimación de voto del 30%, todavía se halla lejos del umbral del 40% y la diferencia de 10 puntos con su rival más cercano para evitar una segunda vuelta. Lasso, por el contrario, no ha parado de bajar en las encuestas desde septiembre, colocándose en un 22% en la actualidad. Así, los votos de Pachakutik serán cruciales para decidir quién se llevará la presidencia en la segunda vuelta el próximo 11 de abril. Aunque a priori son votos más fáciles de trasvasar hacia Arauz que hacia Lasso, la radical diferencia propositiva respecto al modelo desarrollista entre el movimiento Pachakutik y el correísmo puede generar profundas tensiones que lleven a una desmovilización del electorado del primero. De hecho, en las anteriores elecciones presidenciales apoyó a Lasso y no a Moreno por ser este el candidato designado por Correa. "Es preferible un banquero a una dictadura", dijo en 2017. 

Tras cambios abruptos en los principales timones políticos de América Latina en el último lustro, parte del barbecho izquierdista aspira volver a la senda que el ciclo de gobiernos progresistas estableció a comienzos del presente siglo. Hay nuevas caras y candidaturas, pero los antiguos líderes actúan como mesías y auspiciadores de esta tentativa de volver a los mandos de los Estados más importantes del continente. Alberto Fernández en Argentina y Luis Arce en Bolivia ya lo han conseguido. En Chile existen posibilidades y en Ecuador el correísmo podría volver en los próximos meses. Varios ejemplos que evidencian que quizás nunca estuvimos ante un fin de ciclo definitivo, pero sí ante un posible agotamiento del mismo.

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