Dominio público

Los obstáculos a los que se enfrenta Ayuso para revalidar su gobierno si hay elecciones

Daniel Vicente Guisado

Politólogo y analista (@DanielYya)

Los obstáculos a los que se enfrenta Ayuso para revalidar su gobierno si hay elecciones
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, este jueves. EFE/Chema Moya Pool

Durante la jornada política del miércoles sucedieron muchas cosas. Es importante, pasados varios días, tomar distancia y analizar la situación con perspectiva. En esta vorágine de movimientos políticos sabemos firmemente varias cosas. Conocemos que las mociones en la Región de Murcia y en su capital saldrán adelante. Pendiente estaba el resultado, con una posible ruptura de la disciplina de voto de Ciudadanos en el horizonte, que durante la jornada del viernes finalmente se confirmó. También sabemos que esto desencadenó un acuerdo de disolución de la Asamblea de Madrid. Aquí, a diferencia de Murcia, Ciudadanos no parecían estar por la labor de replicar la táctica de sus homólogos murcianos. Aguado y su círculo, alineado con el PP como en Castilla y León y en Andalucía, nunca consideró seriamente la moción. La disolución, por el contrario, vino motivada por el surgimiento de una oportunidad que Ayuso esperaba desde hacía meses.

Esta iniciativa provocó que Más Madrid y el PSOE registraran una moción de censura cada uno, abriendo debates en torno a la posibilidad de invalidar la disolución de la Asamblea. Aquí acaban las seguridades de los hechos. A partir de ahora comienza un serio debate que, a todas luces, será judicializado y prolongado en el tiempo. La clave, por tanto, estará en ver si prevalece el acuerdo o el decreto de disolución. Si prevalece lo segundo podríamos estar ante la apertura de una puerta que podría socavar uno de los principios del parlamentarismo, como ya se ha apuntado. El Parlamento, recordemos, vigila y puede quitar confianza al Ejecutivo, pero también este puede disolver las cámaras si cree que no tiene la confianza suficiente para seguir gobernando. Es decir, si el decreto se impone al acuerdo estaríamos ante un antecedente importante mediante el cual cualquier oposición podría impedir elecciones anticipadas presentando una moción de censura en las horas que separen el acuerdo de disolución de su publicación por decreto en el Boletín Oficial correspondiente. 

De cualquier forma, si el decreto prevalece y las mociones llegan a término, Ayuso lo tendrá difícil para seguir gobernando. Con un Ciudadanos dolido y cabreado, sus escaños servirían no solo para tener un importante poder de negociación, sino además para hacerse con la Presidencia llegado el caso. Aunque tampoco debería descartarse una presión externa por romper la disciplina de voto también en Madrid, como ha ocurrido en la Región de Murcia.

No obstante, la hipótesis más interesante en la actualidad es la convocatoria de elecciones anticipadas del próximo cuatro de mayo. Unos comicios que presentarían una novedad importante en el actual de sistemas de partidos español, pues Ciudadanos podría dejar de ser partido de bloque (de la derecha) y recuperar la aspiración primigenia de partido bisagra, es decir, de actor que varía alianzas en función del contexto y de sus intereses partidistas. Un cambio de paradigma en el sistema de partidos que podría suponer una pérdida de apoyos esenciales para el resto de formaciones de la derecha, no solo en las comunidades sino también a nivel nacional. La media de estimación de voto coloca a los tres partidos nacionales de derechas en torno al 45% (y a los de izquierda en el 40,1%), una cifra que se vería damnificada si Ciudadanos sale de la ecuación. Además, con el partido de Aguado fuera del bloque de las derechas Ayuso podría tenerlo francamente difícil en unas eventuales elecciones en mayo. ¿Por qué?

El sistema electoral en la Comunidad de Madrid es proporcional. Esto significa que cualquier partido, si supera la barrera legal del 5%, tiene asegurados prácticamente 7 escaños (los que obtuvieron Podemos e Izquierda Unida en 2019 con el 5,6% de los votos). Con un Ciudadanos fuera de la aritmética natural de la derecha, el PP debería sumar con su único socio potencial, Vox, prácticamente el 50% de los votos. Una cifra mágica que, aunque posible, es difícil de conseguir. Si acudimos a las últimas encuestas, la mayoría de finales del 2020 y varias aparecidas en los últimos días, se comprueba rápidamente que esta suma entre PP y Vox no tiene asegurada la mayoría absoluta.

La alternativa, para llegar a esa cifra, es que Ayuso siga creciendo, pero no de cualquier manera. La todavía actual presidenta de la Comunidad de Madrid, a tenor de la última encuesta de 40dB para Ctxt, obtiene valoraciones muy buenas entre los votantes de Vox (7,1). Superiores, incluso, a las de la líder de su partido, Rocío Monasterio (6,5). Sin embargo, en unas posibles elecciones donde el único apoyo del PP es Vox, absorber voto de su aliado los llevaría a un juego de suma cero. Ayuso debe robar votos más allá, con Ciudadanos como la presa más importante. No obstante, a Ciudadanos le podría bastar con mantener un suelo electoral superior al 5% para entrar al reparto de escaños y condicionar cualquier mayoría absoluta.

Pero no todo dependerá única y exclusivamente de la dinámica de la derecha. Ayuso deberá contar también con que se produzca una desmovilización asimétrica, esto es, una abstención que penalice mucho a la izquierda y poco o nada a la derecha. Los ejemplos de Cataluña, Galicia y País Vasco nos permiten saber que la participación caerá, pero lo importante estará en la distribución de dicha caída en los bloques ideológicos. Contexto de pandemia, martes laboral después de un puente o el hartazgo político por haber votado hace solo dos años (y por volver a votar dentro de dos años) serán elementos a tomar en consideración y análisis sobre cómo afectarán al electorado madrileño. A pesar de ello, la izquierda no parte de condiciones muy positivas, a tenor del historial electoral reciente.

Y en orden a impedir una desmovilización simétrica, Ayuso parece desplegar un leit motiv conciso: el caos o yo. Una posible elección plebiscitaria que le permitiría aumentar la polarización para asegurar la movilización de los suyos. Una táctica que, sumada a la posibilidad de unas elecciones competitivas, en las que sabemos que hay más incentivos para acudir a las urnas porque el voto es más decisivo, podría asegurar una posible mayoría de la derecha para gobernar, con Ciudadanos como incógnita.

Al otro lado del eje ideológico encontramos un panorama y unas expectativas bastante distintas. El objetivo en la izquierda parece residir en el mantenimiento del bloque electoral que consiguió en 2019. El PSOE, habiendo escogido a Gabilondo para repetir como candidato, parece confirmar que un posible efecto Illa 2.0 no era posible en Madrid. En Cataluña, recordemos, el PSC se encontraba en una tendencia ascendente en las encuestas desde comienzos del 2019. Salvador Illa no solo consolidó el ascenso, sino además añadió incentivos más atractivos en términos de candidatura. En Madrid, por el contrario, el PSOE no ha visto moverse (mejorar o empeorar) de forma significativa su intención de voto en los últimos meses. Un nuevo candidato o candidata podría haber servido para quemar banquillo en el partido socialista en una coyuntura donde es claramente defensiva y no ofensiva.

En términos similares se encuentran las otras dos formaciones de izquierda. Más Madrid se enfrenta al reto de repetir unos resultados de 2019 que fueron posibles, en gran medida, a tres elementos: Carmena, Errejón y novedad. Hoy esto puede ser difícil (no imposible) de rehacer. Así, también Más Madrid se enfrenta a mantener los resultados del 2019. Algo que en el caso de Podemos e Izquierda Unida podría suceder lo contrario.

En esta coyuntura ya surgen, de nuevo, alegatos para la unión de izquierdas (de las tres formaciones o, en su defecto, de Más Madrid y la coalición Podemos e Izquierda Unida). Ante esto es necesario apelar a la cautela. Las uniones preelectorales son siempre peligrosas y requieren análisis concretos (programa, candidato y lugar) para su evaluación. Sabemos, sin embargo, que hay porcentajes importantes de votantes entre los tres partidos que aseguran estar seguros de no votar a otro partido de la izquierda. Por ejemplo, en las pasadas elecciones autonómicas de la Comunidad Valenciana sabemos que hubo, entre votantes del PSPV, 20% y 16,5% que no votaría nunca a Podemos y Compromís respectivamente. Entre los votantes de Podemos 50% al PSPV y 26,5% a Compromís. Y entre los votantes de Compromís 38,8% y 21,3% a PSPV y Podemos. 

Aunque sean datos de otra comunidad autónoma, estos nos permiten ver que una unión de candidaturas, sin tiempo y trabajo previo, podría dejar votantes con perfiles poco compatibles por el camino. Siempre que entre la oferta partidista de izquierdas todas las formaciones superen el 5% (barrera legal para el reparto de escaños en la Comunidad de Madrid), podría ser más eficiente acudir separados y no unidos. De ahí que lo más interesante sea observar a partir de ahora la evolución de Podemos e Izquierda Unida en las encuestas. Ver si esta coalición se aleja de la peligrosa cifra del 5% o no. Y con la experiencia de la coalición, que a diferencia del 2019 hoy sí puede jugar un papel relevante, podría estar fuera de peligro y ser la única formación de izquierdas que tenga perspectivas de mejorar sus resultados anteriores.

Las arenas políticas están muy movedizas hoy día. Aunque la atención esté puesta sobre Murcia y Madrid, las tensiones internas y externas en la derecha española son más intensas que nunca. Con Ciudadanos Murcia partidos en dos con la moción fallida, el partido de Arrimadas se arriesga a un todo o nada en la Comunidad de Madrid. El intento de convertir a su partido en bisagra podría representar la última losa encima de un partido del que desde hace meses se habla más en términos de extinción que de crisis. El proceso de reestructuración de la derecha, que dio comienzo a finales de 2019, puede estar llegando a término. Pronto saldremos de dudas.

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