Dominio público

Hablemos del mañana de las izquierdas

Elizabeth Duval

Escritora, filósofa y crítica cultural

Mónica García y Pablo Iglesias
A la izquierda, Mónica García, candidata de Más Madrid, tras conocer los resultados electorales. A la derecha, Pablo Iglesias, en su comparecencia ante la prensa.- IMÁGENES DE EFE

Tan poco se parece Madrid a España, tanto importa lo que en ella suceda: tanta paz lleve la Comunidad como descanso deje. Dice el himno —cuya letra escribió Agustín García Calvo, no con poca sorna— que la Comunidad "estaba en el medio: giraban las otras en corro y ella era el centro". "Ya el corro se rompe, ya se hacen Estado los pueblos, y aquí de vacío girando sola se queda", prosigue la canción. Y nadie como Ayuso hará realidad el sueño de la peonza madrileña, más una y libre que nunca, más redonda, autónoma y entera; seguirá siendo Madrid, tras las elecciones, el principal vector de toda confrontación con el Gobierno central. La izquierda no ha logrado invertir su dinámica: vivan los muertos en la metrópoli, ideal del dios del progreso; libertad en la meseta de mesetas, libertad de despertarse como uno quiere, libertad de tomar cañas y dar brincos ante el primer DJ de turno. Despachemos rápidamente los lamentos: una vez asumida la derrota podremos pensar.

Hablemos del mañana de Madrid. Mónica García logra algo que nunca antes habían conseguido ni Más Madrid ni Unidas Podemos en unas elecciones autonómicas: quedar por delante del PSOE y convertirse ya no de facto, sino de iure, en la principal fuerza de la oposición madrileña. ¿Lo era antes? Ante un Gabilondo desaparecido, inane, capaz de citar a Hegel a dos días de las elecciones para afirmar que "nada grande se ha hecho nunca sin una gran pasión" (es decir, justo sin aquello que a él le falta, pero no hagamos leña del árbol caído), García ya era la imagen de la oposición a Ayuso. De las elecciones sale refrendada y fortalecida, y fortalecido y refrendado sale su partido. Si no se ha logrado una mayoría que posibilite otro proyecto vital, es Más Madrid el partido que más se ha acercado a articular esa otra vida. El partido sobrevive a los liderazgos de Carmena y Errejón, se afianza, se amplía; no es poco.

En esto salimos ganando, españoles y madrileños, en comparación con nuestros vecinos europeos: nuestro ecologismo político o nuestros verdes, ahora encarnados en Más Madrid, no son amasijos de liberales capaces de compatibilizar el libre mercado con las preocupaciones por cepillos de dientes de bambú o pajitas biodegradables. Por más que se haya querido hablar de Más Madrid como si en sus filas habitasen solamente un atajo de pijoprogres burguesitos malasañeros, resulta que la formación tiene vida (y mucha) más allá del distrito Centro, con resultados nada desdeñables más allá del municipio, en el resto de la Comunidad, y que en su espacio se cuentan muchos militantes valiosos que serán fundamentales en el próximo ciclo político. Seguramente sea un acierto, en los años que vienen, que la izquierda ponga en el centro la crisis ecológica y los límites de nuestro sistema socioeconómico para hacerle frente.

Si las élites ya buscan implantar en diversos países políticas de redistribución para incentivar el consumo de sus trabajadores nacionales y sacar adelante la economía, como hace Biden en Estados Unidos —con poquísimo entusiasmo socialista o bolivariano—, esta fuerza de movimiento será mucho mayor (¡y qué suerte tenemos por ello!) si el empuje viene desde abajo. Bájense del barco los conspiranoicos que repiten insistentemente, en tono muy gruñón, que cuanto peor se hable de algo, mejor será, y que a mayores calumnias mejores personas: nadie ha de ver en Más Madrid una conspiración elitista-urbanita para devorar a la izquierda, sino el genuino futuro de esta en Madrid, al menos a medio plazo. Que exista esta formación, y que adelante al PSOE, es algo bueno; es incluso un lujo. Felicidades, pues, a Mónica García: por representar el mañana de Madrid.

Hay algunas variables que complican la ecuación. No es grave: ya estamos fuera de este endemoniado ciclo electoral y podemos dedicarnos a resolverlas con el debido tiempo, con el mimo adecuado. Ayuso (se) ha ganado Madrid, sí, pero sobre todo se ha ganado el cariño de esta "España dentro de España" que ella enuncia, inventa y reformula. Una lección posible: no puede ganarse Madrid si solo se cuenta con un tímido sentimiento madrileño, identidad de ninguna parte, espíritu de aquellos que son algo sólo por no ser nada; un proyecto para Madrid también ha de representar un proyecto de España. Si los mimbres para alianzas futuras son sólo con movimientos regionales de otros territorios, habremos de tener cuidado de que esos amarres no aten en corto al barco. Si se quiere articular algo más allá, habrá que ser (muy) generosos. No habrá transformación en España sin transformación en Madrid, pero tampoco transformación en Madrid sin transformar España.

Despidamos lo que hoy ya es ayer y ya es historia. Pablo Iglesias, tras asegurar la representación de Unidas Podemos en la Comunidad de Madrid y renovar sus listas con nombres valiosísimos, anuncia su retirada de la vida política. Termina definitivamente un ciclo político; se acaba hoy también una época. El tiempo barrerá la brutal campaña de odio y desprestigio que contra él se ha orquestado; permanecerá —si somos responsables quienes dejamos pequeñas cartas en botellas para la Historia— la figura de quien jugó un rol fundamental para la transformación del país. Desearía que, en el caso de Iglesias, el tiempo fuera particularmente piadoso con los errores e iluminador en sus aciertos; más allá del agradecimiento (o de las rencillas) que las izquierdas españolas puedan tenerle, se trata de alguien a quien nunca faltó esa pasión que inspira las grandes cosas; siempre he sido una gran admiradora de la ambición, y quien escribe estas líneas se ilusionó hace tiempo con la política gracias a la suya y a los sueños de otras tantas compañeras, que tan en serio se tomaron y toman. Ojalá la vida fuera de la política sea más dulce y menos cruel; en fin, ojalá el mundo que queda fuera sea vida.

Hablemos del mañana de España. La salida de Iglesias coloca a Unidas Podemos en la pista de salida para su renovación, esperemos que integral. Si el futuro de la izquierda en Madrid lleva el nombre de Mónica García, pongamos —no es, por ahora, mucho suponer— que el futuro de la izquierda en España lleva el nombre de Yolanda Díaz. Sería un error escuchar en estas elecciones la melodía del desastre, como si el barco se hundiera mientras no paran ni la orquesta ni las cañas. Quizás empiece hoy la marcha corta hacia una alternancia a nivel estatal del poder político, y se ilumine o nazca la estrella de Ayuso, pero estos resultados también nos dicen que no todas las grietas en los muros están cerradas, y que por ellas podrá aún colarse la luz. Las izquierdas sobrevivirán a sus liderazgos, a sus debacles y a sus victorias. Se acaba una época, pero la que viene está aún por escribir: la peonza, por suerte, sigue girando, y volverá el corro a romperse. Fluctuat nec mergitur: es batida por las olas, pero no hundida. Fin de época en las izquierdas: a escribir con aciertos lo que venga después.

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