Dominio público

El legado de Rabin

Diego de Ojeda

DIEGO DE OJEDA

11-05.jpgCoincidiendo con las elecciones de Estados Unidos, se cumplieron trece años del trágico asesinato de Isaac Rabin, figura clave en la historia reciente de Israel y cuya vida reúne muchos de los elementos que conforman el complejo mapa de Oriente Medio.

El 4 de noviembre de 1995, un fanático israelí mató a tiros en Tel Aviv al entonces primer ministro cuando abandonaba un masivo acto público en apoyo de la paz. Habían pasado sólo dos años desde el histórico apretón de manos entre Rabin y Arafat en los jardines de la Casa Blanca, que creó una oportunidad cierta de paz que les valió primero el Nobel de la Paz y luego el Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional a sus protagonistas.

Mucho ha llovido desde Oslo. Además del horrendo magnicidio, Oriente Próximo ha registrado la segunda Intifada, la retirada israelí primero del Sur del Líbano y luego de Gaza, el ascenso de Hamás, la invasión de Irak, la guerra entre Israel y Hezbolá... Parecería que la perspectiva de la paz se hubiera oscurecido, pero sigue siendo igualmente indispensable y, en realidad, no resulta más difícil de alcanzar que cuando Rabin, un visionario, decidió arriesgar todo su capital político –y a la postre su vida– para garantizar la supervivencia de la democracia israelí en un entorno de paz y seguridad.
Rabin no era una paloma. Al contrario, su trayectoria militar durante casi tres décadas le convertía en un halcón, partidario de mantener la superioridad militar israelí frente a sus enemigos, como demostró cuando guió al ejército israelí hacia la victoria en la Guerra de los 6 Días.

Israel nació en 1948 como un Estado para los judíos, hasta entonces pueblo nómada carente de territorio patrio y forzado a sufrir las consecuencias. Israel se creó también como una democracia basada en los valores humanísticos más elevados de la época, ajenos a la región en la que las Naciones Unidas decidieron que debía establecerse el Estado hebreo. Pese a su inferioridad geográfica y demográfica, Israel consiguió repeler todas las agresiones de las que fue objeto. Ello conllevó la extensión de su dominio a territorios más allá de sus fronteras internacionales subrayando la contradicción inherente desde su creación: una democracia sólo para los judíos en una tierra habitada también por no judíos.

El éxito militar conllevó el nombramiento de Rabin como Embajador de Israel en Estados Unidos. A su vuelta, Rabin saltó a la política y, tras ser elegido diputado por el Partido Laborista, fue nombrado ministro por la primera ministra Golda Meir, a la que sucedió en 1974. Fue él quien ordenó la retirada parcial del Sinaí que propició el histórico acuerdo israelo-egipcio de Camp David por el que Begin y Sadat obtuvieron el Nobel de la Paz. Rabin había comprendido ya que la única manera de asegurar el bienestar de Israel a largo plazo era negociar la paz con sus vecinos, sin por ello dejar de responder eficazmente a los ataques terroristas, como cuando dirigió con éxito el épico rescate de los rehenes de Entebbe en 1976.

Tras unos años en la oposición, fue elegido primer ministro en 1992 y junto con el hoy presidente de Israel, Shimon Peres, con el que llevaba años disputándose el liderato laborista, abrió negociaciones secretas con una OLP que ya había aceptado a Israel como interlocutor. Tras haber intentado reprimir con dureza la primera Intifada, Rabin había entendido que la paz pasaba por poner fin a la ocupación de Gaza y Cisjordania.

La determinación, la capacidad de trabajo y la altura de miras de Rabin están fuera de duda, como también su arrojo político, ingrediente indispensable para que Israel y Palestina puedan alcanzar finalmente el acuerdo sensato y viable que sus respectivos pueblos merecen y necesitan. Los contornos de dicho acuerdo están prácticamente acordados –los llamados "parámetros de Clinton"–. Resta ponerlos en práctica superando la profunda desconfianza mutua con la ayuda de la comunidad internacional.

Pese a las repetidas decepciones, España no ha cejado en el empeño de trabajar activamente por la paz. Nuestros militares desplegados en Líbano garantizan hoy la seguridad de la frontera norte de Israel, demostrando sin disparar un solo tiro que la coexistencia es posible y beneficiosa. El ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, es de sobra conocido en la región por su determinación para coadyuvar a materializar la visión de Rabin, alcanzando al fin la paz de los valientes en la que todas las partes tengan el coraje de renunciar a sus postulados máximos. La probable elección de Obama augura un nuevo impulso mediador norteamericano al que España seguirá contribuyendo.

Hay una variable que ha mejorado claramente desde Oslo. La mayoría de los israelíes y de los palestinos no apoyaban entonces una paz negociada porque no estaban dispuestos a pagar su precio. Pese a los atentados, los asentamientos, los sinsabores y los retrocesos, hoy la amplia mayoría de ambos pueblos apuesta por la coexistencia de dos Estados, Israel y Palestina, en paz y seguridad. La Historia avanza lentamente, pero avanza, y más pronto que tarde el legado de Rabin será una realidad.

Diego de Ojeda es director general de Casa Sefarad-Israel

Ilustración de Javier Olivares 

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