Ecologismo de emergencia

Rioja Gas Land

Andrés Barrio

Andrés Barrio

Rioja Gas Land

El pasado miércoles 3 de octubre tuvimos en La Rioja una de esas inauguraciones interestelares donde nuestros líderes políticos y empresariales se disfrazan de ingeniero de caminos con su casco, chaleco y cara de saber lo que están mirando. Al más puro estilo Patxi López, cuando en 2011 se dirigió a Texas y anunció que Euskadi sería una potencia mundial en la extracción de gas mediante el fracking, los líderes riojanos nos han vendido la milonga de que Rioja es "el mayor productor de gas en España".

Llevamos ya un lustro donde los medios riojanos y vascos, pues que la empresa pública Sociedad de Hidrocarburos de Euskadi es parte del accionariado extractor, nos llenan de portadas y noticias pagadas con titulares sobre un proyecto de extracción de gas que se está acometiendo en la localidad riojana de Sotés y que se extenderá por toda la ladera del monte Moncalvillo. En total, la instalación de entre 8 y 12 pozos de extracción dejarán este espacio natural colindante con zonas protegidas de la Red Natura 2000 como un verdadero queso Gruyère.

El proyecto, que comenzó a desarrollarse en el verano de 2012 y contó con el rechazo de las organizaciones ecologistas, tiene unas lagunas absolutas en cuanto a rentabilidad económica, desarrollo técnico y, especialmente, en cuando a su impacto medioambiental.

Se trata de una bolsa de gas ultraprofunda, pues la roca almacén (areniscas de la Formación Ultrillas del Cretácico Inferior) se encuentra alojada en un anticlinal a casi 4.000 m de profundidad, donde junto con el protogas a extraer le acompaña un hidrocarburo de baja densidad y el agua salada donde se encontraba la materia orgánica que dio lugar al gas allá por el cretácico. Pero no hablamos de un agua salada clásica con cloruro sódico, sino un agua con isotópos radiactivos, al sacarlos de de la presión a la que se encuentran y llevarlos a presión ambiente, donde la empresa Gas Natural Fenosa no ha tenido otra idea que reinyectarlos en un acuífero existente a 1.000m, con la consiguiente contaminación irreversible de este y la perforación del acuífero aluvial del Ebro.

Pero esta no es la parte más escandalosa de la idea. Junto con el agua salada, se inyectan todos los aditivos que se utilizan para la extracción del gas, que van desde acrilamidas, bentonita o ésteres ácidos. No hay nada como meter debajo de la alfombra las pelusas para parecer que has limpiado el salón.

Ante ello, la Comunidad de La Rioja no ha tenido ningún reparo y ha accedido a su permiso sin ni siquiera incluir declaración ambiental por su parte, a lo que a este agua mortal de necesidad se le suman los impactos visuales y lumínicos, la planta potentemente iluminada durante la noche, el tránsito de camiones y las habituales pérdidas de metano que acarrean estas explotaciones, calculadas entre el 1,7% y el 6% del gas producido y que tanto bien hacen al cambio climático.

Todo lo anteriormente explicado (presencia de agua, profundidad y situación) conlleva una presión tan baja que se realizarán en los pozos perforaciones horizontales y que se estén produciendo 80.000 m3 al día de gas mientras que las previsiones de la empresa iban de los 400.000 a 1.000.000 de m3. Esto ha provocado que hasta este octubre la planta haya funcionado en pruebas, donde, apremiados por los vencimientos legales, se han visto obligados a lanzarse a pedir el permiso de comercialización definitivo con su inauguración correspondiente por parte de las autoridades.

Pero todo este dislate regional debe leerse en clave estatal y volver a preguntarse qué modelo energético queremos, si es tan positivo el generar proyectos de extracción de gas en nuestro territorio y por qué se siguen vendiendo como si fueran la pera limonera, mientras seguimos a la cola en inversión renovable y con un veto absoluto al autoconsumo.

Es más que sorprendente que, con la que está cayendo en materia climática, España siga gastándose más de 1.000 millones de euros al año en ayudas a los combustibles fósiles y que no solo siga dando pie a estos proyectos de extracción, sino que los venda como el futuro cuando realmente no lo son.

El proyecto de Sotés, conocido como Viura, sí que es el mayor proyecto de extracción de gas de todo el Estado, pero lo es porque no hay prácticamente más. Solo se cuenta con dos en Sevilla (El Romeral y El Ruedo) y dos en Cádiz (Marismas y Poseidón). Junto con el de Viura solo aportan el 0,18% de todo el consumo de gas estatal. ¿De verdad que si hacemos un análisis de coste-beneficio, incluyendo en el coste el impacto social y ambiental, nos queda algún beneficio para un 0,18%?

Aquí se encierra la verdadera pregunta con difícil respuesta: ¿dónde está el beneficio económico para la empresa? En nuestro caso, Gas Natural Fenosa, como accionista mayoritario, cuenta con una cantidad de gas irrisoria, siendo de unos 3 billones de metros cúbicos (bcm) el consumo de gas de toda Rioja en 6 años y teniendo en cuenta que no hay servicio de gas natural en todo el territorio. Repito, el consumo de gas para Rioja en 6 años y Rioja no es Madrid. Pensad que un pozo tipo en Argelia produce en un año unos 1,6 bcm, es decir, que en dos años produce lo que toda la bolsa riojana.

Teniendo en cuenta que llevan 2 pozos ejecutados, a un coste de dos cifras en millones de € cada uno, que uno de ellos ya está anegado por la presencia del agua y que están con la ejecución del tercero, uno no le ve éxito a esto. Pero al final siempre nos queda la famosa especulación para cuadrar el círculo.

La explotación tiene permiso para 20 años, el precio del gas irá variando en esos años y, dependiendo de este, sacarán más o menos. Por otro lado, está el valor accionarial de la empresa, que aumenta cuantos más reservorios naturales con permiso tenga, algo que ya vivimos con el boom del fracking, con su no prohibición y el cierre de cuadrículas por las empresas para su futura explotación.

Por último, tenemos la razón esencial de este proyecto, que no es otra que vaciar la bolsa para llenarla posteriormente con gas extranjero, el cual es comprado barato y es vendido a precio de mercado en el momento de más interés. Además, Gas Natural tiene una sección como Empresa de Servicios Energéticos, por lo que se vende el gas a sí mismo, pero cobrando el kWh a precio de mercado. El plan perfecto con nuestros políticos disfrazados para vendérnoslo y donde, por desgracia, nos debemos acordar de Doñana como doloso ejemplo.

Que este último punto puede ser la verdadera razón del proyecto lo avala el informe de la Unión Europea "Estudio de seguimiento de la estrategia de GNL y su almacenamiento", donde dice que nuestra capacidad de almacenamiento es muy superior a la necesaria y que las empresas, bien por la necesidad de flexibilizar el mercado o por la generación de beneficios, se han lanzado a esta labor. Así lo previó Gas Natural allí por el 2012. Lo único que, como ocurre con todas las burbujas, es que se les está a punto de explotar a tenor del informe.

Así, tenemos un nuevo elemento de impacto ambiental que contribuye a acelerar el cambio climático y de cuyos posibles beneficios solo se aprovecharán la empresa y los cobrantes de las tasas de producción que se contemplan en la última reforma de la Ley de Hidrocarburos, en lo que es la enésima privatización de nuestros recursos al servicio de los de siempre y cuyas consecuencias pagaremos todos y todas.

Ante esta triste realidad donde autoridades y grandes empresas no tienen intención de avanzar hacia un nuevo modelo energético que ponga cerco a las emisiones de carbono y avance hacia la descarbonización, es el momento de seguir trabajando a nivel social en la consecución de una generación descentralizada, a pequeña escala y renovable que democratice el sector e impida que acabemos en ese futuro incierto al que están empeñados en llegar.

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