Ecologismo de emergencia

Los compromisos de la COP25 y cómo escalar iniciativas exitosas de pequeñas comunidades

Carmen Molina Cañadas

Carmen Molina Cañadas 

Los compromisos de la COP25 y cómo escalar iniciativas exitosas de pequeñas comunidades

¿Qué significa pedir o exigir que se asuman compromisos de máximos en esta COP después de otras 24 en las que no se ha avanzado? No se han conseguido, en las sucesivas COP celebradas desde 1992, ni los compromisos necesarios ni la ejecución de los mismos, cuando si parecía haber voluntad de asumirlos. 

Quedarse en mínimos o no llegar a lo comprometido ¿qué implica? ¿Hay algo o alguien que gane si no se alcanzan los objetivos fijados? ¿Quién pierde mas?

Los datos del IPCC (Panel Intergubernamental del Cambio Climático) han sido concluyentes y contundentes respecto a lo que está sucediendo con el clima global, en cada nuevo informe que han avanzado. En el último no han podido ser mas claros: No se puede prolongar mas la inacción.

 Los fenómenos atmosféricos extremos se correlacionan con la temperatura de la superficie del mar en los océanos, que han capturado el 90% del calor adicional producido en los últimos 50 años. La obligación de reducir los efectos de ese calentamiento y sus consecuencias no se pueden seguir derivando a la siguiente cumbre. Abordar medidas para la mitigación y para la adaptación implica dar la espalda de una vez al modelo capitalista, al sistema económico neoliberal que no ha contemplado nunca lo que debiera ser la base de cualquier sistema económico: satisfacer las necesidades de la sociedad a través de intercambios de lo que cada cual produce/consume; y mantener niveles de bienestar que permitan una sociedad sana y próspera. Hoy esa sociedad es una comunidad global en un planeta que se ha quedado pequeño y del que no tenemos repuesto.

Como no tenemos repuesto, lo único que nos queda es sanear este planeta para que siga permitiendo nuestra permanencia en él. Eso supone la reducción de las concentraciones de gases de efecto invernadero, preferiblemente mediante la reducción de sus fuentes.

Seamos conscientes de lo que nos jugamos ahora mismo. No son solo las generaciones venideras, esas que representa Greta Thunberg, las que se juegan su futuro. Ese futuro es presente. El haber querido verlo con cierta lejanía en el tiempo nos ha hecho permanecer en un egoísta: "el que venga detrás que arree". Pero no. Lo estamos viendo en directo. Y en países como España, el éxito del Acuerdo de Paris supondría, en cualquier caso, un aumento en torno a los 4ºC, con terribles consecuencias, ya anticipadas científicamente, para el sector agrícola y las poblaciones costeras, por la subida del nivel del mar. Lo estamos viendo y no podemos admitir que los responsables políticos e institucionales sigan jugando a un green washing adormecedor de conciencias.

Hemos conocido el dato, ofrecido por Oxfam de que los refugiados por causas climáticas son más de 20 millones/año. Personas desplazadas por desastres provocados por una economía que ataca las bases sobre las que se asienta. Muchos quieren seguir pensando que son fenómenos naturales, pero en muchos de esos focos de emigración, por ejemplo, en África, sus habitantes llevaban siglos viviendo en durísimas condiciones climatológicas y sabían afrontarlo. Los desplazamientos actuales, en muchos casos tienen que ver con las políticas de los gobiernos, favorecedoras de la apropiación por parte de grandes multinacionales de los recursos mundiales. Acaparan tierras, pero, más dramático aún, acaparan agua en muchos lugares donde ya de por sí escaseaban, obligando a sus moradores a desplazarse.

El cambio de paradigma necesario requiere actuar en distintos frentes: 

Movilidad global, ordenación del territorio, sobre todo en los crecimientos urbanísticos desproporcionados que generan mayor necesidad de desplazamientos y fragmentan los espacios naturales que podrían amortiguar; Gestión hídrica y cierre del ciclo natural del agua. Recuperación de sistemas de protección naturales en el litoral, que eviten las consecuencias de tener buena parte de la costa encementada; mantenimiento de zonas forestales en condiciones óptimas que eviten o minimicen los incendios forestales que cada vez afectan con más intensidad y a mayores extensiones; reducir la demanda de bienes y servicios que producen altas emisiones, incrementando la eficiencia en los sistemas de producción. Un cambio a métodos más limpios de movilidad y reducir esta... En definitiva, mucho que mejorar y, por supuesto, dejar de recurrir a un green washing descarado como el que estamos viendo estos días en la Cumbre.

No parece que haya nadie a los mandos globales, que reconozca el reto en toda su dimensión, y es que las estructuras económicas y de funcionamiento de nuestra sociedad se tambalean. El agotamiento y deterioro de recursos fundamentales, básicos para el desarrollo y bienestar humano, y no solo humano, como el agua dulce, los recursos genéticos, los bosques, la pesca, las tierras fértiles, los arrecifes de coral... Todo el patrimonio natural en todos los ámbitos: local, regional y global está amenazado. 

Las prácticas agroindustriales, están amenazando con la pérdida de gran parte de las tierras fértiles mas productivas. La desertificación de muchas tierras cultivables seguirá generando desplazamientos masivos. Desplazamientos también, por el aumento del nivel del mar, con consecuencias para toda la población mundial que vive en las costas, que es la mayoría.

El transporte de larga distancia, el sistema agro-alimentario global, los sistemas urbanos y suburbanos actuales, así como muchos productos de nuestro modo de vida -coches, plásticos, productos químicos, pesticidas...- se sostienen asumiendo sin cuestionamiento, un creciente suministro de energía barata y materiales. 

Pero, sin equidad y sin aceptar que somos interdependientes, no va a haber solución justa y tampoco pacífica, posible. Espero que seamos capaces de asumir sistemas de organización económica cada vez más locales, que reconozcan y respeten los límites que impone la naturaleza y que asumamos también, los que todavía disfrutamos de situaciones acomodadas en el Norte global, que tenemos margen para ser algo más pobres y vivir bien. Y es que, el modelo económico neoliberal globalizado sólo es viable para la minoría más rica que acumula la mayor parte de la riqueza mundial que previamente ha expropiado al resto.

El hecho es que vamos a una situación en la que dependeremos de energías renovables que, aunque más intensivas en empleo, tienen tasas de retorno energético menores. Esto conllevará, inevitablemente, cambios significativos en nuestros modos de vida. Pero no necesariamente serán negativos, si somos capaces de transitar, también socialmente de forma mayoritaria, hacia modos de vida más centrados en el ámbito comunitario, local y regional. Modos de vida más sostenibles desde el punto de vista ambiental y que pueden ser más gratificantes desde el punto de vista social y comunitario. Sistemas de gobernanza locales deben ser los que sustituyan al sistema actual. Producción local para consumo local, haciendo uso de la fuerza de trabajo y de materiales locales, en el marco de modelos ecológicos y democráticos. Las economías locales que así funcionan dependen menos del transporte y suministros desde lugares lejanos. Por ello tienen menor impacto. Es decir, re-territorializar la actividad económica es una necesidad.

Muchas personas en todo el planeta ya están intentando activamente, llevar a cabo prácticas económicas alternativas en el ámbito local, comunitario y regional, tanto en contextos rurales como urbanos. Son acciones personales, de pequeños colectivos e iniciativas comunitarias que es necesario escalar. 

Esta Cumbre del Clima debe conseguir hacer efectivo el compromiso de tomar esa dirección y hacerlo "a velocidad de crucero".

 

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