EconoNuestra

Fracturas y crisis en Europa

José María Mella
Catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid y miembro del Colectivo EconoNuestra

La actual crisis económica está siendo objeto de múltiples publicaciones, con variados enfoques, convencionales unos -defensores del "statu quo"- heterodoxos otros -críticos con las actuales políticas dominantes-. En este último caso, resulta particularmente sugerente la lectura del libro de reciente publicación, cuyo título es el mismo que el que encabeza este artículo, resultado del trabajo de los profesores de universidad Ignacio Álvarez Peralta, Fernando Luengo Escalonilla y Jorge Uxó González.

La obra se centra en el estudio de tres grandes aspectos: la identificación de las causas estructurales de la crisis, la respuesta de los gobiernos ante la misma y sus efectos, y las alternativas para una salida justa y sostenible.

En primer lugar, las causas de la crisis económica residen -en opinión de los autores- en el empeoramiento de la distribución de la renta, el endeudamiento, las distintas especializaciones productivas en el centro y la periferia de la Unión Monetaria y los fuertes desequilibrios macroeconómicos existentes en la misma.

La desigualdad distributiva en contra de los salarios provoca una reducción del consumo y de la producción, inducida por una caída de la inversión causada por una demanda interna menguante que no se ve compensada por las exportaciones netas.

La necesidad de endeudamiento para sostener el consumo contribuye al incremento de las rentas empresariales, a la ralentización de la inversión por una mayor proporción de los beneficios distribuidos, y al incremento de la concentración del capital y del "poder financiero en la sombra".

Al mismo tiempo, sucede que el desmesurado crecimiento del crédito- sobre activos con riesgo de desvalorización- y los fuertes desequilibrios externos de las economías deficitarias (financiados con fondos procedentes de países de la zona euro con superávit por cuenta corriente) fragilizan el conjunto del sistema económico.

Las especializaciones productivas de los países con superávit se encuentran en productos de mayor contenido tecnológico -más resistentes a las perturbaciones cíclicas- mientras que las de las economías periféricas revelan una gran vulnerabilidad a la competencia -por ser de baja dotación tecnológica y competir sobre todo vía precios- generando abultados déficits externos.

Los desequilibrios por cuenta corriente se explican por el propio funcionamiento de la Unión Monetaria (UM) y su impacto en la demanda interna de las economías periféricas. La UM elimina las devaluaciones nominales, provoca bajadas de tipo de interés, hace que la moneda común se aprecie, y todo ello sucede en ausencia de un mecanismo de ajuste por el que los países con superávit (Alemania es el caso más evidente) lo "reciclen" en forma de un mayor gasto.

En realidad, la gran recesión en la que estamos es el resultado de los desequilibrios derivados de un modelo de acumulación insostenible de deuda privada. Recesión provocada por un "círculo vicioso" consistente en que la deuda privada acumulada y la crisis financiera interrumpen el crédito, hunden el crecimiento y el empleo, crean una crisis en las finanzas públicas y hacen subir las primas de riesgo por las políticas de austeridad y la inacción del Banco Central Europeo (BCE) hasta que reacciona.

En segundo lugar, la respuesta de los gobiernos ha estado protagonizada por los rescates de los sistemas financieros, las medidas de austeridad, la intervención del BCE, la devaluación interna (recortes salariales) y las reformas institucionales.

Las respuestas no son meramente "técnicas"; son, en verdad, una estrategia para mejorar el acceso a la riqueza de las oligarquías económicas y financieras, alterar a su favor las bases de las democracias surgidas desde la II Guerra Mundial y reforzar su dominio en la correlación de fuerzas entre clases sociales.

Los rescates de los sistemas financieros, al hacerse con dinero de los contribuyentes, se están saldando con enormes incrementos de deuda pública, la socialización de pérdidas y los recortes bien conocidos por todos.

Las medidas de austeridad, con el falso pretexto de que la crisis está causada por el déficit público, se concretan en disminuciones del empleo de las administraciones, reducciones salariales, recortes en sanidad, educación, pensiones; y en todo tipo de subsidios públicos al empleo, a la dependencia, a los precios de bienes básicos. Lo que contrasta con el aumento de deuda pública emitida para rescatar a la banca privada, que-curiosamente- no se refleja en el déficit público.

La intervención del BCE refinancia la deuda pública existente en el mercado, actuando así como prestamista de la banca privada, no del Estado; lo que reduce las primas de riesgo, pero impone severos ajustes en los programas de los gobiernos.

La llamada eufemísticamente "devaluación interna" (es decir, reducción de las rentas de los ciudadanos) consiste en "reformar" el mercado de trabajo (con el objetivo de disminuir salarios, facilitar y abaratar el despido, acabar con la negociación colectiva) para pagar la deuda de los acreedores externos (en gran medida, alemanes).

Las reformas institucionales en materia de supervisión macroeconómica, unión fiscal y unión bancaria persiguen asegurar una posición financiera favorable a los acreedores en detrimento de los deudores (España), aun a costa de un mayor debilitamiento de los servicios colectivos y una auténtica involución de la soberanía democrática nacional.

Por otra parte, los efectos de las políticas europeas en términos de empleo y crecimiento económico, reducción del déficit y de la deuda pública, están siendo claramente decepcionantes. Difícilmente podrían ser de otro modo: las políticas devaluatorias deprimen la demanda interna (consumo e inversión) e inhiben la demanda externa (la mejora de la balanza por cuenta corriente se debe más a una fuerte caída de las importaciones que a un limitado aumento de las exportaciones).

Asimismo, la política monetaria inunda ineficazmente de liquidez los mercados a tipos de interés casi nulos, pero los bancos la atesoran para recapitalizarse e invertir en deuda pública a tipos de interés considerablemente más altos, no facilitan crédito y las primas de riesgo no cedieron hasta que el BCE intervino hace poco más de un año para refinanciar la deuda soberana española.

En tercer lugar, los autores argumentan que hay alternativas a la agenda neoliberal, basadas en cuatro líneas de actuación:

• Una política de reactivación económica y reindustrialización, ecológicamente sostenible, en la que el sector público desempeñe un papel inversor clave apoyado en una reforma fiscal progresiva.

• una política que tenga por objetivo principal el pleno empleo, el trabajo decente y la mejora de los salarios, el reparto del trabajo, la derogación de las últimas reformas laborales, la cualificación de la fuerza de trabajo, el reforzamiento de la negociación colectiva y la intervención de los trabajadores en la gestión empresarial.

• la reducción equitativa del endeudamiento a través de quitas de deuda a los hogares de menor renta a costa de los acreedores y con una fuerte presencia de la banca pública al servicio de la sociedad.

• y la refundación del proyecto europeo, basada en una mayor convergencia salarial, la existencia de un presupuesto común suficiente para financiar un programa de inversiones en toda Europa y un BCE que actúe como prestamista de última instancia de los gobiernos europeos.

En definitiva, el libro "Fracturas y Crisis en Europa" es imprescindible para entender a fondo lo que está pasando en la economía europea y española, puede resultar de gran ayuda como material docente ante la monotonía acrítica de los textos convencionales y contribuir a la formación económica de los nuevos movimientos sociales.

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