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Doctor, me estoy devaluando

José Antonio Nieto Solís
Profesor titular de Economía Aplicada (UCM), miembro de la Asociación Econonuestra 

Fue tan larga la espera para entrar al médico, que se me olvidó por qué había pedido esa cita. Cuando se abrió la puerta y oí mi nombre, miré para ver si alguien respondía. Pero yo era el único paciente que quedaba, y tuve que entrar. El médico me preguntó qué me pasaba.

– Doctor, me estoy devaluando, dije en tono melancólico.

– ¿Qué síntomas tiene?, preguntó, sin inmutarse.

– A veces siento un dolor intenso en el estómago y el intestino.

– ¿Antes o después de comer?

– Antes. A veces también después, pero eso lo tengo controlado.

– ¿Le sucede con frecuencia?

– Sí, cada vez más. Sobre todo, desde que me despidieron del trabajo.

– ¿Cuánto tiempo hace que está en el paro?, me preguntó, preparándose para ejercer de psicólogo.

– Tres años. Ya no cobro ningún subsidio. Me puede recetar lo que quiera. Me saldrá gratis. Aunque sé que nada es gratis: la sanidad la pagamos todos, dije.

– No estoy seguro de que haya medicinas fáciles de aplicar contra su devaluación. ¿Busca trabajo?

– Ahí es donde más me devalúo, reconocí, y donde más dolor siento. A veces hasta se me quita el hambre. Y no está mi presupuesto para tomarme una caña o un aperitivo, como hacía antes.

– Tomar una caña o un vaso de vino al día es bueno para la salud, dijo el doctor. Esos productos también se están devaluando, aunque sería más correcto decir que su precio está bajando.

– Yo no soy bebedor habitual, añadí, para evitar equívocos. Pero he visto que el precio de la cerveza ha bajado en muchos sitios. Si bajan los precios de manera generalizada entraremos en deflación.

– Algunos precios suben, como los servicios y las tasas, aunque otros bajen, dijo, sonriendo con complicidad. El resultado final es incierto. Los expertos no se aclaran. Y los gurús, normalmente, no reconocen que pueden equivocarse. A algunos les da mucho miedo la deflación. Dicen que es una infección terrible: peor incluso que la inflación. ¿Usted qué piensa?

– Lo peor es perder poder adquisitivo. Pero la deflación puede hundir todavía a más gente y generar más desconfianza, al menos para algunos. El problema viene cuando las bajadas o las subidas de precios son duraderas y generalizadas. Eso dice un amigo mío que estudia economía y globalización, añadí. Y dice que los que tienen un sueldo fijo también se están devaluando: se devalúa su capacidad de compra y su valor como fuerza de trabajo, o algo parecido. Los parados nos devaluamos por los mismos motivos, y por obsolescencia anticipada. Nuestro siguiente paso es el desahucio.

– ¿Por eso piensa que la devaluación que usted sufre es el origen de su dolencia?

– Verá, cada vez más, siento que mi formación y mi experiencia ya no valen nada. Se han devaluado. Cuando veo una oferta de trabajo, constato que el salario es menor cada mes, cada semana, cada hora que pasa. Ese es el origen de mi devaluación interna, doctor. ¿Cree que es una epidemia?

– Es una enfermedad cada vez más extendida, prosiguió mi médico, mientras se quitaba las gafas y las dejaba sobre la mesa. Usted quiere un trabajo estable y con convenio colectivo, ¿verdad? Pues ya se habrá dado cuenta de que el futuro no va por ahí, ni mucho menos. ¿Ha hecho usted cursos de formación o de reciclaje profesional?

– Sí doctor, he hecho cursos de todo: inglés, informática, venta telefónica, hasta de recepcionista para establecimientos de hostelería. Me llegaron a contratar por horas en un hotel, después de un largo proceso de selección. Al final, entre desplazamientos y visitas a la oficina del paro, eché cuentas y comprobé que perdía mi tiempo y mi dinero en trabajos de ese tipo. Pero son los únicos que hay. Es lógico que quienes puedan emigrar lo hagan.

– Con esas preocupaciones, descuidó usted la alimentación, ¿verdad?, me preguntó en plan maternal.

– Me temo que sí, confirmé. Y empecé a visitar el frigorífico por las noches.

– Un caso más de fatiga del sistema, diagnosticó. No me refiero a su sistema, sino al Sistema, matizó. Nos llegan cada vez más casos como el suyo, pero con los recortes no podemos atenderlos. ¿Ha oído hablar de las privatizaciones?

– Sí, claro que sí, son la terapia para la economía española. Privatizaciones, recortes en los servicios públicos, retroceso en los sueldos y las condiciones laborales, y más paro. Es todo lo mismo. Pero no funciona, dije convencido.

– Ese es el origen de su devaluación, contestó mi médico. Para darle más valor a una parte de un todo, la solución más fácil, aunque no la mejor, es quitarle valor a otras partes de ese todo. Unas piezas pasan a valer más, y otras menos. Eso ocurre con el sistema sanitario, la educación y el mercado de trabajo. En estos tiempos lo público y los salarios cotizan a la baja: esa es la moda que nos imponen. Unos ganan y otros pierden. Como en un casino. Así son las privatizaciones y sus efectos, sólo que los crupieres que manejan las ruletas lo hacen para que la banca nunca pierda.

– Entonces, doctor, ¿soy un perdedor?, pregunté compungido. ¿Soy un parado estructural? ¿No tengo curación ni a corto ni a largo plazo?

– Paciencia y mucha actividad. Eso es lo que le recomiendo. Paciencia para no perder los nervios si se encuentra con algunos de los responsables de su situación. Y mucha actividad, no quedarse en casa. Ver a sus amigos y no pasar horas sentado delante del televisor. Canalizar bien sus inquietudes, ya sea en las redes sociales, en movimientos alternativos, en círculos críticos contra el poder, usted verá. ¡Ah!, agregó, a modo de despedida, y no se olvide de comer siempre a la misma hora, al menos mientras pueda.

– Muchas gracias doctor, dije al despedirme, antes de salir de la consulta, antes de volver a pensar que mis hijos pueden quedarse sin becas para seguir estudiando, antes de recordar de nuevo que la pensión de mi suegra sufrirá más recortes y tal vez tenga dificultad para ayudarnos con el pago de la hipoteca a fin de mes, antes de consolarme pensando que mi devaluación no es por causas internas, ni afecta sólo a los parados, ni tiene efectos exclusivamente monetarios, ni se limita al día a día que emerge de la devaluación interna que sufre mi país. Gracias doctor, repetí en voz baja mientras cerraba la puerta, antes de que me invadiera de nuevo el dolor que ya había olvidado y volviera a sentir que me estoy devaluando.

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