EconoNuestra

Una mala terapia

Jordi Angusto
Economista asociado a econoNuestra y miembro de Nova Esquerra Catalana

Una mala terapia es aquella que trata de resolver los síntomas de una enfermedad sin resolver las causas. Este es el caso de la terapia aplicada a la crisis iniciada en 2008 y aún viva en la periferia europea. De ahí los movimientos pendulares, aplicando ahora esto y luego aquello, al comprobar que el primer remedio fallaba y había que aplicar otro.

Así pues, y sin un diagnóstico digno de su nombre, se acabaron culpando tres elementos a medida que afloraban: el exceso de endeudamiento, de déficit público y de crecimiento de los salarios durante la burbuja. ¿Son estos los verdaderos culpables?

Empecemos con el endeudamiento y miremos su contrapartida, el crédito. Si el primero es excesivo, también deberá serlo este otro, y además, sólo hay deudor si hay previamente un acreedor dispuesto a hacerle un préstamo. ¿Y de donde sale este exceso de crédito, si no es de la colosal concentración de riqueza previa? La causa del endeudamiento estaría, pues, en esta concentración de riqueza en pocas manos que se produjo en Occidente desde los años 80; de la simétrica falta relativa de ingresos de una gran parte de la población y de la aparente resolución de los desequilibrios con los primeros prestando a los segundos hasta la insolvencia de éstos.

Por tanto, ¿cómo podrá ninguna terapia tendente a agravar los desequilibrios, haciendo disminuir los salarios, resolver los efectos que provoca?

Tomemos, en segundo lugar, el déficit y la deuda pública. En el caso de España, ambos se redujeron hasta mínimos históricos entre los años 2000 y 2007. De hecho, en 2007, España tenía la mitad de la deuda pública que Alemania y en todo caso debería haber sido en este segundo país donde la crisis, de ser esta la causa, debería haber estallado con mayor virulencia. ¿Cómo es que fue al contrario?

El déficit y la deuda pública no fueron ningún problema en España hasta que no se convirtieron las deudas privadas en públicas, vía rescate bancario, y hasta que el paro creciente no evidenció que los ingresos públicos, mayormente soportados por los salarios, eran insuficientes cuando disminuían el número de asalariados y, al mismo tiempo, los salarios.

Por lo tanto, si el déficit y la deuda pública no son causa sino efecto de la crisis, ¿cómo podrá ayudar a resolverla el hecho de disminuirlos?

En cuanto al tercer culpable, el crecimiento de los salarios durante la burbuja, es cierto que crecieron mucho en términos nominales, pero no en términos reales. Es decir: los precios y los beneficios empresariales crecieron siempre por encima, facilitando la caída continuada de la participación salarial en la distribución de la renta.

Entonces, ¿cómo puede ayudar a resolver nada la actual bajada salarial, tanto nominal como real?

Dado que se trataron efectos en vez de causas, la crisis se convirtió recesión, primero, y actualmente ha dado lugar a una economía y una sociedad fracturadas y estructuralmente desiguales, con un solo y triste éxito compensatorio: el tradicional e insostenible déficit exterior se ha convertido en superávit, es decir: ya generamos flujo de caja con que pagar la deuda externa.

¿No sería esto lo único que le preocupaba a la Troika, que pagáramos como fuera y aunque fuera a costa de los jóvenes, los jubilados y los asalariados?

Para construir una Europa donde merezca la pena estar, será necesario que acreedores y deudores se hagan corresponsables de los desequilibrios y que conjuntamente hagan una diagnosis precisa y apliquen una terapia adecuada. A nuestro entender, una terapia que deberá perseguir la equidad, la eficiencia y la sostenibilidad; las tres cosas a la vez

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