EconoNuestra

República

Beatriz Gimeno
Miembro de EconoNuestra

Una semana después de las elecciones del 25 de mayo, todos y todas sabemos que se ha producido un cambio; aún no sabemos cómo va a acabar esta aventura, pero del 25 de mayo a mí se me quedó grabada una frase que pronunció una señora de derechas de toda la vida y votante del PP hasta ese momento: "Aquí nos han robado todos, pero ninguno con tanta chulería como el PP". Y esa señora cambió su voto. No sé exactamente si votó a Podemos, pero a tenor de la primera parte de la frase, "aquí nos han robado todos", me parece improbable que se inclinara por votar a ningún partido de esos que ella mete en ese "todos" que nos han venido robando.

A estas alturas creo que la mayoría de los políticos tienen meridianamente claro que si ahora hubiera unas elecciones el bipartidismo desaparecía; y se les ve aterrados. Lo que ha ocurrido es que por fin se ha levantado el manto que cubría la podredumbre que nos ahogaba cada vez más y hemos respirado un poco; y ahora que hemos visto que es posible respirar, es muy posible que no queramos dejar de hacerlo. El bipartidismo es una estafa con la que llevan años turnándose los mismos para ir construyendo y apuntalando un régimen en el que la élite ha ido plantando las raíces de sus privilegios cada vez más hondo, cada vez más fuertes.

Al socaire de la crisis el PP pisó el acelerador y pensaron que podían rapiñar absolutamente todo, que estábamos atemorizados y vencidos y pasaron a meternos directamente la mano en la cartera: banqueros robando ahorros a pensionistas, diputados escupiendo a la cara a padres y madres de niños con cáncer, miles de familias desahuciadas por los mismos banqueros ladrones, una justicia medieval que encarcela a los pobres e indulta a los ricos, unos políticos que nos humillan a todas las mujeres y que se atreven a legislar sobre aquello que es inalienable, nuestros cuerpos.  Casi de repente, nos hemos visto inmersos en un mar de sufrimiento. Nos hemos visto rodeados por gente que no tiene para comer y rebusca en la basura, por niños enfermos que no tienen medicinas y que se convierten en reclamos televisivos, por miles de personas expulsadas gratuita y cruelmente de la posibilidad siquiera de recibir atención sanitaria.

Hemos visto cómo miserables ladrones de millones salían por la puerta de los juzgados y personas solidarias y decentes eran encarcelados por protestar o por organizarse. Hemos visto cómo nos expulsaban de la educación, de la sanidad, de la justicia, de la vivienda, de la democracia... para quedarse con todo eso. Y hemos visto cómo reprimían con dureza inusitada cualquier atisbo de protesta, cómo nos trataban como a súbditos y nos negaban la ciudadanía.

Y hemos visto al PSOE haciendo de dique de contención de la indignación. Sobre todo hemos visto a un PSOE cada vez más alejado de sus propios militantes. El 25 de mayo supuso una quiebra, quién sabe si irreparable, entre los votantes del PSOE y el partido. Hace mucho que el partido no representa a unos militantes que le han seguido votando por inercia y porque no encontraban otras opciones. Pero es muy posible que el 25 de mayo se rompiera también ese hechizo. Los militantes observan con desconcierto y creciente repugnancia a un Almunia, antiguo Secretario General, defendiendo a Junkers, el líder de los recortes, sin que ninguno de sus compañeros tenga a bien desmentirle. ¿Qué militante del PSOE con problemas para pagar la hipoteca, sin trabajo o rodeado de gente sin trabajo puede soportar ver a Rubalcaba quejarse porque el país ha girado a la izquierda? Pero... ¿no eran ellos la izquierda? ¿No les han venido votando cientos de miles, millones, de personas convencidas de que votaban a la izquierda?

Es obvio que el doble lenguaje (el de las elecciones y el de la realidad) que llevan años aplicando no les produce a estos dirigentes ningún tipo de pudor; es obvio que ni imaginan siquiera que pueda tener consecuencias. Pero esa brecha no ha hecho sino agrandarse y manifestarse cada vez más claramente. Mientras todos los dirigentes rinden pleitesía al rey saliente y al entrante, sus militantes ponen banderas republicanas en los perfiles del facebook y exigen un referéndum sobre la forma de Estado.

Hace unos meses yo misma afirmaba que no había una gran diferencia entre la república y la monarquía, si la única diferencia era la manera de elegir al titular de la jefatura del Estado. Pero hoy, apenas dos meses después, las cosas son distintas. República, porque tenemos que recuperar la democracia y esta es una buena manera de empezar. República para ir recuperando zonas de control popular. República para remover los cimientos de este régimen y contribuir a derribarlo. República porque el rey no es más que el representante de las élites que nos gobiernan y a todos ellos les queremos fuera. República porque han roto todos los consensos y es, pues, hora de que pactemos entre nosotros y nosotras. República ya, porque este es un régimen viejo y podrido que nos está ahogando. República,  pero no cualquiera, sino una en la que podamos decidir no sólo quién nos representa y nos gobierna, sino también y fundamentalmente, cómo.

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