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Primarias a la española

David Hernández Martínez
Politólogo y estudiante del Máster de Economía Internacional y Desarrollo de la Universidad Complutense de Madrid

El proceso de primarias parece estar más presente que nunca en la vida política española. Son varias las fuerzas y partidos que en los últimos tiempos han llevado a cabo distintos procedimientos, donde sus cargos orgánicos o sus candidatos electorales han sido directamente elegidos. Aunque este tipo de elección tiene antecedentes en nuestra democracia, ha sido recientemente cuando ha cobrado gran resonancia, pareciendo adquirir un cariz de perdurabilidad para el futuro.

La historia reciente nos remonta a 1998 para hablar de las primeras primarias en la España democrática. Su sucesión ha sido intermitente en el tiempo, hasta ahora, donde el debate parece llegar hasta el partido más reacio a llevarlas a cabo, el Partido Popular, aunque siga enquistado en posiciones adversas. Pese a ello, las primarias están cada vez más presentes en otras formaciones, como PSOE, IU, UPyD, PODEMOS o ERC, que intentan dar respuesta a unas generaciones con vocaciones políticas mucho más activas.

Aunque para muchos pueda resultar oportuno abordar la pretendida apertura de las vías de participación política, conviene matizar los acontecimientos que están sucediendo, porque, más allá de los titulares que anuncian la nueva buena, solemos encontrarnos con unos hechos que dejan sensación de cierta desilusión. Por lo general, y con independencia de un partido u otro, cuando las primarias se han intentado llevar a cabo han dejado mucho que desear, al menos si lo que se buscaba era una democratización y apertura de las formaciones políticas.

Las experiencias recientes han evidenciado varios problemas que parecen ser más o menos comunes, independiente de las siglas ideológicas, pues en todas ellas se afronta la necesidad de dar respuesta a las exigencias de mayor participación de la ciudadanía, con los recelos propios por parte de algunos dirigentes al abrir las puertas a un procedimiento que puede escaparse de su férreo control. Así, hemos encontrado en la mayoría de los casos con escenarios donde las posibilidades de decisión han estado restringidas y obstaculizadas.

Por un lado, el PSOE ha emprendido un camino tumultuoso hacia mecanismos que involucren en mayor grado a militancia y simpatizantes. Posee relativos éxitos en cuanto una elección directa se trata, si miramos casos como los de las federaciones de la Comunidad Valenciá o las Islas Canarias. Sin embargo, la mayor parte de sus procesos han estado determinados por la limitación que supone el proceso de avales, la fuerte presencia de un candidato único ya seleccionado por la cúpula e incluso la negación a celebrar primarias abiertas

Igualmente, el aprendizaje en el camino de las primarias está resultando muy complicado en Izquierda Unida, primero porque existen manifiestas reticencias a celebrarlas desde algunos órganos y líderes de partido, temerosos de que la fuerza de izquierdas pueda diluirse en procesos renovadores y de convergencia. Al mismo tiempo, existe la preocupación propia de cualquier aparato de partido a perder el control de la evolución política del mismo, dejando la progresión no solamente a los militantes.

Asimismo, encontramos otro caso paradigmático en la formación magenta (UPyD), que había sido bandera de las primarias desde su fundación, pero no ha escapado a ciertas polémicas que han rodeado algunos procesos, fijados en muchos casos por el personalismo de Rosa Díez.

En otro sentido, la ascensión de Podemos, que parecía estar marcada por la invitación constante a la implicación ciudadana, ha quedado algo erosionada en aquellas circunstancias relevantes donde la dinámica ha estado teledirigida por sus principales líderes.

En resumen, las primarias que han venido desarrollándose en los últimos años han estado enormemente condicionadas por diversos factores que han dejado un contexto manifiestamente mejorable. Todo ello, sin olvidar la presencia de deficiencias más o menos comunes a casi todas las formaciones políticas, ya sea por la existencia de procesos estrictamente dirigidos por los órganos de poder de los partidos, o por la presencia de fuertes condicionantes que limitan de manera considerable la participación tanto de los militantes como de aquellos ciudadanos que quieren hacerlo sin contar con un compromiso fijo hacia una determinada formación política.

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