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Reconstruyendo el pasado, desdibujando el futuro

Sergio Pérez Páramo
Economista

En España la crisis no ha encarnado forma alguna de oportunidad. Los datos nos dicen que su evolución económica ha retomado la senda positiva del crecimiento. Pero, ¿qué factores, o mejor dicho, qué sectores lo han posibilitado? Vemos con asombro que han sido el sector financiero, el inmobiliario y el de la construcción. ¡Los mismos que lideraban la fase de crecimiento anterior a la recesión!.

El sector exterior y el turismo jamás suplieron la falta de dirección de la economía española durante la crisis. Y desde que ésta apareció, hace casi ocho interminables años ya, ni se ha creado, ni se ha apoyado un solo modelo alternativo de crecimiento económico. Que el binomio financiero-inmobiliario esté remontando el vuelo no es causal.

Si el ejecutivo actual no se ha caracterizado por una profunda y necesaria remodelación de la economía durante la legislatura actual, hubo un asunto por y para el que sí se lanzó a la acción con determinación: el rescate del sector bancario con cargo a los presupuestos públicos. Y sin embargo, el resultado más palpable del mismo, la creación del SAREB, tan solo ha constituido, en opinión de la mayoría de los analistas, una mera patada hacia delante del infame balón de los activos tóxicos.

Pero, y aunque el tiempo lo dirá, tal y como ha sucedido con otros asuntos de particularidades similares, como el déficit de tarifa del sector eléctrico por poner un solo ejemplo, los excedentes generados por las operaciones inmobiliarias especulativas continúan acumulando crecimientos interanuales constantes, un asunto que podría no representar problema alguno, salvo por la irrelevante absorción de mano de obra observada en contrapartida en dicho sector.

Tales circunstancias nos llevan a afirmar la existencia de una reconstrucción económica en España, de escasa o nula capacidad para transformar y dibujar un nuevo futuro donde quepa la posibilidad de ilusionar a nuestra sociedad. Ese nuevo futuro donde la recuperación inmediata del empleo y la creación urgente de alternativas productivas sea la prioridad. Donde el respeto por el medio ambiente y la eliminación sustancial de la contaminación representen los irrenunciables raíles por los que el conjunto de la actividad económica deba deslizar. Donde sea nuestro propio estado, si acaso no lo hacen los demás, el que lidere movimientos y alianzas de cooperación económica y social en el contexto internacional. Ese futuro en el que todos nuestros deseos no sean el sueño, sino la realidad que la obstinación de unos se empeña en robar.

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