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Ni Pablo Iglesias ni la marca Podemos

David Hernández Martínez
Graduado en Relaciones Internacionales (UCM) y estudiante del Máster de Economía Internacional y Desarrollo (UCM)

Las elecciones municipales y autonómicas del 24 de mayo han dejado mella en los principales partidos políticos, todos deben reflexionar sobre los resultados obtenidos. Sin duda alguna, el PP, que no quiso reconocer la debacle en las elecciones europeas ni en las andaluzas, entiende a cinco meses de las generales que su situación es delicada.

Por su parte, el PSOE no debe engañarse, porque aunque recupere poder territorial, la realidad es que desde 2011 sólo sigue una tendencia, que es la de perder votos. El caso de Ciudadanos es más particular, es innegable los buenos resultados cosechados, teniendo en cuenta que hace seis meses su presencia apenas se daba en Cataluña. Pero queda la amargura de ver que no les fue tan bien como las encuestas pronosticaban.

Igualmente, Podemos debe hacer una análisis muy meditado sobre la estrategia seguida durante el período electoral. Sobre todo, si sus dirigentes siguen aspirando a alcanzar La Moncloa en noviembre. En términos generales el fenómeno Podemos es un hecho político único, con sólo un año de existencia, ya tiene representación local y municipal en prácticamente todos los territorios. Ahora bien, se puede realizar una interpretación crítica sobre lo ocurrido.

El éxito electoral, y por qué no decirlo también mediático, de algunas coaliciones como Ahora Madrid, Barcelona en Comú, Marea Atlántica de A Coruña y Compostela Aberta, debería hacer replantearse a muchos cuales son las decisiones a tomar para las cruciales elecciones generales. Desde la cúpula de Podemos tendrían que cuestionarse si con la marca sólo del partido, sin incluirse en grandes coaliciones, podrían llegar a obtener el apoyo suficiente para convertirse en primera fuerza. Más aún, aunque esto sea una hipótesis que levante sarpullidos en el Consejo Ciudadano, deberían reflexionar seriamente si Pablo Iglesias es la figura idónea para candidato a presidente del gobierno.

Desde el primer momento, Podemos ha buscado preservar su marca por encima de posibles coaliciones o fuerzas de unidad popular, si bien es cierto que en determinados municipios importantes no se opuso a ello. Ahora bien, más allá de lo que dicen las encuestas cada semana, se debería analizar si a Podemos como tal, sin contar con el respaldo de otros partidos y movimientos sociales, le da para alcanzar en todo el territorio el suficiente respaldo y superar a los partidos clásicos. Más aún, cuando la ley electoral y la fórmula de proporcionalidad seguramente vaya a jugar en su contra.

Del mismo modo, figuras emergentes como Manuela Carmena, Xulio Ferreiro, o bien, otras más conocidas hasta entonces como Ada Colau y Mónica Oltra (si bien ésta forma parte de una formación distinta a Podemos), representa un tipo de candidato muy diferente al de Pablo Iglesias, con una forma distinta de comunicar y acercarse al electorado.

Cabría preguntarse sin tapujos ¿cuánta gente que ha votado a listas encabezadas por personas como Carmena, Ferreiro o Colau, lo haría también por una lista liderada por Pablo Iglesias? ¿Cuánta gente que ha votado coaliciones de varios partidos y movimientos sociales, lo haría sólo para votar la marca Podemos?

Es complicado saber si tantas personas que se sintieron identificas con los programas electorales y la unión de tantos grupos políticos y sociales, sentirían lo mismo bajo un partido que por el momento rehúye en ámbito nacional a unirse a otras fuerzas. Es difícil saber si tantas personas que se sintieron atraídas por figuras como Carmena, Ferreiro o Colau, les ocurriría lo mismo en noviembre con Pablo Iglesias.

Son dudas que no tienen una fácil respuesta, pero sí verdaderamente Podemos persigue el cambio en este país, independientemente de la marca o el nombre propio que lo lidere, deberían ser honestos y planteárselas.

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