EconoNuestra

Pan, Rosas, Movistar

Beatriz Gimeno
Escritora y activista

En uno de los mítines de esta campaña coincidí con los trabajadores de Movistar que siguen en huelga y que nos explicaron los motivos por los que tomaron la decisión de desafiar a la poderosa empresa de telefonía. Están contratados como falsos autónomos y ganan 800 euros por 10 o 12 horas de trabajo (una de sus reivindicaciones es la de fijar una jornada de 40 horas semanales) en las que tienen que pagarse ellos mismos la Seguridad Social, la furgoneta y la gasolina. Entre el salario y el horario estas personas no tienen vida familiar ni social. Estuvieron contando su situación y cuando acabaron uno de ellos dijo: "No pedimos nada extraordinario; yo me conformaría con poder llevar a mi novia un fin de semana a la playa". El presidente de la compañía, César Alierta, se subió el sueldo en 2015 un 16% y ya gana cerca de los 7 millones de euros. En unas declaraciones que hizo al medio de comunicación que le preguntó por esto afirmó que no ve extraño su salario porque que él bien vale ese dinero.

El axioma, repetido hasta la náusea por Rajoy, por la Troika, por los que nos gobiernan, de que si a las grandes empresas les va bien, a la gente le va bien, supone no sólo una mentira, sino además una humillación gratuita al sufrimiento de tantas personas. El día después de las elecciones el INE sacó un informe en el que se señala que en 2014 aumentó la pobreza hasta situarse en el 30% de los hogares españoles. Los niños están aún peor y sus tasas de pobreza son de un 35%. Cada vez menos esas cifras están relacionadas con tener o no tener empleo. Hay 4.5 millones de personas que trabajan y no llegan a los mil euros al mes, y los salarios no dejan de perder poder adquisitivo. El Partido Popular dice que se está creando empleo porque ahora un salario de antes se ha dividido en tres, aunque eso no ocurre con las horas de trabajo, que han aumentado para todos los trabajadores.

Y es verdad y es lo más urgente que mucha gente no tiene para vivir con esos salarios, ni puede pagarse una vivienda, ni poner la calefacción o incluso comprar comida, pero no olvidemos que según el mismo informe del INE, casi la mitad de los españoles no puede irse nunca de vacaciones. No puede, como dijo el técnico de Movistar, irse ni una semana a la playa. Queremos poder comer y estar calientes, pero queremos también poder ir de vacaciones, al cine, comprar un libro o llevar a los niños a un parque de atracciones. La lucha por una vida digna exige pan pero exige también rosas. "Pan y rosas" es una frase de un poema de James Oppenheim, pero fue también el eslogan de la huelga de los trabajadores y trabajadoras del textil, sobre todo de éstas, en Lawrence, Massachusetts, en 1912 por la mejora de sus condiciones de vida. Más tarde, "Pan y Rosas" se convirtió en una canción reivindicativa que muchas causas han hecho suya y cuya letra vuelve ahora, con las nuevas condiciones de trabajo que se están imponiendo, a estar más vigente que nunca.

Y si las urgencias que ha creado esta crisis nos llevan a exigir pan, no olvidemos las rosas. Porque todos y todas tenemos derecho no sólo a la subsistencia básica, sino a una vida que merezca la pena ser vivida; a una vida que incluya vacaciones, deporte, cultura, ocio, bienestar. Tenemos derecho a condiciones salariales que nos ofrezcan no sólo un salario para comer y unas pocas horas para dormir, sino un salario y tiempo suficiente para disfrutar de la vida y poder aspirar a ser felices. Porque la riqueza ajena no puede construirse a costa de nuestras vidas, de nuestro bienestar y felicidad. Porque no somos máquinas a las que les baste con gasolina para funcionar. Los trabajadores de Movistar quieren, como cualquiera, trabajar, comer y disfrutar de la vida. Y esa convicción tiene que ser la que nos debe mover a todos los que estamos en política para cambiar las cosas, a las diputadas y a los sindicalistas, a los activistas sociales y a los militantes de base: que todo el mundo tiene derecho a vivir la única vida que tenemos en condiciones dignas y suficientes. Salarios dignos para vidas buenas que valen tanto como la vida del presidente de Telefónica (y tantos otros) cuyo salario no está en relación con su trabajo, sino con la explotación a la que somete a miles de personas.

Más Noticias