EconoNuestra

Otra política en Europa es posible

José María Mella
Catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de econoNuestra

La política del miedo -hay quien le ha llamado, sin exageración, terrorismo mediático y político- frente al electorado griego ha fracasado estrepitosamente. Los votantes griegos han dado una lección de dignidad, de carácter y han expresado de manera contundente su esperanza de otra Europa.

El pueblo griego ha dicho que no quiere la política de austeridad, que ha llevado a su economía a contraerse una cuarta parte de lo que era apenas hace cinco años.
El desprestigio y la pérdida de autoridad de las instituciones comunitarias son manifiestos. Por sus maniobras, por el amedrentamiento a los pensionistas, a los jóvenes, a todos los griegos, por su falta de respeto a los principios democráticos.
Los griegos y todos los europeos nos hemos quedado atónitos por la ignorancia arrogante de los pretendidos "líderes" de la UE, que a estas alturas no se han querido enterar de que o se avanza por el camino de los Estados Unidos de Europa (la Unidad Política) o se retrocede.

El no griego lo ha sido al dogma de la política única. Y un sí a otra política posible en Europa. No sólo posible, sino necesaria. Para salir de la crisis y para salir con crecimiento económico, creación de empleo, igualdad y cohesión social. Sin entrar ahora en la necesidad de reforma del diseño de la Unión Monetaria actual, esta nueva política debería apoyarse -es tarea de los negociadores- en tres grandes estrategias: la reestructuración de la deuda, un plan de crecimiento para Europa, y un programa de reformas de la economía griega. Estrategias, que no pueden obviar una premisa previa: evitar por todos los medios el colapso del sistema financiero griego.

El Banco Central Europeo (BCE), le guste o no a su presidente el Sr. Draghi, debe actuar de inmediato como prestamista de último recurso de los bancos griegos. Su responsabilidad es mantener a flote los flujos de dinero que la economía griega necesita para seguir funcionando. Debe mantener con firmeza la llamada "asistencia de liquidez de emergencia".

Y en parte no está justificado decir que el BCE, cuando abre esta línea de liquidez, está incurriendo en riesgo de pérdidas. Porque estos préstamos de emergencia son provistos por el Banco Central de Grecia y, en consecuencia, es el pueblo griego quien sufre las consecuencias de un impago o "default" de sus propios bancos. Además, es una función de los bancos aceptar pérdidas cuando estas llegan y pensar cómo refinanciarlas.

El BCE debe asumir sus responsabilidades en julio de 2015, por no haberlo hecho en el momento adecuado en 2010. Se hubiese mirado de frente a los problemas hace ya un lustro, refinanciando la deuda griega, hubiera evitado llegar a la situación actual de un nivel de deuda insostenible. Si el BCE no facilita esta tarea de hacer la deuda pagable, habrá que pensar que quiere echar a Grecia fuera del euro. Pero sería otra barbaridad más en este culebrón: el BCE no tiene el mandato para expulsar a un país de la zona euro.

Por eso, el informe del FMI -conocido sorprendentemente estos últimos días- puede servir de punto de partida para la reestructuración de la deuda. Tal informe recomienda nuevos recursos a Grecia a tipos de interés asumibles, vencimientos a largo plazo y periodos de carencia, no obviando la necesidad de una quita del principal; juntamente con modificaciones más favorables en las condiciones de amortización para los préstamos ya existentes.

Por otro lado, es urgente un plan de crecimiento para Grecia y Europa, con un programa de inversiones como el presentado por el presidente de la Comisión Europea Juncker, que incluye la participación del Banco Europeo de Inversiones y la dinamización de la inversión privada y pública-privada en infraestructuras de transportes y energéticas, interconexión de redes eléctricas y proyectos transnacionales.

Finalmente, el gobierno griego debe poner en marcha un plan de reformas de su economía en materia de una reforma fiscal progresiva (que evite más cargas, ya insoportables, para los sectores más débiles de la sociedad; que priorice la lucha contra el fraude y la evasión fiscal), reasignación de las partidas del presupuesto para minorar los excesivos gastos militares y reforma de la administración pública para hacerla más eficiente.

Y hay que tener siempre presente que las peores batallas siempre han terminado en la mesa de negociaciones. Esa es la experiencia de la Unión Europea. Sólo hace falta tener en cuenta los intereses de las partes y la inteligencia para encontrar el denominador común.

Más Noticias