EconoNuestra

Precariedad laboral y competitividad, una estrategia fallida

Mario Rísquez
Estudiante del postgrado en economía internacional y desarrollo de la UCM, miembro de econoNuestra

Uno de los principales problemas de la eurozona, que se encuentra en el origen de la crisis, y que el estallido de la misma puso en evidencia, es la fractura productiva y comercial que existe entre las economías que conforman dicho espacio. Aun a riesgo de simplificar, la geografía comercial en la zona euro se ordena de manera que son los países que ocupan la periferia europea – como Portugal, España, Grecia o Irlanda- los que presentan un deterioro de carácter crónico en sus balanzas comerciales, mientras que los situados en el núcleo o centro del continente –como Alemania, Austria u Holanda- reflejan unos saldos comerciales positivos que se extienden en el tiempo.
La interpretación económica convencional alude a los diferenciales de precios entre unas y otras economías como la principal causa de estas divergencias comerciales, siendo los costes laborales, y en concreto, el comportamiento de los salarios, el elemento que en mayor medida determina dichos precios. De igual manera, se parte del diagnóstico de que países como Alemania llevaron a cabo procesos de reforma del mercado de trabajo y de contención salarial que otros países, como España, no han acometido. La terapia, por tanto, parece clara: es en los países periféricos en donde debe recaer la carga del ajuste salarial para tratar de cerrar esa brecha de competitividad con respecto a los países centroeuropeos.

En España, con la notable caída de la demanda interna que ha lastrado el crecimiento económico en los últimos años, los sucesivos gobiernos que han gestionado la crisis han articulado una estrategia de superación de la misma basando uno de sus pilares en la corrección de ese déficit externo. Las dos reformas laborales aplicadas en los últimos años, que han enfatizado la reducción de las "barreras" de acceso y salida del mercado de trabajo, modificando también la estructura de la negociación colectiva con el fin de fomentar la negociación individualizada de las condiciones de trabajo, apuntalan ese modelo de salida de la crisis basado en el ajuste salarial. La búsqueda de competitividad como coartada para la precarización laboral.

Desde las coordenadas bajo las cuales se sitúa el marco de la competitividad en la teoría económica convencional, la estrategia trazada entre contención salarial, descenso de los precios y mejora del desempeño comercial está dotada de una gran coherencia interna. Sin embargo, al establecer el siempre pertinente diálogo entre teoría y realidad, cabe preguntarse cómo se ha expresado todo ello en la economía española.

Pues bien, si atendemos al estudio de la industria manufacturera -cuyas exportaciones representan alrededor del 85% del total-, de un análisis preliminar podríamos afirmar que en los últimos años existe una correspondencia entre la disminución de los costes laborales y la mejora del desempeño comercial, que se expresa en una cierta corrección del déficit comercial y la ganancia de una mayor cuota de mercado en la eurozona. Sin embargo, ¿dicha correspondencia implica que una cosa lleve a la otra? Son varios los motivos que permiten cuestionar el discurso oficial:

1. La mejora del desempeño comercial viene explicada, más que por un aumento de las exportaciones, por una considerable caída de las importaciones en el período de crisis. No obstante, las ramas de la industria de bajo contenido tecnológico, y en menor medida las de medio-bajo contenido tecnológico, si presentan un fuerte dinamismo exportador en el período analizado, lo que parece estar generando una reconfiguración de la composición de la cesta exportadora hacia una mayor especialización en esos sectores. Este hecho podría reforzar a medio-largo plazo las fracturas productivas y comerciales entre la economía española y aquellas con una estructura productiva más desarrollada.

2. Esa caída de las importaciones no se debe tanto a una mayor independencia y autosuficiencia de la industria española, en términos productivos y comerciales, como a la caída de las compras extranjeras fruto de la contracción en la capacidad de consumo de los últimos años. De hecho, el patrón de crecimiento español es altamente dependiente de importaciones, por lo que todo parece indicar que, en el retorno a un ciclo expansivo de la economía, vuelvan a incrementarse de nuevo los déficits comerciales.

3. La disminución de los costes laborales no se ha debido tanto a la contención de los salarios, como al aumento de la productividad. Sin embargo, este aumento de la productividad en ningún caso se debe a una mejor reorganización del trabajo, o a la incorporación del progreso técnico a los procesos productivos, sino que se trata más bien de un efecto estadístico provocado por una mayor caída del número de empleados, que de las horas de trabajo y el producto generado. En definitiva, unas ganancias de productividad basadas principalmente en el incremento de los ritmos de trabajo y en el alargamiento de la jornada laboral más allá del marco horario legalmente establecido.

4. No parece haber una relación clara entre la contención de los salarios y su traslación al comportamiento de los precios. Si ponemos el foco en la estructura de costes de producción de las empresas de la industria manufacturera, los gastos de personal representan una fracción pequeña en dicho esquema –menos del 15% del total de costes-, perdiendo además relevancia con el paso del tiempo. El grueso de los costes –cerca del 70%- se localiza en la compra neta de materias primas, mercaderías, y en actividades realizadas por otras empresas, cuyos proveedores son en gran medida de procedencia española, y no exterior.

5. Por último, si analizamos los resultados de la política de ajuste salarial poniendo en una balanza la mejora de los resultados comerciales -que como ya hemos apuntado tienen unos cimientos precarios y son de carácter coyuntural- y por otro lado, la caída del consumo interno, en términos netos lo primero no compensa lo segundo, pues pondera más en el crecimiento la demanda interna que la exterior. Resumiendo, la caída de la demanda interna, que la política de contención salarial ha profundizado, no es compensada por la mejora de la actividad comercial exterior.

Como podemos comprobar, los resultados no se ajustan a lo esperado por la teoría económica que fundamenta dicha política económica, y esto es así toda vez que se parte de una evaluación equivocada del problema. Ciertamente, argumentar que economías como la española deben reducir sus costes y precios para corregir la brecha de competitividad con respecto a economías como la alemana, cuando ni siquiera compiten en los mismos segmentos de productos, deriva de un diagnóstico errático de una realidad siempre compleja. En buena medida muchas veces se toman los objetivos a los que se pretende llegar por premisas de las que partir, y es que partiendo de unos determinados supuestos se puede construir una secuencia argumental lógica que, en el diálogo que establece con la realidad, resulta cuanto menos irrelevante si de lo que se trata es de explicar el funcionamiento de esta última.

El problema de fondo hunde sus raíces en las asimetrías productivas en la zona euro, que la moneda común ha contribuido a exacerbar, pero que ya existían entre unas y otras economías antes de confluir en este proceso. Un espacio comunitario diseñado bajo una fractura cuya dinámica polarizadora, que genera divergencia y tiende a dilatar las brechas existentes, no puede ser corregida si no es a través de una actuación decidida tanto a escala nacional como comunitaria.

Situar en la órbita del mercado laboral y de los salarios el foco de todo análisis de la competitividad resulta tan insuficiente en términos analíticos como interesado en términos políticos. Hay demasiada lírica detrás de la estrategia comunicativa que liga el ajuste con la salida de la crisis; una pena que los versos libres que surgen de un análisis riguroso acaben emborronando la métrica.

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