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Incendios en el Norte

Fernando Prieto.
Ecólogo. Miembro de econNuestra

En muchas ocasiones nos encontramos que los grandes temas ambientales y de sostenibilidad como el cambio climático o la biodiversidad generan grandes acuerdos teóricos, sin embargo cunado llegamos a la pequeña realidad como los incendios forestales en una zona concreta, las emisiones de un sector, la calidad del aire de una ciudad, o la realidad de las depuradoras vemos como aparecen las contradicciones inherentes a decisiones complicadas, con varios actores e intereses y el gran reto que supone avanzar hacia el desarrollo sostenible. A continuación un ejemplo de ello, un pequeño análisis de los incendios forestales en el Norte de España del año pasado que se repetirán dentro de unos meses sino hacemos algo para cambiarlo.

El escenario: Cambio climático y "el Niño"

Las épocas de riesgo en el N y NW de España coinciden con el otoño y la primavera con vientos del sur. Este año pasado esos vientos se han dado en diciembre. También han coincidido con elevadas temperaturas y con que los frentes fríos que atraviesan España en invierno como es normal, solo han afectado tangencialmente a Galicia en su paso hacia Inglaterra. Recordemos que una de las evidencias del cambio climático es el aumento de la irregularidad en las precipitaciones y de fenómenos extremos con lo que se incrementa el riesgo de incendios. Como está sucediendo este año en el Norte y Noroeste de España, pero además este año los patrones meteorológicos mundiales han sido modificados por el comportamiento de El Niño, que ya anunciaba que tendría su periodo de mayor intensidad entre octubre y enero, según vaticinó la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Este año El Niño es completamente distinto desde el último importante, el sucedido entre 1997 y 1998 por las nuevas condiciones debidas al cambio climático. Desde entonces, "el mundo ha cambiado mucho" y la capa de hielo del mar Ártico se ha reducido a niveles mínimos, al tiempo que se han perdido hasta un millón de kilómetros cuadrados de superficie nevada en el hemisferio norte, según explicó el jefe del Programa de Investigación del Clima de la OMM, David Carlson. Las predicciones del calentamiento de la superficie del mar en las zonas central y oriental del Pacífico tropical apuntaban a que sería uno de los cuatro más fuertes desde 1950.

Los anteriores más potentes fueron los registrados en los periodos entre 1972/1973, 1982/1983 y 1997/1998. Los efectos son fuertes precipitaciones -y por consiguiente, inundaciones- en América Latina, Asia, Oceanía y Africa, con episodios de sequías en otras zonas de estas mismas regiones pero también en zonas muy alejadas como Europa. En España se detectaron correlaciones importantes por ecólogos de la Universidad de Barcelona entre sequias, inundaciones y el fenómeno de El Niño. Nos encontramos así con comportamientos globales del clima que afectan también, como no podía ser menos aquí.

Los actores: burócratas, ganaderos, cazadores y el fiscal.

Pero ahora se añaden los actores locales. Y aunque es evidente que existe una gran diversidad de situaciones y de ecosistemas en el Norte, ha habido otro factor fundamental, la PAC. En efecto, las ayudas comunitarias a la ganadería han venido moduladas por la superficie pastable, lo que ha hecho que los ganaderos tiendan a aumentar la superficie dedicada a pastos con el fuego para mantener o incrementar el nivel de ayuda a sus cabañas ganaderas. Esta modulación de las ayudas de la PAC realizadas por las administraciones públicas con criterios teóricos no contrastados en la realidad, con decisiones tomadas en los despachos lejos del terreno, han determinado que se pague según la superficie de pasto, con lo cual ha habido más fuegos para incrementar esos pastos. De esta manera, algunos ganaderos están forzando la práctica del desbroce con el fuego, prenden fuego al monte para conseguir pastos, pero sobre todo subvenciones. Si hay un monte cubierto de matorrales no se reciben estas ayudas, pero si los ganaderos lo queman, aunque el primer año no cobrarán nada, después sí recibirán las subvenciones.

Por otra parte los cazadores también han sido un agente importante en el inicio de fuegos. Amplísimas superficies del país sin habitantes y sin ningún tipo de control y vigilancia permiten que se pueda hacer cualquier tipo de tropelía. Finalmente, la fiscalía ni está ni se le espera tanto por la falta de medios, como de capacidad técnica e interés en investigar algo tan extendido en el espacio y tan recurrente que se debe a causas estructurales muchas veces y no al último ganadero.

Esta situación ha sido tan evidente, que España va a solicitar a Bruselas cambiar la gestión de la PAC para que los ganaderos que quemen el monte se queden sin subvenciones.

11MAGRAMA. Número de siniestros 2001-2010.

Los ecosistemas y la falta de planificación

Todo este "drama ecológico" sucede en ecosistemas que han dejado de gestionarse y de planificarse. Donde han proliferado especies pirófitas como eucaliptos o pino pinaster o radiata y enormes superficies de matorral sin ningún tipo de planificación. Donde el uso tradicional ganadero ha formado y sostenido unos paisajes no sólo funcionales y productivos, sino, además, de una alta calidad ambiental. Y donde, además parte de estas amplias superficies de matorrales podrían dirigirse con adecuadas actuaciones, poco a poco hacia bosques maduros.

En definitiva, incompetencia de las administraciones, por las ayudas a los ganaderos mal asignadas y peor gestionadas que han determinado un incremento del uso del fuego como práctica ganadera pero también por la falta de gestión de los ecosistemas forestales, unido a especiales condiciones climatológicas han incidido en el aumento de los incendios que afectan no solo a los matorrales, o especies de crecimiento rápido sino a los bosques más maduros y a las viviendas.

En conjunto no existe una gestión forestal sostenible y menos adaptada al cambio climático. Se ha trabajado sin criterios científicos, una especie de "frivolidad forestal", unido a la falta de rendición de cuentas de las administraciones. Se ha dado durante decenios una falta de una visión en la administración que ha de gestionar el territorio con criterios de sostenibilidad. Este invierno pasado de 2015 nos ha llevado una vez más a algunas víctimas mortales y a unos impactos ambientales enormes con afecciones que persistirán en el territorio durante años. Y también a unos enormes gastos en extinción que podrían haberse evitado.

Empecemos a planificar sierra a sierra y valle a valle y a hacer una gestión forestal sostenible y adaptada al cambio climático, así solucionaremos el problema de los incendios forestales.

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