EconoNuestra

La educación financiera y la desigualdad

Pedro Fresco
Colaborador de econoNuestra

Educación financiera

Desde hace varios años se viene insistiendo en la idea de que hay que impartir educación financiera en los centros educativos para que las nuevas generaciones puedan desenvolverse en el mundo moderno. Desde la ortodoxia se nos dice que basta con tener información suficiente para que las elecciones sean racionales y desde agentes económicos como los bancos se insiste en que la educación financiera es imprescindible.

Hay estudios que parecen sostener que convertir la educación financiera en enseñanza reglada es una buena idea. Un estudio de 2007 (Thorsten Beck et al.) concluye que los mercados financieros desarrollados (en los que participa la mayoría de la población) reducen la desigualdad, según los autores porque así los "pobres" sacan rendimiento a sus ahorros, por un lado, y también porque este desarrollo financiero genera crecimiento económico. Así pues la educación financiera sería positiva para todos, porque ayudaría a estimular la economía, mejoraría las decisiones de los "pobres" y les ayudaría a sacar rentabilidad por sus ahorros.

A estas conclusiones le podemos oponer dos grandes peros iniciales. Primero, un país como España con casi toda probabilidad ha desarrollado más su sistema financiero en estos últimos 10 años y sin embargo la desigualdad ha aumentado en este tiempo. Esto, sin ser tan acusado, es similar en otros países de nuestro entorno, así que es razonable pensar que si ese estudio se hiciese en 2016 y no en un momento de expansión crediticia continuada, el resultado sería distinto.

Por otro lado, en España tenemos una historia particular sobre productos financieros fallidos que han sido vendidos masivamente al público general, como preferentes, acciones de ciertos bancos que luego fueron rescatados, bonos corporativos de empresas, etc. Así que intuitivamente no parece que la contratación de productos financieros por los pequeños ahorradores haya podido contribuir a mejorar la igualdad sino más bien al contrario.

Decir que una mayor educación o conocimiento (sobre lo que sea) ayuda a minimizar la desigualdad parece casi de Perogrullo, porque obviamente el conocimiento siempre es bueno y aleja a los seres humanos de la ignorancia, que es uno de los factores que los mantiene dependientes, sumisos y sin más alternativa que aceptar las situaciones sobrevenidas. La cuestión es que dentro del concepto "educación financiera" se pueden incluir muchas cosas, y cuando se dice "conocimiento" igual no se quiere decir solo conocimiento sino también "propaganda" u orientación a determinados comportamientos sociales.

No es mi intención parecer anarquista, pero es obvio que la educación siempre tiene un componente de "manipulación" de las nuevas generaciones para convertirlas en individuos adaptados a una estructura social determinada. Los conocimientos son buenos, cosas como las matemáticas, las ciencias, los idiomas o las humanidades se deben conocer, pero a nadie se le escapa que enseñando historia se puede manipular la misma, que enseñando valores se puede dogmatizar y, en definitiva, que la educación tiene una función que puede no ser neutral. Por esta razón muchos nos oponemos a que cosas como la religión se enseñen en los colegios.

Así pues la educación financiera puede ser buena, pero dependerá de qué educación financiera estemos hablando. Es bueno que los jóvenes aprendan que es el tipo de interés de una hipoteca, la inflación, que entiendan los riesgos inherentes a cosas como comprar a plazos o a cualquier operación financiera, pero ¿es eso lo que se pretende? ¿Se quiere proteger a los nuevos ciudadanos de los fraudes y de los engaños? ¿O quizá lo que se pretende es condicionar actitudes?

Mi experiencia en la venta de commodities a empresas me ha confirmado algo que también he podido observar a nivel particular. Cuando una persona desconoce absolutamente un mercado o un producto tiende a ser desconfiado y a evitarlo, como es lógico y razonable en su situación. En el otro extremo, cuando alguien es un experto obviamente toma decisiones sustentadas en datos o en un conocimiento profundo del mercado en cuestión, aunque eso no lleva a que estas decisiones sean racionales. El experto valora los riesgos mejor o peor, pero los valora y los intenta gestionar.

Sin embargo cuando una persona pasa del desconocimiento absoluto al conocimiento parcial tiende a desprenderse de todas las cautelas y los miedos previos, aun cuando el conocimiento adquirido no justifica tales alegrías. La aversión al riesgo desaparece y, en cambio, el conocimiento sobre el mercado en el que actúa sigue siendo escaso. Muchas veces he observado como la persona se "emociona" cuando comienza a entender un mercado, sobrevalora su conocimiento y tiende a tomar decisiones poco prudentes.

Creo que todos conoceréis a ese perfil de inversor en bolsa amateur, que se ha leído un libro de cualquier gurú y se cree en posesión de un método infalible para sacar dinero de la nada. Muchas de estas personas consideran que es de facto imposible que pierdan dinero y ven la probabilidad de que eso suceda casi tan remota como que les caiga un meteorito en la cabeza mientras pasean por la calle. Pues bien, existen perfiles similares y te los puedes encontrar también en el mundo empresarial ¿Es positivo ese conocimiento parcial? Si el conocimiento escaso te hace obviar los riesgos, ¿te está aportando algo bueno? Convengamos que no.

El profesor de economía conductual Dan Ariely explica que la educación financiera no tiene prácticamente ninguna influencia sobre el comportamiento financiero. En su larga labor divulgativa, el profesor Ariely ha explicado cómo los seres humanos somos irracionales en nuestras decisiones y que estamos absolutamente influidos por las normas sociales del entorno en el que nos movemos, por la publicidad engañosa, por el deseo de gratificación inmediata y por muchas cosas que poco o nada tienen que ver con la racionalidad que venden los ortodoxos. Esto está ampliamente estudiado y enseñado por ejemplo en el sector de las ventas, donde se ilustran estrategias de venta emocional, a identificar al decisor, a crear necesidades donde no las hay, etc.

Una educación financiera básica probablemente sólo serviría para orientar a los ciudadanos a introducir sus ahorros en el circuito de la economía financiera por norma y convención, pero no haría que decidiesen mejor. De hecho posiblemente haría que decidiesen peor porque les predispondría a la inversión, encontrándose en un mercado donde vendedores de fondos y de planes de pensiones que tienen más conocimiento e información que ellos les venderían todo tipo de productos gracias a esa predisposición educacional.

Como he comentado al principio en España ha habido fraudes masivos como el de las preferentes, las acciones de Bankia, el fórum filatélico o los bonos corporativos de nueva Rumasa. La pregunta que debemos hacernos es: Si los ciudadanos hubiesen recibido educación financiera ¿se hubiese minimizado estos fraudes? Pensar que una educación financiera recibida en los años 60 o 70 hubiese servido a jubilados del 2010 para entender productos financieros que se complican y retuercen sin cesar es difícil de creer.

¿Y si, en cambio, una educación financiera tendente a fomentar la inversión hubiese agravado el problema? Porque los pequeños inversores estimulados por foros, los libritos de gurús y artículos en prensa compraron acciones de Bankia a mansalva creyéndose más listos que los demás, por poner un ejemplo.

Otra cosa es una educación tendente a mirar las cosas de forma crítica, a valorar los riesgos y a no dejarse liar por cantos de sirena. Esa educación probablemente sí hubiese minimizado las víctimas de estas situaciones, pero esa sería una educación económica, no financiera, una educación crítica que enseñase a dudar cuando alguien ofrezca rendimientos asegurados por encima del doble del mercado, o diga que un plan de pensiones es la mejor inversión porque las pensiones públicas van a desaparecer o venda un maravilloso fondo high-yield. No es lo mismo.

Esa es la educación que necesitamos, aprender a pensar, aprender a aprender, aprender a dudar y a que no te engañe un artículo de prensa pagado por una empresa o un ministro del gobierno con determinados intereses. Esa es la educación que nos hará más iguales, no saber qué es un fondo de inversión o un dividendo.

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