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Elecciones en junio: ¿otra campaña huérfana de ecologismo?

Alberto Rosado del Nogal
Humanista y politólogo, colaborador del Cículo 3E de Podemos

La Cumble del Clima de París en 2015 -marcada semanas antes por el terrorismo del ISIS- ejerció de telonera a unas elecciones del 20D que inauguraban un escenario político radicalmente diferente a los anteriores: el clásico bipartidismo se difuminaba para dejar paso a dos fuerzas nuevas que pretenden, en algún sentido, cambiar el statu quo de las formas y contenidos políticos de España. Cuatro meses después, tras la investidura fallida de Sánchez y demasiada teatralización en las negociaciones, se atisba un escenario idéntico -elecciones generales salvo improbable sorpresa de última hora- con la excepción de que, esta vez, los teloneros son diferentes: la Cumbre del Clima se ha llenado de polvo para dejar paso a nuevos y cada vez más graves casos de corrupción (con los Papeles de Panamá a la cabeza). Aunque no perdamos el hilo: ¿por qué se celebró en París aquella Cumbre?

Hoy día ya es redundante -y hasta cansino- defender los motivos que nos conducen al colapso ecológico. El negacionismo climático se ha visto marginado por una mayoría científica y es, incluso, la propia ONU a través del IPCC (desde 1988), quien persigue desde lo internacional el cambio hacia la sostenibilidad de las políticas nacionales. En París se pidió un objetivo global que atañía a todos: detener el calentamiento global a no más de 2ºC para 2100 desde el inicio de la época industrial. Además, la melodía que sonaba desde la comunidad científica, ONGs y diferentes sectores sociales, se parecía más a un ultimátum que a una mera recomendación urgente. O las sociedades responsables del cambio climático actúan ya, o las consecuencias son impredecibles.

El contexto parece claro a tenor de lo expuesto, sin embargo, el mensaje de este gran problema del siglo XXI de los políticos en campaña electoral -que no en sus programas- no goza de la misma lucidez. Los debates del 20D se vieron huérfanos de ecologismo pese a ser precedidos por una de las mayores cumbres contra el cambio climático de la ONU en el país vecino. La causa, parece probable pensar, es que si en una campaña se pretenden obtener votos, el ecologismo no conseguirá con creces tal fin. Si no fuera esta la razón, la ausencia de discurso verde en los grandes debates a tres, a cuatro o a dos no tendría más motivo que la ignorancia del problema por parte de los líderes políticos. Y no puede ser así. El problema radica en la percepción de los problemas ambientales por parte de la sociedad como poco importantes en comparación con otros como el desempleo o la corrupción -los barómetros del CIS así lo señalan siempre-. La solución, por tanto, pasa por elevar la importancia de estos problemas a las mayorías sociales para obtener rédito y credibilidad electoral. Sin una ciudadanía ecológicamente responsable, los debates electorales seguirán marginando la transversalidad ecologista de -casi- cualquier política a medio y largo plazo. Y para crear ciudadanía ecológica, tanto los medios de comunicación como los representantes políticos deben dejar un espacio suficientemente amplio en su discurso y debate que permita, al menos, introducir el color verde en los debates en todas las capas: desde universidades hasta bares; desde mesas redondas hasta cenas en familia.

Por otro lado, la actividad parlamentaria de estos meses, sin embargo, señala una realidad ilógicamente diferente: solo en estos meses se han registrado numerosas proposiciones de ley o no de ley relativas al ecologismo. Se citan algunas.

  • Proposición de Ley Orgánica sobre la derogación de la tauromaquia como patrimonio cultural (Esquerra Republicana)
  • Proposición de Ley de protección de los consumidores vulnerables y contra la pobreza energética (PSOE)
  • Proposición no de Ley relativa a las políticas y acciones necesarias para el cumplimiento de los Acuerdos del Clima de París (Podemos-En Comú Podem-En Marea)
  • Proposición no de Ley relativa al desarrollo y aplicación efectiva de la Ley 45/2007, de 13 de diciembre, de desarrollo sostenible del medio rural (Podemos-En Comú Podem-En Marea)
  • Proposición no de Ley sobre la moratoria y la prohibición de técnicas de prospección de hidrocarburos mediante el sistema de fractura hidráulica (fracking) (Esquerra Republicana)
  • Proposición no de Ley sobre la prohibición de tirar alimentos aptos para el consumo humano y la reducción del despilfarro alimentario (Esquerra Republicana)
  • Proposición no de Ley sobre Plan Hidrológico de la cuenca del Ebro (Podemos-En Comú Podem-En Marea)
  • Proposición no de Ley sobre la revisión del Plan Hidrológico de la Cuenca del Ebro (Esquerra Republicana)
  • Proposición no de Ley sobre la intención por parte del Gobierno en funciones de reabrir la central nuclear de Santa María de Garoña (grupo Mixto, EH Bildu)
  • Proposición no de Ley relativa a la justicia climática desde una perspectiva de género (Podemos-En Comú Podem-En Marea)
  • Proposición no de Ley relativa a un Plan Nacional de Promoción del Empleo Verde (Podemos-En Comú Podem-En Marea)
  • Proposición no de Ley relativa a un Plan de Transición Energética para el cumplimiento de los Acuerdos del Clima de París (Podemos-En Comú Podem-En Marea)
  • Proposición no de Ley sobre el transporte de personas en bicicleta (Esquerra Republicana)
  • Proposición no de Ley relativa a impulsar el Centro Ibérico de Energías Renovables y Eficiencia Energética (PSOE)
  • Proposición no de Ley relativa al impulso de un nuevo Plan de Restauración de Ríos y Humedales (Ciudadanos)
  • Proposición no de Ley sobre medidas para paliar los efectos de la pobreza energética (Ciudadanos)
  • Proposición no de Ley por la que se insta al Gobierno a la protección del lobo ibérico en toda España (Podemos-En Comú Podem-En Marea)

Conocida, por tanto, la actividad parlamentaria dedicada al mundo del ecologismo, la pregunta es evidente: ¿por qué en campaña electoral no toma el mismo protagonismo? Hay razones de peso para pugnar deportivamente por el voto ecologista: desde una plaza del Sol en Madrid llena para pedir la protección del lobo ibérico el 13 de marzo hasta una mayoría parlamentaria que reclamaba la derogación del "impuesto" al Sol el mismo día del mes de abril. Existen consensos en la sociedad como la apuesta definitiva por las energías renovables, la rehabilitación de edificios energéticamente eficientes, cambios en la ley de bosques y costas, cambio de paradigma en el turismo hacia la sostenibilidad, fiscalidad verde, criterios ambientales a la hora de construir grandes infraestructuras y un largo etcétera que supondrá para España, al menos, las siguientes dos consecuencias: puestos de trabajos cualificados y estables -sobre todo en el cambio de modelo energético- y reducción de la corrupción en las obras públicas -al tener que pasar bajo filtros ambientales-. Estas son solo algunas ideas para relacionar los problemas que una sociedad harta combate, con las soluciones que un escenario ecologista conlleva.

La nueva campaña electoral podrá tener un nuevo protagonista. Los líderes políticos deberán ser capaces de transformar lo que para parte de la sociedad supone, en ocasiones, un mantra que frena el desarrollo, en aras de convertirlo en el único motor capaz de acelerarnos hacia una competitividad sana, por arriba, deseada por un ausente largoplacismo que debe llegar para quedarse. El ecologismo es el antónimo de las burbujas que explotan a las capas más humildes y el peor enemigo de los corruptos que desean enriquecerse rápidamente. La sostenibilidad debe ser el eje discursivo que convenza a unos electores cansados, ya, de las mismas luchas políticas: tú más corrupto que yo, y tú más culpable de nuevas elecciones que yo. El debate necesita aire freso, y ese aire fresco se llama ecologismo. ¿Asistiremos en junio a otra campaña huérfana de ecologismo? Esperemos que no.

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