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BUSCAR ALTERNATIVAS O DEJARNOS MORIR. Ni taxi ni Uber. Ni capitalismo digital ni servicio público bajo licencia

Chus Melchor
Economista consultora en economía del bien común

La reacción de las nuevas fuerzas políticas ante dilemas como el que plantea la movilidad en las ciudades refleja una peligrosa actitud que está impregnando las maneras de enfrentarnos a la crisis civilizatoria. ¿Nos estamos dejando morir?

Solemos hablar de la muerte cuando la vemos lejos, pero cuando está presente en la profundidad de las cavidades de los ojos, en la laxitud de los brazos o en el aliento exánime, dejamos de nombrarla, quizás por innecesario, porque su presencia es tan invasora que la convierte en protagonista de cada frase aún sin pronunciarla.

A partir del declive de 2008 numerosos economistas, filósofas, antropólogas y pensadores en general se implicaron en la búsqueda y difusión de nuevos paradigmas que nos ayudaran a entender hacia dónde podríamos enfocar esfuerzos que nos permitan abandonar este profundo agujero en el que aún seguimos. Los discursos de las nuevas fuerzas políticas y ciudadanas se centraban en la crisis civilizatoria y la necesidad de buscar alternativas. Por entonces, la sensación era que tendríamos tiempo para inventar un nuevo escenario en el que reconstruirnos.

Sin embargo en los últimos años la precipitación de los síntomas del declive por una parte y la capacidad del sistema para fagocitar cualquier intento de antídoto por otro, han ido condicionando las respuestas a cada vicisitud. Hemos dejado de buscar remedios y empezamos a conformarnos con quedarnos como estábamos, lo que a la larga implica dejarnos morir.

El apoyo a los taxistas ha sido una anécdota significativa, uno de esos falsos dilemas en los que de nuevo había que recordar aquello de "hay alternativas". Uber es una plataforma que ha convertido en capitalismo ultraliberal lo que nació como un movimiento entre particulares para racionalizar el uso del vehículo privado, como explicaba Vicente Mora González en el artículo Economía colaborativa o ruptura de los derechos laborales

Por otra parte el Taxi no resuelve la irracionalidad del transporte urbano basado en la propiedad y el uso individual del automóvil. Además, se ha desvirtuado hasta convertirse en un lujo clasista para los usuarios y en una opción de negocio con licencias desorbitadas y arbitrarias a las que sólo pueden acceder empresarios endeudados que a su vez explotan a trabajadores para rentabilizar una inversión sin sentido.

Es necesario buscar formas de mejorar la movilidad en las ciudades transitando hacia un parque móvil ecológico, limpio y compartido, pero no podemos permitir que nadie convierta esta idea en una nueva forma de explotación capitalista. Apoyar a Taxistas frente a Uber o a Uber frente a Taxistas en tan incoherente como innecesario.

Quizás porque el declive civilizatorio se está haciendo palpable y la agonía del aliento desmayado se percibe en el ambiente, quizás porque ya no confiamos en que ninguno de los remedios sobreviva a la voracidad del tumor, lo cierto es que poco a poco vamos claudicando y perdiendo aquella energía primitiva que nos invitaba a repensar cualquier pieza del sistema.

Tenemos que impedir que los nuevos modos de capitalismo se apoderen incluso del lenguaje: ¿Economía colaborativa? Así no. Este no era el camino que buscábamos, pero esta realidad no puede servir de excusa para dejarnos morir.

 

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