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La cosecha de la violencia machista

Agustín Franco Martínez
Profesor universitario. Cáceres.

¿De dónde vino la cosecha de violencia machista del 2017? ¿Qué crianza tuvieron esos maltratadores? Lo cierto es que la producción de 2017 ha sido buenísima, premium, prácticamente una cara (carísima) partida semanalmente con una rentabilidad mensual del ciento por una.

Los fríos datos son inmejorables: Casi una cincuentena de uvas pasas pisoteadas por sus pepitas, hasta dejarlas en el hueso, sin piel ni derechos. Y casi una docena de uvitas garnachas ya sembradas bajo tierra.

Pero lo mejor no es la fotografía de este colorido y amoratado sector, sino su evolución. ¿Cuál es su futuro, por dónde irá? Sin duda impresionante. Analicemos los beneficios de esta agrio-industria de la violencia machista: Los hijos de la ira.

Previamente recordemos un par de precisiones de esta agria industria que mueve el negocio mundial de la uva, de la mala uva.

Primero. Como todos sabemos el beneficio procede de la explotación/violación de la virginal uva madre por parte del zambombazo de dios padre, curiosamente borracho como una cuba. Porque tanto en la subasta previa, en la que los papás estériles pujan por las escasísimas y fecundas uvas madres, como en la subasta posterior, en la que se comercian las restantes y copiosas uvas prostituidas, no se genera el beneficio, sino sólo y exclusivamente en la fase de violación.

Segundo. Las uvas prostituidas son la inmensa mayoría, prácticamente la totalidad, según establecen las inteligentes y sanísimas doctrinas y dogmas de la teología del mercado (o Marketheology). Esto es así debido a alguna tara en el proceso de calidad o en el de trazabilidad. Puede fallar algo en la calidad de la siembra o de la cosecha, ya sea por falta de riego educativo o de cuidados sanitarios o de renta líquida suficiente. También puede haber roturas de la trazabilidad en la custodia de la virginidad y pureza de la uva.

En fin, el beneficio son las uvas de la ira. Supervivientes del pisoteo patriarcal y huérfanas para siempre de la madre moral, aunque su progenitora haya superado estoicamente los golpes contra la cuba.

Los frutos de la ira, hijos de la ira, criaturas de la ira, las que jamás podrán cantar aquello de ‘libertad sin ira’. Si no hay nada mejor que una libertad sin ira, entonces no hay nada peor que una libertad sin descendencia.

Pero echemos las cuentas despacio, despacito... Sumemos a la libertad sin ira las criaturas de la ira. Entonces la ira se anula: ira negativa más ira positiva, igual a cero. Resultado: libertad sin hijos. Esto, por supuesto, en el mejor de los casos. Porque en el peor de los casos nos encontraremos con hijos sin libertad.

Uvas sin jugo, toneladas y toneladas, y a la vez litros y litros desparramados por el suelo. Dicho de otro modo, por un lado, legiones de presos, frutos presos de la violencia machista, espejos de la esterilidad patriarcal, traidores del éxito patriarcal. Hijos condenados o al silencio o a transmitir como un virus la gramática machista. Por otro lado, los frutos privilegiados por la caricia machista, las marionetas, los consumidores y adoradores del padre capital.

La rentabilidad financiera (ira-nciera, incluso) de esta agrio-industria es inmensa, capaz de doblar el valor actualizado de un capital final en muy poco tiempo. En cambio, la democracia es financiera e irancieramente poco rentable, no sólo dispone de menos capital, sino que necesita mucho tiempo para duplicar sus frutos.

La cosecha de la violencia machista

Existe como una barrera de contención que separa ambos mundos de rentabilidades, casi paralelos podríamos decir, lo que significa, como ya sabemos, que sólo confluirán en el infinito. Triste esperanza. La democracia es incompatible con la machismocracia, de hecho son paralelas. El engaño, la ilusión está en que el machismo se mira en la democracia como en un espejo, pero no es así. La dictadura por mucho que se vista de urnas y votos, dictadura se queda. Y el patriarcado es la peor de las dictaduras, la más longeva.

Lo cierto es que machismocracia y democracia apenas se rozan al comienzo, una vertical disfrutando rentabilidades cohete y la otra horizontal soportando rentabilidades reptiles. Sólo un giro de valores a la izquierda de todo el cuadrante y su sistema de coordenadas podría revertir la situación.

Al final todas las cuentas machistas son deficitarias y por ello se saldan en la cuenta de reptiles, la del dolor irascible, la de los frutos de la ira. Aunque la mayoría se maquillan año tras año en las grietas y rendijas de la prisión del hogar, cuando no se disfrazan totalmente con los atuendos y vestimentas sibilinas del turismo sexual, desde el matrimonio hasta el patrimonio, como para no acabar en el manicomio.

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