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La ausencia de consenso sobre las deficiencias del euro

Esteban Cruz Hidalgo,
Doctorando en economía y miembro de Red MMT España

A diez años del comienzo de la Gran Recesión, que evolucionaría en la crisis del euro, los consensos que parecen existir en torno a la moneda única son: i) que ha contribuido a separar más a los europeos que a unirlos; y ii) que el diseño de la zona euro es muy deficiente, iii) que la gestión de la crisis ha provocado elevados costes sociales y económicos, y iv) que la confianza de la ciudadanía en las instituciones europeas se encuentra cada vez más erosionada.

Tras una década mirando de reojo cómo el Banco Central Europeo sostiene la zona euro en pie gracias al Quantitative Easing, el clima de incertidumbre que se manifiesta con el auge de los populismos ha encendido la alarma ante la inacción de los reformadores políticos. No creo que haya una propuesta de consenso para fortalecer la zona euro. Tampoco cómo puede ser posible que el euro, prácticamente de un día para otro, pase de ser un tema tabú a emerger ante los ojos de los economistas con sus debilidades expuestas y sus soluciones reveladas. La situación requiere acciones urgentes, pero si estas aparentemente consensuadas respuestas son las únicas que se han puesto encima de la mesa corremos el riesgo de que el antídoto propuesto profundice en las disfuncionalidades ya existentes.

Junto con la transitoria respiración asistida emprendida por Mario Dragui, los esfuerzos de la Unión Europea se han centrado en la creación de mecanismos que supervisen y controlen la desviación de los presupuestos públicos nacionales de una serie de normas grabadas a fuego en el corazón de la Unión Económica y Monetaria, reglas que giran en torno al tamaño del déficit y la deuda. Parece ser que este reformismo apunta a un mismo objetivo: la reducción de los desequilibrios fiscales. Sin embargo, he de señalar que existen elementos en el documento publicado el pasado 9 de mayo por el Real Instituto Elcano que suponen un avance significativo respecto a la tradicional narrativa de que únicamente es necesario ser más firmes con la disciplina fiscal, si bien en este texto no se va más allá.

Ciertamente, a pesar del inexistente debate público sobre esta cuestión hasta el impulso dado por Macron desde Francia, ha habido un auge en la literatura dedicada a la reforma, debilidad y deficiente funcionamiento de las instituciones europeas. También es apreciable la apertura de cierto sector de economistas hacia denostadas escuelas, incluyendo en sus análisis elementos que hasta ahora habían sido incuestionables. Cabe la duda de si la adopción de tales elementos es consecuente con su potencialidad funcional o solo un señuelo para profundizar en la vigilancia y disciplina de los países discordantes. En el documento al que hago mención aquí se plantea, por ejemplo, una unión política y fiscal a la vez que reformas estructurales impopulares; una autoridad fiscal que garantice la aplicación de las reglas y provea de mecanismos para hacer una política fiscal contra-cíclica; o la creación de eurobonos y avanzar hacia la unión bancaria para compartir riesgos. Este tipo de políticas deben incluirse como la continuación del diseño disfuncional de la Unión Europea. Si bien pueden funcionar como parches transitorios al ser paralelamente compensadas por algún tipo de transferencias fiscales entre países, suavizando los efectos de unos objetivos económicos cegados en el control del presupuesto público; la zona euro seguiría conteniendo las semillas de su propia destrucción, parafraseando al economista estadounidense Joseph Stiglitz. Esta solidaridad puede ser efectiva para rescatar a los bancos y a los mercados financieros, para sostener durante un tiempo los beneficios de un sector privado que ya no puede exprimir por mucho más tiempo el trasvase que ha tenido lugar desde las rentas del trabajo a sus cuentas de resultados. La pregunta es si esta serie de reformas tienen posibilidades de lograr resultados satisfactorios a nivel macroeconómico y social, acabando con el desempleo e invirtiendo la tendencia a desmantelar nuestro Estado de Bienestar. Es más, en una Europa así esta supuesta solidaridad ni siquiera parece ser una opción, dado un escenario donde los Estados y las empresas están peleando por unos activos financieros netos que solo pueden salir de un lugar: del Banco Central Europeo. Las otras dos opciones son el insostenible endeudamiento privado o la estrategia neo-mercantilista de absorber la demanda interna de los países socios a través de la balanza comercial tal y como hace principalmente Alemania. Tales opciones solo están disponibles durante un tiempo o para unos países específicos, y ambas causan graves perjuicios a su población, traduciéndose en la vida de las personas en perjuicios como los desahucios y la precariedad laboral.

El documento del Real Instituto Elcano apunta un elemento que, en este sentido, es esencial: "El BCE debe poder actuar como prestamista de último recurso para los Estados miembros"; pero añade, "en circunstancias excepcionales, como lo hace para el sector bancario". Efectivamente, igual que el Banco Central Europeo actúa como Prestamista de Último Recurso para el sector bancario, función que no solo evita pánicos bancarios al ser el proveedor final de liquidez, sino que dota desde el principio de transferibilidad a sus créditos emitidos, funcionando el sector bancario como intermediarios entre el monopolista de la moneda y los agentes privados; el Banco Central Europeo podría actuar como prestamista de último recurso para los Estados miembros simplemente mediante un apunte contable en su balance. Las empresas y las familias no crean euros. El monopolista de euros y único agente que es capaz de sostener la demanda de ingresos y beneficios monetarios de empresas y familias es el Banco Central Europeo. Parece que estos economistas han aceptado por fin la realidad de quién está en la cúspide de la pirámide monetaria, pero, ¿por qué hacerlo funcionar para castigar y presionar a países ya muy debilitados? ¿Acaso es disciplina fiscal lo que se necesita?

Este consenso reformista es tremendamente estrecho. Si bien seguramente aúne en torno al mismo a una gran cantidad de economistas, dada la hegemonía en la disciplina de una escuela neoclásica que tiene una histeria por el déficit público que viene de serie, sería importante abrir el debate fuera de esos muros que los economistas han levantado durante décadas. Por las grietas que se han abierto durante este periodo de crisis han pasado elementos aislados y parcialmente, pero aún hace falta incluir en los debates una pluralidad de enfoques que solo puede ampliar la caja de herramientas de que se disponen para afrontar los numerosos retos que debemos afrontar. Al elevado desempleo y precariedad de los trabajadores y la destrucción de nuestro Estado de Bienestar se le suma el cambio climático, el envejecimiento de la población, la sostenibilidad de la seguridad social, la irrupción de las nuevas tecnologías, o el despoblamiento rural. ¿Vamos a combatir estos retos cerrando el grifo de aquello que hace que los recursos reales se movilicen?

La coordinación de las políticas monetaria y fiscal mediante la posibilidad de que el Banco Central actúe como Prestamista de Último Recurso del Estado es uno de los pilares de la Teoría Monetaria Moderna. Disponer de una Hacienda Funcional es clave para sanear la economía, mientras que lo que llaman paradójicamente Hacienda Saneada es un objetivo claramente perturbador para la actividad económica.

El objetivo a buscar en las reformas de la Unión Europea no debería ser lograr la disciplina fiscal exigida por las actuales instituciones, sino alcanzar el pleno empleo y la estabilidad de precios. No se trata de que cada Estado gaste lo que quiera. No es tomar el gasto como discrecional, sino sustituir una regla por otra. Existiendo recursos humanos no movilizados por la iniciativa privada, ¿por qué no movilizarlos para satisfacer una serie de necesidades que no son cubiertas e invertir en hacer frente a las amenazas antes mencionadas? El uso del déficit no debe comprenderse más que como la herramienta que permite ponerlos en marcha, no una restricción. El Banco Central Europeo nunca se va a quedar sin euros. Desde este planteamiento la existencia de desempleo significa que el déficit no es el suficiente, apoyándose tal aseveración en un principio contable básico: que el gasto de un agente económico es el ingreso de otro. Por tanto, las políticas reformistas orientadas a mantener a raya el gasto inevitablemente deben tener de forma automática el mismo efecto en los superávits privados, es decir, reducen los fondos de empresas y familias, los ahorros y beneficios que determinan su consumo e inversión y por tanto, la producción y el empleo. A falta de un sector exterior que traspase los problemas a otros países, una conclusión es clara: no puede haber ahorro neto de activos financieros del sector no gubernamental sin que el sector gubernamental acumule déficits públicos. El monopolista de la moneda es la única entidad que mediante su gasto puede proporcionar los fondos para acomodar cualquier deseo de obtener ingresos, ahorros o beneficios de las familias y las empresas, y por lo tanto eliminar el desempleo.

El desempleo es un fenómeno monetario. Es un síntoma de que falta dinero en la economía, un problema que el mercado no puede resolver endógenamente por medio de ninguna redistribución entre agentes privados o por transferencias entre socios. Los agentes privados y los estados miembros de la Eurozona, todos ellos como usuarios de moneda, no crean dinero. Cómo se introduce el dinero en la economía importa. No es lo mismo que el Estado introduzca el dinero a cambio de nada que lo haga a cambio de trabajo. Ciertamente, hay espacio para que el excedente de bienes y servicios producidos pueda ser absorbido por una parte de la sociedad con la creación de nuevo poder adquisitivo, como podría ocurrir, por ejemplo, con el pago de las pensiones de algún modo por iniciativa del Banco Central Europeo. El estudio de la introducción del dinero por parte de la Teoría Monetaria Moderna tiene claras implicaciones sobre la teoría del valor y el valor de la moneda en relación a otras divisas internacionales, así como con el funcionamiento y gestión del mercado de trabajo, por eso se liga al empleo. El valor de la moneda se vincula a lo que se debe hacer para obtenerla, y el sector público puede establecer directamente sus términos de intercambio con la compra de trabajo a través de los Programas de Garantía de Empleo.

Los Programas de Garantía de Empleo están ganando protagonismo en la escena política de los países anglosajones. El Partido Demócrata en Estados Unidos, con Bernie Sanders a la cabeza, ha introducido en el debate este mecanismo como guía de política económica. ¿Estarían las instituciones de la eurozona dispuestas a aceptar los Programas de Garantía de Empleo como pilar fundamental de sus reformas? ¿Se podría reformar el Banco Central Europeo para que tuviese una función activa como facilitador de la movilización de los recursos inactivos en lugar de ser un errático guardián de la disciplina fiscal de los estados miembros? El próximo 7 de junio de 2018 a las 19:30h en el espacio ecooo, en Madrid, habrá la oportunidad de escuchar una propuesta de reforma de Europa a cargo del economista alemán Dirk Ehnts. Bienvenido sea el debate por la situación y diseño de la zona euro, desde Red MMT llevábamos mucho tiempo esperándolo, para lo cual elaboramos en enero del pasado año la Carta de Madridjunto a nuestros compañeros italianos de Rete MMT y que presentamos junto a la economista Pavlina Tcherneva, una de las principales figuras mundiales en el desarrollo de los Planes de Trabajo Garantizado. Sin este debate plural sobre las deficiencias del euro hablar de consenso es una ficción.

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