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Manuela Carmena tiene razón, ¡hay que contar con las empresas!

Fernando Luengo
Economista y miembro del círculo de Chamberí de Podemos
@fluengoe
https://fernandoluengo.wordpress.com

En una reciente entrevista a la agencia de noticas EFE, Manuela Carmena, la alcaldesa de Madrid, nos ha vuelto a regalar una frase que, aparentemente, está llena de sentido común: "los que quieran un mundo sin empresas no pueden gobernar Madrid". Con esta sentencia -simplona y demagógica, pero cargada de intencionalidad política-, lanza un mensaje para poner en su sitio a Izquierda Unida y a los colectivos que han criticado la Operación Chamartín y otras operaciones urbanísticas por ceder a las exigencias y los privilegios de los grandes bancos y promotores inmobiliarios. Un paso más de la alcaldesa para soltar lastre por la izquierda y ganar credibilidad entre el establishment; nada nuevo en el horizonte.

Pero no es este el asunto donde quiero centrar el comentario, sino en el papel de las empresas. Manuela Carmena afirma que hay que contar con ellas...y tiene razón, pero en un sentido muy diferente al sugerido en sus declaraciones.

Es un lugar común en los análisis económicos convencionales -también en los de un buen número de economistas críticos- referirse a países, economías, mercados, producción, empleo, desempleo, salarios, beneficios, exportaciones, importaciones... y un sinfín de variables más sin que en ningún momento aparezcan las empresas. Como si las economías se movieran por leyes y códigos automáticos, por una suerte de mano invisible que otorga racionalidad a los procesos económicos.

Pues no, si queremos entender y, lo más importante, transformar la economía, es imprescindible situar a los actores en el centro del razonamiento. Entre ellos, ocupan un lugar prominente las empresas.

Una precisión importante. El imaginario de la economía convencional, donde reina la competencia perfecta, presupone que todas rivalizan entre sí y ninguna de ellas puede influir y condicionar duraderamente los mercados donde operan. Simplemente, falso. La realidad -esa a la que apela Manuela Carmena, ocultando que la tierra no es plana, más bien presenta desniveles muy pronunciados- es que un reducido número de firmas determinan la configuración de los mercados, en su propio beneficio.

Estoy hablando de grandes corporaciones industriales y comerciales, grupos de comunicación, despachos de abogados, agencias de marketing y publicidad, bancos e intermediarios financieros y complejos agroalimentarios. Grupos que no sólo acreditan un volumen de facturación que superan el Producto Interior Bruto o el comercio internacional de un buen número de países; además, han tejido vínculos familiares y accionariales entre ellos que refuerza su posición dominante.

Nada de la economía realmente existente -tampoco las controvertidas operaciones urbanísticas realizadas por el Ayuntamiento de Madrid- se puede entender sin "las manos visibles" del mercado: la drástica reducción de la carga fiscal soportada por las rentas del capital y los grandes patrimonios y fortunas, la reducción del peso de los salarios en la renta nacional, la orientación de la política monetaria del Banco Central Europeo en beneficio de algunas firmas, las operaciones de rescate de los grandes bancos por parte de Bruselas y los gobiernos, el contenido de los tratados de libre comercio, las elevadísimas e injustificadas retribuciones de las elites empresariales, el trato de favor dispensado al lobby energético. ¿Creemos acaso que todo esto es el resultado de la racionalidad económica?

Pero el poder económico no se refleja sólo en la configuración oligopólica de los mercados. También, y de manera decisiva, en los espacios políticos e institucionales. A este respecto, resulta muy ilustrativa y de obligada lectura, una reciente publicación del Corporate Europe Observatory "Captured states. When EU governments are a chanel for corporate interests" (https://corporateeurope.org/power-lobbies/2019/02/captured-states).En este trabajo se presenta el opaco universo de los grupos de presión empresariales, articulado alrededor y dentro de las instituciones comunitarias, y su decisiva influencia en la orientación -lo que se hace y lo que no se hace- de las políticas de Bruselas.

En los próximos meses se sucederán diferentes consultas electorales -municipales, autonómicas, estatales y europeas-. Haría bien la izquierda transformadora en poner el poder económico y político de las grandes corporaciones en el centro del debate y de los programas. Conocerlo y enfrentarlo para reducirlo, esa es la única manera de que se abran camino otras políticas económicas y sociales y de poner las instituciones al servicio de las mayorías sociales.

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