El azar y la necesidad

Bárcenas y Annual, Aznar y Primo de Rivera

Durante los últimos 200 años los cambios políticos en España se han llevado a cabo mediante golpes de mano. En lo que llevamos de democracia no ha habido rotación de gobierno que no haya sido precedida de un escándalo o de una fuerte convulsión, desde el golpe de Estado de Tejero, a los GAL o al atentado de Atocha. Los precedentes que nos muestra la historia en el siglo XIX y en el XX van por el mismo camino: golpes de estado, guerras,  sublevaciones, motines, asesinatos... El último periodo monárquico parlamentario, el de la restauración, acabó sus días a raíz de la corrupción de un sistema caciquil, de las consecuencias políticas del desastre de Annual  y de las malas formas de un monarca, Alfonso XIII,  chulo e intervencionista. Corrupción, crisis económica, tensiones sociales y crisis de la monarquía, cuatro elementos que marcaban el panorama en el inicio de los años veinte, de la misma forma que lo condicionan ahora.

En agosto de 1921, tras la carnicería de Marruecos,  Indalecio Prieto afirmaba en las Cortes: "Estamos en el periodo más agudo de la decadencia española". Visto lo visto, esa frase de Prieto no respondía por desgracia a una situación coyuntural, sino a un estado permanente. Para tapar el escándalo de la matanza de Annual se encargó la elaboración de un informe a un general de prestigio, Juan Picasso, quien tuvo que enfrentarse a las reticencias del estamento militar.  El informe se filtró parcialmente a la prensa a principios del año 1923, con la consiguiente indignación de la opinión pública al conocer las cifras reales de la carnicería. Se empezaron a difundir rumores sobre la posible responsabilidad del Rey en el desastre, rumores alentados por la negativa del ministerio de defensa a entregar las actas de la Junta de Defensa Nacional a la comisión investigadora. Opacidad, falta de transparencia, ocultación de pruebas, corrupción en las altas esferas del poder y en el Palacio Real. ¿Les suena? La Comisión del Parlamento encargada de analizar el informe no se puso de acuerdo en elaborar un dictamen y finalmente decidió someter a debate en pleno el tema de Annual el 1 de octubre de 1923.  Ese pleno nunca llegó a celebrarse, porqué el 13 de septiembre el general Miguel Primo de Rivera, Capitán General de Cataluña, daba un golpe de estado. La opinión pública española exigía soluciones, mano firme, regeneración de la vida pública, una personalidad relevante al frente de los asuntos de estado y obtuvo como respuesta una dictadura con un militar al frente. El Informe Picasso no se debatió, se taparon todas las responsabilidades de los militares implicados  y el dictador se dispuso a gobernar sin la coacción de un régimen de libertades.

El alzamiento del general Primo de Rivera zanjó temporalmente el asunto de Annual, pero las consecuencias se arrastraron durante mucho tiempo, acabaron con la monarquía, dividieron al ejército y a la opinión pública española y fueron la antesala de una guerra civil.

En el imaginario del político y del ciudadano español se ha instalado durante décadas la idea de que no es posible la alternancia en el poder si no es con un golpe de mano. La Constitución y los pactos de la Moncloa son los únicos intentos de pacto del siglo XX más allá de los intereses partidistas, todo lo demás ha sido acoso y derribo, sobre todo por parte de la derecha, de la derecha del PP. Y ahora, como en el año 1923, la sociedad española reclama cambios ante el alud de corrupción que emerge y ante la crisis económica que nos subyuga. Y en este preciso instante aparece el caso Bárcenas, unos papeles que se filtran a la prensa, como se filtró el informe Picasso, y que amenazan con ser el escándalo más importante de la actual democracia. ¿Y quién aparece detrás de las bambalinas? Igual que en octubre de 1923 aparece  un posible salvador y regenerador de la democracia, alguien como don Miguel Primo de Rivera, dispuesto a sacrificar la democracia en aras del orden. ¿Alguien como José María Aznar? Anson cree que sí.

 

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