El dedo en la llaga

La consulta de Ibarretxe

Cada cual es dueño de pensar lo que le dé la gana sobre la consulta que Ibarretxe quiere hacer a la ciudadanía de la Comunidad Autónoma Vasca, propuesta que el Parlamento de Vitoria hizo suya ayer por mayoría, pero hay un par de opiniones sobre ella que se vierten sin parar y que, dicho sea con total franqueza, me parecen perfectas memeces.

La primera es que se trata de una propuesta ilegal. En la España de hoy en día sólo es ilegal lo que las leyes tipifican como tal. No hay ninguna ley que prohíba a una comunidad autónoma (o a cualquier otra institución) sondear la opinión del vecindario. Lo único que la ley establece es que sólo se pueden realizar referendos vinculantes si el poder del Estado los autoriza, pero éste no es el caso, porque lo promovido por el lehendakari vasco no es un referéndum vinculante, sino un mero test.

La segunda objeción que se reitera hasta el aburrimiento es que las dos preguntas que plantea la consulta de Ibarretxe "sólo sirven para dividir a los vascos". No hay dirigente socialista que no haya repetido varias veces este remedo de idea en las últimas horas. Cabría responder a todos ellos con una humorada: "Sí, claro. Del mismo modo que la existencia del Partido Socialista de Euskadi sólo pretende dividir a los vascos". ¡Vaya hallazgo! Cada vez que se plantea una opción a los ciudadanos, sea del tipo que sea –incluyendo la de respaldar a un partido político o no hacerlo–, se suscita una división entre los que ven bien una de las posibilidades y los que están a favor de la contraria. De hecho, esa es la esencia misma de la democracia: dividir, es decir, establecer cuántos apoyan esto, cuántos lo otro y cuántos lo de más allá.

La cuestión no está en que estemos divididos, sino en cómo organizamos nuestra convivencia plural. Y en eso hay dos reglas democráticas que nadie debería olvidar. En primer término: hay que tomar la vía que decide la mayoría. En segundo lugar: hay que asegurar el derecho de la minoría (de las minorías) a subsistir sin mayores angustias.

Tanto más veo nuestra realidad, tanto menos claro tengo que estas dos reglas básicas sean de aceptación general.

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